Musulmanes en Europa

Tudela nº 789 , 26 noviembre 2008

Los musulmanes radicales continuarán utilizando, tanto en Francia, en Reino Unido o en España, las descalificaciones y las amenazas para amedrentarnos. Mediante el chantaje, moral o físico, buscan romper el imperio de la ley. De nosotros depende el no consentirlo. Apenas se quiere hablar de la difícil relación de los musulmanes que viven en Europa, con las democracias europeas que les acogen. El problema es similar en todos los países, donde una parte de la comunidad musulmana no quiere integrarse y alega para ello la necesidad de respeto a sus características culturales y religiosas. La comunidad musulmana española ya ha pedido a Zapatero el reconocimiento legal de la poligamia. De momento mientras se unifica la jurisprudencia en España, se les pagan la pensión a las viudas, reconociendo de facto la poligamia. Desde su perspectiva multiculturalista, les parece justo y no les importa demasiado que la poligamia suponga un choque frontal contra la legalidad española.

En el tema del velo, el problema no es si una mujer musulmana lo lleva o no, sino si lo lleva porque quiere o porque se siente obligada.

También ante la existencia de comunidades de emigrantes con costumbres propias, muchos progresistas y también gente de la derecha, defendiendo un multiculturalismo simplón, cometen el inmenso error de respetar a ultranza dichas peculiaridades, y parece que apuntan a una salida, como si quisiesen volver a la Edad Media, que permitía que distintas leyes, fuesen aplicables a diferentes tipos de personas, bien fuesen cristianos, musulmanes o judíos.

Estos políticos miedosos, olvidan que una de las características de la Europa Moderna -aquella que vivió la Ilustración y parió la Democracia- es la que fue capaz de superar la organización social dividida en estamentos o estados, para proclamar el principio de que todos los ciudadanos somos iguales ante la ley. Somos ciudadanos en la medida en que compartimos derechos y deberes, amparados por la Constitución. A los emigrantes los debemos acoger de buen grado, han venido porque los necesitamos. Es lógico y razonable que mantengan sus señas de identidad y que quieran conservarlas, pero también todo emigrante debe adaptarse al país de acogida, respetar sus leyes y contribuir al esfuerzo colectivo de estas sociedades de acogida, por gratitud y por favorecer la convivencia.

En los llamados delitos de género parece que el Estado, en el caso de la comunidad musulmana, ha dado un paso atrás para no complicarse la vida, con una decidida y consciente voluntad de no querer saber. La “no-intervención”, sólo favorece a los musulmanes radicales y se vuelve contra la libre convivencia, sobre todo, contra los musulmanes moderados que buscan integrarse en nuestras sociedades, sin perder su propia identidad, pero eso sí, respetando las reglas de juego de la sociedad que les acoge.

Para cualquiera que conozca Europa es evidente, tanto la voluntad de unos –los moderados- por formar parte de la comunidad, como la lucha de los otros –los radicales- por hacerla saltar en pedazos. Reconocer a los radicales, espacios propios en los que impongan su interpretación del Islam, supone bloquear los procesos naturales de integración y generar, a medio plazo, un conflicto mucho mayor. Lo sensato, es coger el toro por los cuernos, no ocultar los problemas, ya que aparcándolos se convertirán mas tarde en inmanejables, para ello necesitamos de un amplio consenso entre los dos grandes partidos que representan a la izquierda y a la derecha española.

Es preciso que no entremos en el juego de las peculiaridades de las diferentes comunidades culturales y nos atengamos al ámbito de la responsabilidad individual dentro de una sociedad. Los delitos no los cometen, cristianos o musulmanes, hombres o mujeres, sino personas en su concepción de ciudadanos. Los derechos de una mujer musulmana a vestir con o sin velo, no proceden de su condición de musulmana o de mujer, sino del hecho de que es una persona que vive, para su suerte, en un Estado de Derecho, y por tanto puede elegir ir con velo o sin él.