Necesitamos una alianza

Ricardo Guelbenzu

La cosa viene de lejos, primero fueron las guerras de religión, luego la Ilustración apostó por un ética y un derecho, un orden moral apoyado en la razón, dejando al margen a Dios. En el siglo XIX, se dio un paso más, al decir que “sólo sin Dios hay ética”, a pesar de ello, por inercia cultural, se mantuvieron muchos aspectos esenciales de la ética cristiana en todos los Códigos Civiles y Penales, que eran una traducción jurídica que canalizó las enseñanzas morales de las iglesias cristianas.

Las ciencias fueron expulsando al hombre del centro del cosmos, y se le terminó viendo como una especie animal más. Las dudas aparecieron cuando se necesitaba de los ciudadanos un cierto esfuerzo, una cierta implicación en la cosa pública, que saliendo de la esfera privada se orientase hacia el bien común. Hoy en nuestra Europa post cristiana, hedonista, buenista se hecha a faltar ese mínimum de solidaridad necesario para el sostenimiento de todo Estado democrático.

El Estado se ha apoyado en presupuestos normativos que hoy no se pueden presuponer. Es verdad que se basó en una concepción del mundo y del hombre –heredera del cristianismo- que en el siglo XIX todavía podía darse por inercia, pero que en hoy se está desmoronando. Tras la IIª Guerra Mundial, las nuevas constituciones europeas fueron más garantistas con los derechos humanos que sus antecesoras. Los principios democráticos pueden volverse contra la dignidad humana y aprobar lo abominable (caso Alemania nazi). Hoy ya sabemos que no bastan las garantías constitucionales, ni la vigilancia de los Tribunales para proteger la dignidad humana, necesitamos una atmósfera cultural favorable a ella. Este aparente callejón sin salida, ha llevado a algunos intelectuales no creyentes a volver su mirada a la ética cristiana, que sí da respuestas a ciertas cuestiones que en la ética laica quedan sin resolver.¿poseen dignidad los seres humanos?

El esfuerzo moral en la visión cristiana adquiere todo el sentido, cosa que en la ética laica dicho esfuerzo se muestra desdibujado, casi masoquista. El cristianismo plantea la necesidad de tomar el camino de santificación individual querida por Dios, el hombre es un espíritu inmortal, creado a imagen de Dios y no un conglomerado fortuito de células.El hombre al poseer un alma inmortal, según el cristianismo, y precisamente por ello, proclama la dignidad y la sacralidad de la vida humana.
Destacados intelectuales agnósticos, alarmados por la quiebra moral de las actuales sociedades europeas, ante una cierta crisis de legitimidad del Estado democrático, han vuelto sus ojos hacia ese tesoro intelectual cristiano,necesitamos sumar fuerzas, crear una alianza entre católicos y grupos de intelectuales agnósticos, ateos, gente no religiosa pero todos ellos preocupados por superar la actual crisis de civilización.

La ética cristiana garantiza, pues, un qué y un por qué de la obligación moral. Lo moralmente debido no garantiza su cumplimiento, según los clásicos la voluntad tiene la última palabra, y, el hombre siendo una potencia libre, por esencia no atada por el intelecto, puede terminar escogiendo lo incorrecto, lo peor. Esto nos plantea lo que no es otra cosa que el concepto del pecado,ese lado oscuro de la naturaleza humana, esa debilidad moral del hombre, que siempre ha sido soslayada o infravalorada por las éticas laicas. El cristianismo reservó siempre para el pecado un lugar central. La ética exige a menudo demasiado de los seres humanos, el cristiano lo ha sabido siempre, conoce que nunca conseguirá el bien con sólo sus propias fuerzas, de ahí la importancia de la gracia divina, que le garantiza una capacidad moral hasta la muerte.

El relativismo es una base demasiado débil sobre la que edificar una democracia plural. Muchos autores estiman que el Estado y la economía libre, no se asientan en el vacío, sino que hunden sus raíces en presupuestos culturales (cristianos, o bien traducciones secularizadas de valores cristianos). Para Alexis de Tocqueville, “el despotismo puede prescindir de la religión; pero la libertad, no” Para John AdamsIIº presidente de los EEUU- la Constitución norteamericana está hecha sólo para un pueblo moral y religioso.

Conviene recordar que los valores básicos de libertad, igualdad, solidaridad, dignidad, progreso, tienen su origen en el cristianismo. Si bien es cierto que la Iglesia combatió de manera miope el liberalismo y la democracia, vemos que el siglo XIX estuvo lleno de malentendidos históricos y de resistencias equivocadas por parte de la Iglesia Católica, pero todo aquello, afortunadamente fue superado por el Vaticano II. Conviene recordar que también ha pedido perdón reiteradamente por sus pecados históricos y por sus violaciones pasadas de tales derechos (Inquisición).Las reglas públicas laicas deberán ser minimalistas, no pudiendo sustituir o desplazar a las creencias metafísicas privadas. La ética laica no debería a aspirar a convertirse en una nueva religión o en un sustituto de las religiones, una y otras operan en planos distintos. El Estado liberalnecesitade las religiones, puesto que las creencias religiosas ayudan a los ciudadanos a asumir sus responsabilidades cívicas y, por tanto, deben ser vistas con ojos favorables por el propio Estado. Sabemos hoy que las sociedades totalmente agnósticas -como empiezan a serlo las europeas- pueden llegar a ver amenazada la misma sostenibilidad de la propia democracia.

