Daniel Celayeta, 2 abril 2017
1.- Hace sesenta años, después de soportar la tragedia de dos grandes guerras, seis países europeos decidieron unirse y desde sus cenizas comenzar a construir una nueva Europa. La unidad europea comenzó como el sueño de pocos que después de 60 años de caminando juntos se convirtió en la esperanza de muchos, hoy somos 27 estados. Hacer memoria del camino recorrido nos puede servir para consolidar el futuro.
2.- Honremos el recuerdo a los padres fundadores: Schuman, Adenauer, De Gasperi, Monnet ¡es de justicia! Fueron los optimistas y no los pesimistas los que tuvieron razón. Desde luego que no ha sido un camino de rosas. La situación inicial era muy difícil en una Europa que comenzaba a olvidar la última guerra, pero que se encontraba entre el peso de los americanos por un lado y el de los rusos por el otro, ambos dominaban el mundo. El “telón de acero” empezó por entonces. Aquellos fundadores sabían que el fundamento último de los valores de una civilización, tienen un soporte religioso.
3.- Poco se parecía aquel mundo de 1957 al actual de 2017. Hoy en Occidente hay un vacío de valores, que por afectar a los individuos también es un problema político. No tenemos garantizado el relevo generacional. Se aplaza la maternidad por distintas razones. La mentalidad hedonista ve a los hijos como una carga. La familia sobrevive a duras penas. La volatilidad de las parejas, la reticencia a contraer matrimonio, la alta tasa de divorcios, el implícito desprestigio de la familia tradicional, ocultan que detrás de las nuevas realidades existe mucho dolor e infelicidad. Hay una incapacidad para el compromiso, como si muchos europeos ya no creyeran en el futuro.
4.- No cerramos los ojos a muchos aspectos positivos de la sociedad actual como la mayor igualdad entre los sexos, la mayor vigilancia frente al racismo, la creciente concienciación sobre los problemas ecológicos, etc. Tenemos mayor riqueza y muchas más prestaciones sociales. Pero nuestros dirigentes actuales son unos acomplejados mercaderes que han sucumbido al pacto que tienen los líderes del capitalismo internacional con los movimientos de la nueva izquierda.
5.- El relativismo se ha convertido en la nueva religión. Hoy no interesa la verdad, el todo es relativo se ha convertido en la única verdad. Lo políticamente correcto proscribe cualquier alusión a valores universales, así se evita cualquier crítica a otras culturas. La autocrítica es una virtud occidental, pero hoy tiene mucho de masoquismo y de autoflagelación. La visión de que los occidentales (malos) despojaron sistemáticamente a los no-occidentales (buenos) es muy simplista. La incorporación de los países del Este ha sido un aire fresco, no se creen estas milongas.
6.- El seguidismo ciego de la política de Obama en Ucrania y con los refugiados, nos han debilitado fuertemente. Obama nos utilizó en su pugna contra Rusia y por ello aumentaron nuestras contradicciones. Obama propugno el “dejarnos hacer negocios como queramos que nosotros favoreceremos los intereses de la nueva izquierda”, el de las nuevas banderas del LGTB, etc. Así consolidó el relativismo moral y el multiculturalismo de las sociedades abiertas. Los antiguos países del Este están muy mosqueados con la admisión de tanta emigración musulmana. Tampoco aceptan la imposición de la ideología de género, ambas cuestiones debilitan nuestra cohesión.
7.- Hoy la integración europea chirría porque no sabemos hacia donde quieren ir nuestras élites. Se presiona continuamente para transferir más competencias a Bruselas, sin tener claro hacia donde nos dirigimos. El abandono de las señas de identidad europeas y la aceptación de los nuevos roles reclamados por las izquierdas han producido una reacción lógica, el aumento de los nacionalismos y de los populismos de todo pelaje. No es casual que estos movimientos tengan apoyos en las opiniones públicas por toda Europa. El que no consigan el poder no quiere decir que no influyan desde ya en todos los gobernantes, como lo estamos viendo ya en Austria, Holanda y demás….
