Ni vencedores ni vencidos

Fernando José Vaquero Oroquieta

21 de febrero de 2006

Dos formulaciones enfrentadas: derrota de ETA, con vencedores y vencidos; y un nuevo escenario sin vencedores ni vencidos. Pero, ¿responden a la misma lógica?

Las víctimas de delitos de terrorismo en España lo tienen claro: la paz debe llegar un día, pero con vencedores y vencidos. En consecuencia, cualquier diálogo con los terroristas no puede tener un precio político, pues existen principios superiores rectores de la convivencia civil que no responden a meros intereses coyunturales o de partido. Así lo han afirmado en Valencia con motivo del Tercer Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo; manifestaciones anticipadas por el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica Herzog, el pasado día 12, y por Fernando Savater, en el homenaje a Joseba Pagazaurtundua, el día 8 de febrero, con motivo del tercer aniversario de su asesinato por ETA.

Pero están quienes quieren “vendernos” otra táctica alternativa: una paz SIN vencedores NI vencidos. Y lo piden desde la izquierda abertzale, los pseudopacifistas de Elkarri y sus amigos madrileños, los dirigentes del PNV y, acaso, desde el mismísimo liderazgo del PSOE (no en vano el PSE-PSOE votó una moción en ese sentido el pasado 10 de febrero en el pleno del Parlamento vasco)

Pero, ¿en qué quedamos? ¿Hablamos de lo mismo?

La primera postura es nítida: no hay matizaciones ni subterfugios dialécticos. En la segunda, si.

Y ya que hemos mencionado el término dialéctica, recordemos el sentido que le atribuyen sus doctrinarios: más o menos, como el continuo devenir en el desarrollo de los fenómenos del Ser material; lo que se puede analizar por medio de la formulación “tesis-antítesis-síntesis” o “tesis, negación, negación de la negación”.

No entraremos en la aburrida discusión entre dialécticos mecanicistas y dialécticos materialistas, pero en definitiva, esta formulación puede ayudarnos a entender algo de los propósitos de quienes propugnan “una paz sin vencedores ni vencidos”.

Si la tesis es la constatación de una “guerra”, la existente entre los Estados español y francés contra el “pueblo vasco”, su resolución lógica sería un armisticio o la derrota total de una de las partes. La negación de lo anterior, o antítesis, podría formularse como la resolución del conflicto desde su propia naturaleza pero con una alternativa a su evolución natural, es decir, paz, pero sin vencedores ni vencidos. Pero luego tendría que llegar, forzándola si es preciso, y siguiendo su lógica interna, la síntesis, o negación de la negación: se acabó el conflicto, un nuevo escenario nacido desde los impulsos del ineludible “progreso” de la humanidad, lo que implica necesariamente vencidos, antaño acaso vencedores, es decir, aquellos que se opusieron a aquel supuesto avance. Y nuevos vencedores: ETA, “vanguardia que alumbra el nuevo mundo”.

Se nos podrá alegar que son posibles otras formulaciones de esta secuencia dialéctica, partiendo incluso de premisas o escenarios distintos. No importa: con la dialéctica en la mano y la mirada en el “avance ineludible” del progreso, el resultado sería el mismo.

Si participamos y entramos en las posturas dialécticas que tratan de establecer algunos intelectuales y políticos como cauces de diálogo y reflexión en esta coyuntura, no pueden controlarse sus inevitables consecuencias últimas: estamos condenados a claudicar y aceptar “un nuevo escenario sin vencedores ni vencidos”… de momento.

Vendría bien a los dirigentes actuales del PSOE que estudiaran un poco de marxismo para tratar de comprender el destino al que llevan los caminos que están escogiendo.

O partimos de la realidad, sin mediaciones reduccionistas, o seguimos los dictados de una ideología que la interpreta –desde la dialéctica, acaso-, lo que nos llevará a la injusticia y al quebranto de toda norma ética. Y al desconcierto y derrota de toda la sociedad.

21 de febrero de 2006