LIBREMERCADO
Manuel Llamas 16 diciembre 2016
El discurso populista y demagógico del que hizo gala el nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, durante la pasada campaña electoral contrasta con la practicidad, brillantez y sensatez que, al menos por el momento, ha demostrado el empresario neoyorquino para rodearse de auténticos genios y profesionales de gran valía con el fin de desempeñar sus futuras tareas de gobierno.
Todavía es pronto para vislumbrar la buena o mala marcha de la próxima Administración norteamericana, ya que siguen pesando, y mucho, las nefastas alharacas proteccionistas y antiinmigratorias que blandió Trump durante estos últimos meses para alcanzar la Casa Blanca, más allá de que el personaje es, en sí mismo, una incógnita de compleja resolución debido a sus habituales vaivenes y erráticas salidas de tono, pero como lo que realmente vale en política son los hechos y no las meras palabras, lo único que cabe decir, hoy por hoy, es… ¡chapó!
Excelentes, valientes, audaces, revolucionarios –en el buen sentido–… Sólo así se pueden calificar algunos de los nombramientos que ha efectuado el presidente republicano en materia económica. Profesionales de éxito y reconocido prestigio a nivel internacional, directivos y empresarios hechos a sí mismos, que han llegado a lo más alto en el sector privado, gestionando miles de millones de dólares, que saben lo que es crear empleo, generar riqueza y servir de la mejor forma posible a sus clientes para que sus empresas crezcan y sus accionistas ganen dinero.
Gente, en la mayoría de los casos, ajena por completo al sucio y turbio mundo de la política, que han decidido embarcarse en este nuevo proyecto por pura convicción personal e ideológica o un altruista sentido de servicio público. No en vano, muchos de ellos ya son millonarios y, por tanto, no entran en la política a estas alturas de su vida para enriquecerse, lo cual les dota, además, de una mayor capacidad de independencia y autonomía con respecto al propio Trump y las presiones externas que, seguro, recibirán durante el ejercicio de sus cargos.
He aquí algunos de los nombres más destacados:
– Rex Tillerson, secretario de Estado: el hasta ahora máximo ejecutivo de la petrolera estadounidense ExxonMobil será el nuevo jefe de la diplomacia estadounidense. Carece de experiencia previa en el mundo de la política, pero su día a día como ejecutivo consistía en negociar cara a cara con otros gobiernos y sátrapas de todo pelaje para poder operar en otros países y proteger los intereses de sus accionistas de los ataques perpetrados por otros estados, lo cual le convierte en un experto en geopolítica.
– Gary Cohn, director del Consejo Económico Nacional: el expresidente de Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión más grandes del mundo, será el encargado de coordinar la política económica global de la Casa Blanca.
– Steven Mnuchin, secretario del Tesoro: tras trabajar en el mundo de la banca, se volcó en la industria cinematográfica, produciendo taquillazos de la talla de Avatar o El francotirador.
– Wilbur Ross, secretario de Comercio: con una larga trayectoria en Wall Street y una fortuna de 2.900 millones de dólares, es un inversor de reconocido y probado prestigio, sobre todo en el ámbito de la industria y las manufacturas.
– Betsy DeVos, secretaria de Educación: empresaria milmillonaria, es una firme defensora de la libertad educativa y del cheque escolar para que las familias puedan decidir la educación de sus hijos, ya sea pública o privada. En la actualidad dirige la American Federation for Children, que propugna la implantación del cheque escolar, y se declara una ferviente enemiga de los sindicatos de profesores.
– Linda McMahon, Administración de Pequeñas Empresas: cofundadora de la empresa de lucha libre World Wrestling Entertainment (WWE), se encargará de facilitar la creación y el desarrollo de las pequeñas empresas
– Andy Puzder, secretario de Trabajo: responsable de la cadena de restaurantes CKE, es contrario a elevar el salario mínimo a nivel federal, una de las medidas estrella de Obama, y favorable a la automatización e implantación de nuevas tecnologías en la estructura productiva.