8.- Deben respetarse las distintas realidades nacionales, vivirlas como círculos concéntricos sumatorios y no excluyentes con Europa. Los avances sin los ingleses serán más fáciles pero todas las naciones lo tendrán que hacer con convencimiento, cuando estén preparadas para asumir ulteriores avances, que inevitablemente han de afectar a elementos sensibles de la soberanía. Lo decisivo es que haya un núcleo suficiente de países dispuestos a comprometerse en poner en común nuevas políticas que fortalezcan la Unión. Para dar respuestas eficaces a los nuevos retos internos y externos es inevitable una Europa a dos velocidades.
9.- Mucho peor sería detener el proceso, replegarse y obsesionarse con el Brexit. El mensaje debe ser: hay que seguir avanzando hacia una unión más estrecha y más fuerte con el aliento de sus valores fundacionales. Sabiendo hacia donde marchamos y qué queremos ser de mayores. El Brexit hay que negociarlo como una oportunidad, con inteligencia y firmeza.
10.- Europa es un buen ejemplo para el resto del mundo. Europa puede seguir siendo un faro donde se fijen muchas naciones, hemos sido capaces de juntar a antiguos enemigos y hacerlos avanzar juntos. Europa no es sólo un conjunto de normas y protocolos, sino una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad considerada sagrada. Esa ha sido la fuerza generadora de la Unión y cuando esa conciencia se diluye, todo el edificio se resiente. Reducir los ideales fundacionales de la Unión a las exigencias productivas, económicas y financieras sólo puede conducir al desafecto de los ciudadanos y al colapso de su apasionante futuro.
11.- Los valores de dignidad, libertad y justicia, que conforman la identidad europea, sólo pervivirán si mantienen su nexo vital con la raíz de la sociedad cristiana que los engendró. No se trata de implementar un nuevo confesionalismo, sino de edificar una verdadera laicidad en la que puedan reconocerse y encontrarse tanto los creyentes como los no creyentes. El intento de imposición de la agenda LGTB fracasará porque no responde a la naturaleza humana, en este tema con Trump se nota un cambio a mejor, como lo demuestra la última declaración de la ONU.
12.- La crisis de los refugiados, el triunfo del Brexit y la amenaza de los populismos, han desconcertado a muchos europeos. Necesitamos recuperar las señas de identidad. Para recuperar la esperanza deberíamos colocar al hombre en el corazón de las instituciones, desechando la burocratización y la uniformidad que tanto daño han causado. La cultura europea surgió marcada por la apertura a lo eterno y por la pregunta sobre el sentido de la existencia. Siempre se enriqueció por el encuentro, a veces dramático, con otras culturas. Para construir el futuro es necesario invertir en la familia, respetar la conciencia de los ciudadanos y defender la vida.
13.- Europa tiene un patrimonio moral y espiritual único en el mundo que merece ser propuesto una vez más con pasión y renovada vitalidad. Es el mejor antídoto contra la falta de valores y facilitará la lucha contra toda forma de extremismos. Nuestros dirigentes nos dicen que Europa es el mejor lugar del mundo para vivir, donde un 7% de la población mundial cuenta con un 58% del gasto social. Europa es un buen lugar para vivir, pero también tenemos problemas y es preciso abordarlos.
14.- Hoy son EEUU y China las dos grandes superpotencias, todo está en movimiento y Rusia quiere hacerse un hueco porqué por población, extensión de su territorio y cantidad de recursos naturales puede aspirar a ello. Europa somos un gigante económico y un enano político, estratégicamente nos interesaría ser mas autónomos de USA, acercarnos en ciertas cuestiones a los rusos para ganar peso político. Para ello es imprescindible avanzar en construir un pequeño y potente ejército europeo y contar con una política exterior común.
15.- Sabemos que nuestros países, aislados están condenados a la marginación, incluso unidos sino avanzamos en temas de Defensa seremos irrelevantes en lo político. Actuaremos juntos, a distintos ritmos y con distinta intensidad cuando sea necesario, mientras avancemos en la misma dirección como hemos hecho en el pasado, manteniendo la mano tendida para que cada cual vaya a su ritmo.