Multiculturalismo fracasado
Daniel Celayeta
22 noviembre 2015
Los buenistas piensan que la convivencia de los diferentes siempre es beneficiosa, ocultando que la multiculturalidad aplicada en Europa ha tenido muchos problemas como vimos estos días. Los doctrinarios progres pontifican que oponerse al multiculturalismo es lo mismo que cometer un acto intolerable de racismo o de falta de respeto hacia otras culturas. Nadie pretende que los emigrantes piensen como nosotros, lo que si debemos exigirles es que acepten las normas básicas de las sociedades de acogida, y sino que se vayan a sus “idolatrados” países de origen. No vamos a olvidar que los yihadistas de París eran franceses o belgas de 2ª y 3ª generación, nacidos aquí en el seno de familias acomodadas, que se han radicalizado aceptando una visión del mundo que les ha llevado a querer destruir nuestras sociedades occidentales, no aceptando ni nuestras leyes ni nuestros valores básicos.
No queremos ni debemos renunciar al hecho enriquecedor que supone para nuestras sociedades el mestizaje, el cruce de orígenes diversos o la coexistencia pacífica de hombres y mujeres procedentes de los más variados lugares. Pero el multiculturalismo europeo quizás por que el elemento musulmán aquí es más dominante, pero poco tiene que ver con la diversidad cultural practicada en Estados Unidos que a pesar de sus variados orígenes étnicos, no ocurre lo de aquí, allí a todos les une un profundo agradecimiento y amor por el país de acogida, respetando su bandera y sus tradiciones. Allí no existe sectores que se avergüencen y den la espalda a los valores de su país. En la vieja Europa cierta ciudadanía es muy crítica con los valores europeos y muy poco crítica con los valores de los foráneos, porque se apoyan en el planteamiento relativista de que “todas las ideas son iguales” y dicen “respetar todas las tradiciones culturales”, este multiculturalismo defiende la armonía entre las culturas, potenciando que cada una de ellas perviva junto a las otras en un proceso de no injerencia y no contaminación. Hoy sabemos lo nocivo que ha supuesto este respeto simplón por lo multicultural, ha permitido que en nuestras ciudades europeas vivan en ámbitos cerrados (ciudadanos de diversos países, de diferentes culturas y de distintas tradiciones religiosas) donde no se aplican nuestras leyes ni respetan las más elementales normas de ciudadanía.
Este multiculturalismo favorece que las distintas tipos de emigración sean cotos cerrados y desconectados entre sí. El respeto que fomenta el multiculturalismo posibilita y permite incumplimientos gravísimos de los derechos humanos más elementales: ignorando ataques sexistas, ataques a homosexuales, permitiendo apologías de ideologías totalitarias que favorecen conductas terroristas que embisten directamente contra los pilares de nuestro sistema de libertades. Quienes nos mostramos contrarios a este multiculturalismo defendemos que la acogida en nuestras ciudades de individuos con diferentes tradiciones ideológicas, culturales y religiosas debe hacerse con el máximo respeto hacia las creencias de las personas, pero además debe hacerse sobre todo con el respeto máximo por parte de los incorporados de otras tradiciones culturales hacia unas leyes y normas que se aplican a todos por igual. Todo ciudadano, independientemente de dónde provenga, de la lengua que hable, del bagaje cultural del que disponga o de la religión que profese, debe respetar y acatar los valores fundamentales de nuestros sistemas democráticos de convivencia.