Las sociedades

Sabemos que todas las sociedades incluso las más avanzadas, responden a desarrollos históricos dispares donde es determinante el papel desempeñado por el estado en la solución de los problemas de la gente. En unas las respuestas a casi todos lo problemas de los ciudadanos se han dado y se siguen dando, desde las propias administraciones públicas que cada día son más extensas y difíciles de sostener, por su alto coste. Cada día nos importa más el coste de los servicios que ofrecen los estados ya que salen de nuestros impuestos. En otras sociedades las respuestas han sido mixtas, tanto desde el estado como desde organizaciones privadas. Unas y otras tienen sus pros y sus contras. En general es verdad que la propiedad y la libertad han caminado casi siempre juntas en los mejores ejemplos sociales. Por experiencia sabemos que todo poder está lleno de peligros y que el mejor estado es aquel, en el que el poder esté más controlado, por lo que es conveniente que no tenga un tamaño desmedido y en su quehacer diario debe estar sometido tanto a normas como a costumbres sensatas.

Toda sociedad civilizada requiere que hombres y mujeres, tengan los mismos derechos y deberes amparados por la ley. La justicia debe garantizar que el hombre y la mujer tengan derecho a lo que le es propio, es decir, el reconocimiento de su integridad y de su propia personalidad. Pero una cosa es tener iguales derechos y otra distinta es que tengan las mismas cosas. Toda sociedad justa, requiere que se den diferentes recompensas a las distintas habilidades y esfuerzos de cada ciudadano. El igualitarismo es lo más injusto que hay.

La socialdemocracia asimila al conservador como un conserva duros, con un egoísta. Hoy somos muchos los que soñamos con un tipo de sociedad donde no deleguemos tantas cuestiones relevantes de la vida al Estado, que nos controla desde la concepción hasta la tumba. Cuanto menor sea el peso del estado necesitaremos más del altruismo privado, que respeta y no interfiere en tantas cuestiones. En los actuales estados del bienestar tan extensos, los ciudadanos soportamos un elevado colectivismo que perjudica seriamente nuestras libertades individuales (léase más impuestos, más funcionarios, más ineficiencias).