Lo importante no es la economía

Plaza Nueva nº 835, 7 octubre 2009

Ricardo Guelbenzu Morte

 

No adelantará las elecciones, seguirá subsidiando a posibles votantes, subirá impuestos y esperará a que los demás nos saquen de la crisis, no importa más tarde. Para ZP lo importante no es la economía, lo importante son sus valores, sabe que los principios morales son los que organizan jerárquicamente las necesidades de los ciudadanos. El sigue su plan: ahora toca la liberalización del aborto, restricciones a la libertad religiosa, y su adoctrinamiento en las escuelas. ZP se centra en bascular lo ideológico a su favor, para ello v.gr. abusa del pacifismo simplón, exagera el cambio climático, su solidaridad es sectaria, el aborto lo plantea como un derecho, sus enemigos son la derecha y la iglesia. Le puede salir bien o mal, los votantes decidirán.

A los políticos les deberíamos exigir que fuesen más explícitos en sus políticas de largo plazo ¡quizás así! reducirían su populismo e intervencionismo. La creciente intromisión del Estado – con la extensión de la cultura del subsidio- es un factor que entorpece la consolidación democrática. Necesitamos tener conceptos claros que nos permitan analizar la complejidad de un mundo cambiante. Huntintong acuñó el de gobernabilidad, al distinguir que lo más importante no es la forma de gobierno, sino el grado de gobierno. Una sociedad democrática necesita una real división de poderes, donde funcionen los contrapesos que dan en la práctica gobiernos complejos, que evitan en gran medida la inestabilidad.

La gobernabilidad será más fácil en estados: que no sean muy extensos y que cuenten con más sociedad civil.

Hoy Europa, está en declive: por la falta de confianza en sus propios valores: de esfuerzo, de austeridad, del cristianismo, de la familia tradicional, del respeto a la vida, de la autoridad de padres y maestros, de una educación exigente. Los ciudadanos son cada vez más egoístas, materialistas, hedonistas, muchos solo piensan en trabajar poco y jubilarse pronto. En España se acepta socialmente hacer todo tipo de trampas, para sacar ventajas individuales a cargo del Estado, aún a costa de mentir. Tenemos demasiados ciudadanos acomplejados tanto por su pasado personal como por la propia historia occidental. ¡Eso sí! Sobre protegidos por los estados, muchos son cada vez más holgazanes, todo ello en un entorno demoledor: de gran consumo de drogas, con alto consumo de alcohol incluso a edades tempranas, con mucha emigración ilegal, el multiculturalismo en auge, con la repulsa de los países radicales islámicos a todo lo que suene a occidental, la aparición de un nuevo tipo de indigenismo agresivo, la consolidación de la nueva dictadura china, la sobreprotección a ciertos animales en contraposición con la desprotección a los fetos humanos, con más de 4.500 expedientes anuales de agresiones de hijos a sus padres, hoy en España.

La civilización no puede darse por supuesta, necesita ser defendida en el día a día por todos, siempre esta amenazada. Qué debemos hacer para revitalizar la civilización occidental. Lo políticamente correcto, dice que ¡hace falta más libertad, más progreso material! Pero no es verdad, lo que hace falta es más coraje para volver a los valores que hemos relegado y que nos son necesarios para oponerlos a esos otros contravalores: hedonismo, materialismo, súper sexualidad, islamismo radical, independentismos, indigenismo. Los valores son los principios inspiradores de las instituciones y juegan un papel decisivo en la resolución de los conflictos. No hay que aparcarlos ni de la vida personal ni colectiva y sino los hacemos valer nosotros, florecerán sus contrarios.

Desde la caída del muro de Berlín, la pregunta ya no es ¿de qué lado estamos?, sino ¿quiénes somos?. La respuesta no es tan fácil, en la vieja Europa estamos al borde de la decadencia. Debemos trabajar para que nuestros valores se expandan de forma pacífica, lenta pero constantemente. Hay que abandonar toda arrogancia, y trabajar con humildad por salvar la situación de declive moral, de suicido cultural, de desunión política básica. No hay mas que seguir las noticias y ya ni nos escandalizamos con tanta barbaridad. Hay que evitar el florecimiento de enclaves culturales antioccidentales (grupos justificadores del terrorismo, de la poligamia, etc). Fortalecer alianzas internas (trabajemos por un patriotismo constitucional, apoyado por la izquierda y la derecha), denunciar la confusa Alianza de Civilizaciones, buscar la cooperación con las otras civilizaciones amenazadas por el Islam radical.

Los europeos tenemos dificultades para mantener posiciones estratégicas que impliquen sacrificios: parece que hemos olvidado luchar por nuestra libertad. El Mayor inglés Eric Joyce, recién dimitido en Afganistán: ha dicho que Gran Bretaña, lucha; Alemania, paga; Francia, calcula; e Italia, evita; y en nuestra opinión España sigue emboscada. Con 220 soldados más, queremos satisfacer a Obama, para que reciba a ZP. Necesitamos un cambio de estrategia compartida con los aliados. Hoy los talibanes nos pueden atacar sabiendo que no van a ser atacados por nosotros, ya que estamos en misión de ayuda para la Paz. Los soldados españoles se limitan a defenderse, y solo acompañan a transportes y a ciertas tareas de reconstrucción. Este buenismo pacifista es letal y bochornoso tanto para nuestras tropas como para nuestra nación.