– Scott Pruitt, director de la Agencia de Protección Medioambiental: aunque no es empresario, ya que ocupaba el cargo de fiscal general de Oklahoma, es un firme defensor de la potente industria petrolífera y gasística, así como un convencido crítico de la calentología, la teoría de que el cambio climático es culpa del hombre y será catastrófico para el futuro del planeta.
– Rick Perry, secretario de Energía: exgobernador de Texas y contrario al intervencionismo estatal. Bajo su mandato, Texas se convirtió en un referente a la hora de generar riqueza y empleo mediante impuestos bajos y medidas liberalizadoras para atraer empresas, capital y talento.
– Elaine Chao, secretaria de Transporte: fue secretaria de Trabajo con George W. Bush y, desde 2009, ha sido una de las investigadoras más destacadas de la Fundación Heritage, el búnker intelectual de la derecha americana.
– Tom Price, secretario de Sanidad: de los pocos políticos de carrera que tiene su gabinete, este congresista por Georgia será el encargado de tumbar el Obamacare, la polémica y ruinosa reforma sanitaria que puso en marcha la Administración demócrata.
– Ben Carson, secretario de Vivienda: aunque compitió con Trump en las primarias republicanas, este neurocirujano retirado será el encargado de desarrollar la política de vivienda y urbanismo del Gobierno norteamericano. Lo más relevante de Carson en esta materia es que, curiosamente, pasó su infancia en una una zona marginal de Detroit y siempre se ha caracterizado por criticar los programas públicos de asistencia, ya que crean dependencia del Gobierno entre minorías de bajos ingresos. «Me interesa librarme de la dependencia y quiero que encontremos una forma de permitir que la gente destaque en nuestra sociedad, y conforme cada vez más gente oiga ese mensaje, reconocerá quién está de verdad de su lado y quién intenta mantenerlos oprimidos y cosechar sus votos», afirma.
En total, los miembros del gabinete de Trump acumulan una fortuna próxima a los 10.000 millones de dólares, superior al PIB de muchos países del mundo. Pero la clave no es la mayor o menor riqueza que amasen, sino la experiencia, el perfil y el sobrado éxito que han demostrado en sus respectivas carreras.
El equivalente en España sería nombrar como ministros a Pablo Isla (Inditex), Juan Roig (Mercadona), María Dolores Dancausa (Bankinter) o Manuel Pizarro (expresidente de Endesa), por citar tan sólo algunos posibles ejemplos de empresarios y directivos con un historial brillante.
Reunión con los gurús tecnológicos
Pero es que, además, Trump también se ha rodeado de excelentes asesores procedentes de la potente y puntera industria tecnológica, como es el caso de Peter Thiel, liberal hasta la médula e impulsor de revolucionarios lanzamientos empresariales, como PayPal, Facebook, LinkedIn o Palantir, entre otros. El presidente electo de EEUU se reunió el pasado miércoles con la flor y nata del sector productivo más dinámico del mundo.
En una enorme mesa rectangular del piso 25 de la Torre Trump de Nueva York se sentaron casi todos los directivos de las empresas más representativas de este mercado: Apple (Tim Cook), Microsoft (Satya Nadella), Google (Larry Page y Eric Schmidt), Intel (Brian Krzanich), IBM (Ginni Rometty), Cisco Systems (Chuck Robbins), Amazon (Jeff Bezos), Facebook (Sheryl Sandberg), Tesla (Elon Musk) y Oracle (Safra Catz), entre otros.
Esa mesa juntó a directivos encargados de gestionar cientos de miles de millones de dólares, de mantener cientos de miles de puestos de trabajo y, lo que es más importante, de facilitar y mejorar la vida de miles de millones de personas alrededor del globo gracias a la extraordinaria labor y servicios que ofrecen sus empresas, única y verdadera raíz de su éxito. Las empresas que representan valen hoy en bolsa cerca de 3 billones de dólares, el equivalente al PIB de Alemania y casi tres veces superior al PIB de España.