Todos debemos respetar la practica religiosa, tanto privada como pública, dentro del estado no confesional, y alejarnos del laicismo radical siempre interesado en arrinconar la fe religiosa. Vivir en una sociedad poco intervencionista, produce un verdadero placer, respetando la practica de las virtudes privadas y las satisfacciones sencillas de los hombres. El papel de los cristianos debe ser la de unas minorías necesarias para contribuir a que Europa recobre de nuevo lo mejor de su herencia y esté así al servicio de la humanidad entera.
Necesitamos cristianos, que a través de su fe y sus obras, presenten a Dios ante el mundo, como una realidad creíble. Todos los valores europeos –libertad, dignidad, igualdad de los sexos, separación Iglesia-Estado- proceden en último extremo de semillas cristianas. La Ilustración los secularizó, creyendo que podrían sobrevivir privados de su raíz religiosa. Pero la experiencia ha demostrado que eso hoy, no es factible. La mejor salida es la de un cristianismo, desde el Vaticano II, reconciliado con la modernidad y la democracia, trabajando junto a una Ilustración, liberada a su vez de sus reflejos antirreligiosos, emprendiendo los dos un nuevo tipo de colaboración.

El funcionamiento de las instituciones, las prácticas y conquistas occidentales, mejoraran si actuamos como seres libres e iguales, como si todos fuésemos hijos de Dios. Si nos respetamos unos a otros como si hubiéramos sido creados a imagen de Dios. Si nos amamos como si respondiéramos a un mandamiento de Dios.La unidad de acción de los agnósticos y ateos de buena voluntad con los cristianos se concretará en la defensa de los principios básicos de la moral occidental, hoy tan deteriorados: hay que comprometerse en la defensa de valores, principios e instituciones básicos, como: la dignidad de la persona, el matrimonio heterosexual y la familia (como concepto biológico y natural) y garantizar la libertad religiosa. Sería como el común denominador no confesional, a defender por los europeos

La civilización occidental nunca la debemos dar por supuesta. Lo que nos hace falta es tener la valentía necesaria para fortalecer nuestros valores, para confrontarlos con esos otros contravalores: hedonismo, materialismo, relativismo ético, sexualidad como objeto.Occidente, es el resultado de la fusión de la cultura greco-latina, junto a la tradición judeo-cristiana, con la aportación de la ilustración y de la modernidad, todos han sido inspiradores de sus valores -libertad, igualdad, tolerancia, democracia, Estado de Derecho, distinción del bien del mal y perseguir el bien común- de los que nos sentimos muy orgullosos.

Estos valoresson los principios inspiradores tanto de nuestras instituciones como de las normas de convivencia. Está bien respetar la diversidad, pero ello no nos obliga a cambiar –instituciones y normas- para que en ellas se integren los emigrantes. Nuestro sistema funcionara si todos los respetamos, en la vida personal y colectiva. Necesitamos fortalecer nuestra cultura occidental para dialogar ante el multiculturalismo, el indigenismo y la necesaria solidaridad con otros pueblos.

Todavía entre nuestra gente hay muy buenos valores interiorizados, empezando por que la familia mantiene una buena salud con fuertes vínculos asistenciales, siguiendo por que hay una gran cantidad de ciudadanos subsidiados y una importante cuota de trabajo no oficial. Si miramos los números vemos un resultado inesperado: tan sólo el 54% de los trabajadores no funcionarios navarros trabaja para sostener a la casi otra mitad (46%) de funcionarios, parados y pensionistas, nuestras cuentas públicas muestran una gran debilidad, la pirámide poblacional cada vez es más problemática, y no se podrá mantener a tantos subsidiados, con tan pocos trabajando.

Hoy en España han arraigado las clases medias, que en otras épocas eran garantía de moderación. Es en las clases medias donde aparece una mayor indignación debido a su fuerte proletarización a causa de la crisis económica. Las grandes fortunas y los fuertes grupos económicos están bien amparados desde los círculos de poder. Hoy nos manda una nueva clase que es una mezcla de gentes de las finanzas, de la empresa, de la política y de la prensa, que imponen sus posiciones al resto de la población. Apoyan la hegemonía de la economía sobre la política, y sus ideas aunque no son mayoritarias se mantienen sin un discurso alternativo. No sé si el surgimiento de movimientos como el primer 15 M, ayudará a articularlo.

La izquierda renunció hace mucho tiempo a atacar al sistema capitalista, dejando en paz al dinero se centró en abogar por sus ideas, intentando cambiar las costumbres. Los poderosos no han dejado de respaldar estas nuevas tendencias, les encanta pasar por progresistas, y tener el poder político a su favor -hoy el 39% del PIB lo controlan los políticos de turno debido al gigantismo de la administración- y ¡todos quieren su parte del pastel! Mande quién mande se adaptan a la situación.

El cansancio de los ciudadanos con la vida política actual, es generalizado. Soportamos mal a tanto político cabreado, en continua confrontación que no contribuyen a solucionar los problemas reales.Han convertido la política en una cuestión de mediocres, donde se pierde la objetividad y la capacidad de evaluar las cosas más evidentes. Mientras la clase política siga en su burbuja, ajena a la tensión de la ciudadanía, no hay solución. Hay que tomar medidas urgentes, la situación es muy grave, hay que reducir el gasto público en todos los niveles de la administración, los políticos dando ejemplo en primer lugar, hay que acometer la reformas pendientes.

Esto sólo se facilitará cuando el PSOE encuentre su camino, se reoriente y abandone el populismo y tendencias a pactar con los nacionalistas; y cuando el PP esté menos acomplejado por ser de derechas, y los dos juntos busquen unas salidas sensatas, restablezcan consensos básicos, que cimienten la presencia de España como nación en el mundo. Hay que volver al dominio de la razón y la cordialidad en el espacio público ¡Muchos estamos hartos de ser gobernados por personas simplemente incompetentes! Podemos concluir que no es el modelo el que falla, sino que es la política la que no está a la altura de lo que necesitamos la ciudadanía.
Ricardo Guelbenzu