Plaza Nueva nº 836, 14 octubre 2009
Lo importante no es la economía

Muchos problemas, seguirán tras la salida de la crisis y sólo se solucionarán si practicamos los valores que definen a nuestra civilización; necesitamos mantener el carácter laico de los gobiernos, la separación Iglesia/Estado; no es posible ni conveniente extender la civilización occidental a todos los lugares del mundo; tampoco deberíamos tener el afán de intervenir en áreas lejanas a la nuestra, salvo en casos muy justificados. Pero sí que deberíamos proteger la seguridad e identidad de Occidente, y no tenemos que fomentar en casa el multiculturalismo que socava nuestra manera de ser. Occidente, es el resultado de la fusión de la cultura greco-latina, junto a la tradición judeo-cristiana, con la aportación de la ilustración, todos han sido inspiradores de unos valores (libertad, igualdad, tolerancia, democracia, Estado de Derecho) de los que nos sentimos muy orgullosos.

Los políticos hacen el avestruz, ante el problema del consumo de drogas que está muy generalizado; a muchos de nuestros jóvenes el consumo parece que les da premio, los iguala, y así consiguen ser aceptados mejor en ciertos grupos. También hay demasiados padres permisivos de niños de 7 y 8 años; niños que terminan asilvestrados y todos sabemos lo difícil que es enmendarlos más tarde. La letra (educación) con el esfuerzo (de padres, maestros y niños) entra; no se educa por generación espontánea, sin sacrificios, no es cuestión ni de más ordenadores, ni de más dinero, sino con esfuerzo y mérito, valores que deben impregnar todo el entorno; hoy alcanzamos la cifra pavorosa de un 31% de fracaso escolar, estos jóvenes quedan fuera del sistema formativo, y su relativismo y su desmoralización en ciertos casos se traduce en malos comportamientos sociales. Cuando estos se producen, nos cuesta aplicar simplemente la Ley, y muchos quieren hacer la vista gorda y para ello nos cuentan peregrinas justificaciones sociológicas.

Hay muchos jóvenes carentes de ideales que no quieren aburrirse, ya que ¡tienen que pasarlo bien a toda costa! ¡a su bola!, unos cuantos no conocen o no entienden del respeto a los otros, ¡pasan de la responsabilidad individual! sólo buscan su ¡placer ya! En este contexto no es de extrañar los problemas de ataques sexuales de adolescentes a adolescentes. En el Botellón se manifiestan unos verdaderos problemas, el exceso de alcohol desinhibe y entonces todo el mundo saca lo que tiene dentro, en ciertos casos: violencia y sexo. La culpa no es ni de los mayores, ni de padres y maestros, ni de los otros jóvenes. La mentalidad progre lleva demasiados años socializando unos contravalores, con el aplauso de muchos, que han impregnando la literatura, las películas, la tele, y que hay que combatirlos con firmeza y sin complejos.

La cultura occidental la debemos apoyar con nuestro modo de vida, con la lengua, con la nacionalidad, defendiendo la tradición cristiana, todo ello conforma nuestra civilización. Es todo un compendio, que ha hecho posible el desarrollo de la democracia, la defensa de los derechos humanos, la potenciación de la ciencia, el desarrollo de las universidades, ser sociedades sensibles para con los débiles y con programas de ayuda a los pueblos subdesarrollados, y por ello es muy peligroso la introducción en el seno de nuestras sociedades, sin debate previo, de grupos que intentan arrogarse derechos exclusivos, leyes para ellos, que no parten de nuestra tradición, y que no aceptan nuestro sistema, ni la igualdad ante la ley. Tampoco debemos reconocer ningún plus moral superior a la ONU, ya que sabemos que allí son mayoritarios los estados autoritarios -no democráticos- que no siempre buscan el bien de sus ciudadanos, y por ello no encontramos motivos para que tengamos que plegarnos a sus dictados, sin reflexionar antes su conveniencia.

Los occidentales tenemos una fuerte debilidad, porque mientras estamos abiertos al resto de civilizaciones, muchos de los nuestros son muy desafectos con la nuestra, llegando a ponerla en cuestión. Así muchos progres utilizan un inexplicable doble rasero, por un lado son muy sensibles y respetuosos, con el Islam, presentándolo como moderno, ecuménico ¡guay! y por otro atacan torticeramente a las propias Iglesias Cristianas, ridiculizando tanto a las personas como a las creencias cristianas en muchos medios de comunicación occidentales, que no osan criticar al Islam.
Necesitamos una regeneración democrática, cada día somos mas los que nos sentimos frustrados con la vida pública. Los partidos políticos no cumplen con su cometido, se han convertido en maquinarias electorales con escasa democracia interna, los medios de comunicación han forzado la aparición de líderes mediáticos que ofrecen mucha propaganda y pocas ideas, se han convertido en grupos de poder muchas veces al margen de las necesidades de los electores. Todo ello en un ambiente relativista, que sólo mira por los intereses en el corto plazo. Así muchas veces presentamos nuestro peor lado, el menos atractivo de nuestra civilización. Necesitamos ciudadanos con un rearme moral individual y colectivo, que no mientan, que no roben, en fin que tengan valores. Debemos tener una actitud participativa que exija la optimización de los impuestos, aboguen por una administración más reducida, con menos funcionarios, más barata, que reduzca el poder de los políticos, y tengan más presencia las organizaciones civiles no subvencionadas.