¿El mensaje de Trump? «Cualquier cosa que podamos hacer para ayudaros, vamos a estar aquí para vosotros», «no hay nadie mejor que vosotros en todo el mundo». Bezos se mostró «superentusiasmado» con la reunión, ya que, entre otras cosas, Trump prometió facilitarles la vida para que desarrollen sus negocios, incluyendo terminar con «barreras comerciales», lo cual es muy significativo, dado el discurso proteccionista que exhibió el republicano en campaña. Se habló de empleo, regulaciones, temas migratorios, seguridad cibernética y la posibilidad de que los impuestos por los beneficios que pagan estas firmas fuera del país regresen a EEUU mediante una fiscalidad mucho más atractiva.
Ahora, hagan una pausa y piensen cuándo un presidente español ha organizado una reunión semejante con lo más granado del empresariado patrio para escuchar sus demandas y ofrecerles su ayuda para crecer. Y, por favor, olvídense del lamentable y bochornoso teatrillo que organizó Mariano Rajoy con algunos de los grandes directivos del Ibex en alguna que otra reunión en Moncloa durante la pasada legislatura, ya que esa cita era, simplemente, para hacerse la foto y lanzar su particular mitin.
Simplemente, no hay color. Trump será un demagogo, sí, y un populista, también, pero está demostrando ser un hombre inteligente, ya que es consciente de que debe rodearse de los mejores y saber escuchar a los mejores para tomar decisiones difíciles y complejas como presidente de la primera potencia mundial.
Es evidente que está todo por hacer y que el camino se hace andando. No se puede, por tanto, sacar conclusiones prematuras, pero comparen los perfiles citados con el Gobierno español y la nueva casta que está en camino. Hoy nos gobiernan funcionarios –apenas el 20% de los ministros ha tenido alguna experiencia en el sector privado–, sus amigos y políticos de carrera (trepas) que no conocen lo que es una empresa, que no han creado un puesto de trabajo en su vida y que han vivido única y exclusivamente del erario público. ¿Gente cualificada? Algunos ministros y secretarios de Estado sí, sin duda, pero, en todo caso, ajenos a la vida real, sumidos en una burbuja política que poco o nada tiene que ver con el día a día de trabajadores y empresas, los auténticos héroes de España.
Y ya no digamos la nueva casta… Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Irene Montero, Ramón Espinar, Diego Cañamero, Gabriel Rufián… ¿Seguimos? En el mejor de los casos, profesores e investigadores universitarios corrientes y molientes, pero muy de izquierdas, eso sí, junto a sindicalistas y activistas de carrera cuyo único talento es la labia para soltar una combinación de simplezas, necedades e improperios sin ningún fundamento. Charlatanes del siglo XXI, en definitiva, que se nutren del descontento social que ha generado la crisis y la corrupción, al tiempo que se aprovechan de la ignorancia e ingenuidad de muchos votantes –especialmente, jóvenes– para imponer algún día su particular utopía comunistoide y bolivariana a los españoles.
Pese a ello, lo más grave no es que la clase política nacional haya desarrollado su carrera en el sector público o a costa de dinero ajeno, no. Lo peor es la mentalidad parasitaria que pregonan todos, en mayor o menor medida, desde el PP hasta Podemos. No en vano, hoy por hoy, la única aportación de los partidos existentes a la política es cómo y cuánto robar a ricos, empresas y trabajadores vía impuestos para repartir este jugoso pastel de casi 500.000 millones de euros anuales entre empleados públicos, lobbies y masas de dependientes y paniaguados con el único fin de ganar votos y permanecer anclados al poder, pues ésa y no otra es la mejor y única carrera profesional a la que pueden aspirar, salvo contadas excepciones. –