LA AMENAZA DEL MOVIMIENTO ANIMALISTA
Antonio Purroy Unanua
(Catedrático de Producción Agraria de la UPNA y miembro de Sociedad Civil Navarra)
La civilización occidental hunde sus raíces en la cultura grecoromana y en el pensamiento judeocristiano y tiene el orgullo, además, de haber liderado la evolución sociocultural y religiosa de más de medio mundo a lo largo de un par de milenios. Desde hace varias décadas, un nuevo movimiento intenta irrumpir con fuerza en el contexto internacional para subvertir el orden establecido y sustituir el humanismo cristiano, donde el hombre es el centro intelectual y moral de la vida ordinaria, por una nueva corriente en la que los animales irracionales posean la misma importancia que la condición humana, algo que, a simple vista, parece descabellado.
El impulsor principal de esta nueva cruzada animalista es el filósofo australiano Peter Singer, formado en la Universidad de Oxford y que ejerce como profesor de bioética en la Universidad de Princeton (USA). En 1975 publicó el libro Liberación animal que se ha convertido en la biblia de los animalistas, pues propugna la igualdad moral entre humanos y animales, y llega a afirmar que la muerte tiene el mismo valor para unos y para otros. Pero, ¿tiene el mismo valor la vida de un mosquito que la de una vaca lechera?, ¿y la de un chimpancé? En este contexto, a menudo hace su aparición la hipocresía.
Este nuevo movimiento animalista va mucho más lejos y defiende el antiespecismo, es decir, iguala por abajo a todas las especies animales, con lo que degrada al hombre, lo cual es uno de los objetivos del movimiento. Y quien sabe también si quiere dirigir el tiro más arriba y llegar hasta los dioses y así destrozar la opinión del filósofo griego Aristóteles: los animales son irracionales y mortales; el hombre es racional y mortal y, los dioses, son racionales e inmortales.
La corriente animalista bebe también en las fuentes del ecologismo profundo, aquel que tiene que ver con el mundo vegetariano y el vegano. Los veganos están en contra de la cría del ganado, del sacrificio en los mataderos y del consumo de alimentos de origen animal. No son conscientes de las muchas familias que viven de la ganadería en el mundo (por lo menos 1.300 millones de empleos directos y 700 millones indirectos), de la salvaguarda del equilibrio medioambiental que ejerce el ganado, de los más de 800 millones de personas que pasan hambre… ¡qué gran irresponsabilidad!
Es como si nos quisieran hacer volver al neolítico cuando el hombre deja el nomadismo y domestica a los animales para no tener que depender de la caza para proveerse de proteína animal de gran valor nutritivo y muy necesaria en nuestra dieta. Grandes multinacionales norteamericanas de la alimentación están invirtiendo sumas enormes de dinero para el descubrimiento de carne de síntesis, que pueda sustituir a la natural, una utopía inalcanzable.
Esta nueva corriente nace alejada del medio rural. El desconocimiento de la vida rural, de la producción agraria y del equilibrio medioambiental hace que se enfrenten los animales de producción –de renta- con los animales de compañía, a los que han sacado de su medio natural para hacerles vivir en un ambiente humanizado, que no les corresponde. Creen de manera errónea, por ejemplo, que un gato castrado, que vive en un apartamento de lujo, es más feliz que si viviera en el campo cazando ratones, que es su verdadero medio natural.
Muchas actividades humanas con una gran tradición cultural relacionadas con los animales y que hoy en día están inmersas en el mundo del ocio, se ven amenazadas por la intransigencia de los animalistas. La caza, la pesca, la tauromaquia, los circos, los zoos… están en el punto de mira de los antis quienes, sin ser numerosos, están bien organizados y generosamente financiados por grandes grupos internacionales.
La tauromaquia no les preocupa especialmente porque representa muy poco en el contexto socio-económico, pues sólo en ocho países en el mundo se celebran espectáculos taurinos, con poca repercusión económica. Tiene, sin embargo, un gran efecto llamada por la presencia de la muerte en el ruedo, que es utilizada como banderín de enganche de muchas protestas animalistas. Un pequeño éxito en contra de los toros tiene una gran repercusión mediática que da moral a los intransigentes. Los movimientos antitaurinos no son conscientes de que son manipulados por la gran causa animalista de alcance mundial que pretende trasformar al mundo.
Mucho más preocupante es el daño que pueden hacer a la producción ganadera, a los ganaderos, a los consumidores y al medio ambiente. Y que tampoco respire tranquilo el mundo de los animales de compañía –mascotas-, al que de momento dejan tranquilo porque genera mucha riqueza económica: sólo en la UE-28 supone más de 60.000 millones de euros anuales.
No cabe duda, que el crecimiento del movimiento animalista entraña peligros ante los que no podemos quedarnos impasibles.
Antonio Purroy Unanua
(Catedrático de Producción Agraria de la UPNA y miembro de Sociedad Civil Navarra)
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