Israel ante el mundo. Ron Prosor

ILUSTRACIÓN LIBERAL Nº 62 – ISRAEL
Israel ante el mundo

Ron Prosor
Discurso pronunciado por el Sr. Prosor, embajador de Israel ante la ONU, ante la Asamblea General el 24 de noviembre de 2014.

Sr. Presidente,

Me presento ante el mundo como un orgulloso representante del Estado de Israel y del pueblo judío. Me presento firme ante ustedes sabiendo que la verdad y la moralidad están de mi lado. Y aun así, me presento aquí sabiendo que hoy, en esta Asamblea, la verdad será dada vuelta y la moralidad dejada de lado.

Cuando los miembros de la comunidad internacional hablan del conflicto israelo-palestino, desciende una niebla para nublar toda lógica y claridad moral. El resultado no es política práctica, es política no práctica.

La implacable atención del mundo sobre el conflicto israelo-palestino es una injusticia para decenas de millones de víctimas de la tiranía y el terrorismo en el Medio Oriente. Mientras hablamos, yazidíes, bahais, kurdos, cristianos y musulmanes están siendo ejecutados o expulsados por extremistas radicales en una proporción de mil personas por mes.

¿Cuántas resoluciones aprobaron ustesdes la semana pasada para encarar esta crisis? ¿Y a cuántas sesiones especiales llamaron? La respuesta es cero. ¿Qué dice esto sobre la preocupación internacional por la vida humana? No mucho, pero dice muchísimo sobre la hipocresía de la comunidad internacional.

Me presento ante ustedes para contar la verdad. De los 300 millones de árabes del Medio Oriente y el norte de África, menos de medio punto porcentual son verdaderamente libres, y todos ellos son ciudadanos de Israel. Los israelíes se cuentan entre los árabes mejor formados. Son nuestros prominentes médicos y cirujanos, son electos para nuestro Parlamento y se desempeñan como jueces en nuestra Corte Suprema. Millones de hombres y mujeres del Medio Oriente darían la bienvenida a esas oportunidades y libertades.

No obstante, delegación tras delegación se subirán hoy a este estrado a criticar a Israel, la pequeña isla democrática en una zona devastada por la tiranía y la opresión.

Sr. Presidente,

Nuestro conflicto nunca se ha tratado del establecimiento de un Estado palestino. Siempre se ha tratado de la existencia del Estado judío.
Sesenta y siete años atrás, el 29 de noviembre de 1947, Naciones Unidas votó por dividir la tierra en un Estado judío y un Estado árabe.  Los judíos dijeron sí. Los árabes dijeron no. Pero ellos no solo dijeron no: Egipto, Jordania, Siria, Irak, Arabia Saudita y el Líbano lanzaron una guerra de aniquilación contra nuestro Estado recién nacido.

Esta es la verdad histórica que los árabes están tratando de distorsionar. El error histórico de los árabes continúa teniendo consecuencias: en vidas perdidas en conflictos bélicos, en vidas perdidas en ataques terroristas y en vidas marcadas por los estrechos intereses políticos de los árabes.
Según las Naciones Unidas, unos 700.000 palestinos fueron desplazados en esa guerra iniciada por los propios árabes. Al mismo tiempo, unos 850.000 judíos fueron obligados a huir de los países árabes. Sesenta y siete años más tarde, el desplazamiento de los judíos ha sido olvidado por completo por esta institución, mientras el de los palestinos es el tema de un debate anual. La diferencia es que Israel hizo el mayor esfuerzo por integrar a los refugiados judíos en su sociedad. Los árabes hicieron exactamente lo opuesto.

La peor opresión contra el pueblo palestino tiene lugar en las naciones árabes. En la mayoría del mundo árabe, a los palestinos se les niega la ciudadanía, y son discriminados en forma agresiva. Tienen prohibido poseer tierra, así como desempeñar determinadas profesiones.
Y aun así ninguno –ninguno– de estos crímenes son mencionados en las resoluciones que se presentan ante ustedes.
Si estuvieran realmente preocupados por el sufrmiento del pueblo palestino habría una, aunque fuera sólo una, resolución sobre los miles de palestinos asesinados en Siria. Y si estuvieran tan verdaderamente preocupados por los palestinos habría al menos una resolución en la que se denunciara el trato dado a los palestinos en los campamentos de refugiados libaneses.

Pero no la hay. La razón es que el debate de hoy no es sobre la paz o el pueblo palestino. Es sobre Israel. Contra Israel. Es nada más que un festival de odio y castigo a Israel.

Sr. Presidente,

Las naciones europeas afirman defender la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero nada podría estar más lejos de la verdad.

A menudo escucho a los líderes europeos proclamar que Israel tiene el derecho a existir en fronteras seguras. Eso es muy lindo. Pero tengo que decir que tiene tanto sentido si yo me presentara aquí proclamando el derecho de Suecia a existir en fronteras seguras.

En lo que hace a cuestiones de seguridad, Israel aprendió que no puede depender de otros. Ciertamente, no de Europa.

En 1973, en Yom Kipur –el día más sagrado del calendario judío– las naciones árabes circundantes lanzaron un ataque contra Israel. En las horas previas, Golda Meir, nuestra primera ministra, tomó la difícil decision de no lanzar un ataque preventivo. El Gobierno asumió que si lanzábamos un ataque preventivo perderíamos el apoyo de la comunidad internacional.

A medida que los ejércitos árabes avanzaban, la situación en Israel se hacía más dificil. Nuestras bajas iban creciendo, al tiempo que se nos agotaban las municiones. En ésa nuestra hora de necesidad, el presidente Nixon y el secretario de Estado Kissinger acordaron enviar avionesGalaxy cargados con tanques y municiones para reaprovisionar a nuestras tropas.

El único problema era que los aparatos tenían que reabastecerse en su ruta a Israel.

Los Estados árabes estaban acercándose, y nuestra existencia misma estaba siendo amenazada. Sin embargo, Europa no estuvo siquiera dispuesta a permitir que los aviones se reabastecieran en su espacio aéreo. Estados Unidos intervino una vez más y negoció que se les permitiera hacerlo en las Azores. El Gobierno y pueblo de Israel nunca olvidarán que cuando nuestra existencia misma estaba en riesgo, sólo un país acudió en nuestra ayuda: los Estados Unidos de América.

Israel está cansada de promesas huecas de líderes europeos. El pueblo judío tiene larga memoria. Nunca jamás olvidaremos que ustedes nos fallaron en la década de 1940. Y en 1973. Y de nuevo están fallándonos hoy.

Todo Parlamento europeo que vote por reconocer prematura y unilateralmente un Estado palestino está dando a los palestinos exactamente lo que ellos quieren: el rango de Estado sin haber firmado la paz. Entregándoles un Estado en bandeja de plata, están ustedes recompensando acciones unilaterales y anulando cualquier incentivo para que los palestinos negocien o se comprometan a renunciar a la violencia. Están ustedes enviando el mensaje de que la Autoridad Palestina puede compartir Gobierno con terroristas e incitar a la violencia contra Israel sin pagar precio alguno.

El primer miembro de la UE en reconocer oficialmente un Estado palestino fue Suecia. Uno se tiene que preguntar por qué el Gobierno sueco estuvo tan ansioso por adoptar esa medida. Cuando se trata de otros conflictos de nuestra región, el Gobierno sueco pide negociaciones directas entre las partes; pero para los palestinos, oh sorpresa, extienden la alfombra roja. La ministra de Exteriores Söder puede pensar que está aquí para celebrar el llamado reconocimiento histórico de su Gobierno, cuando en realidad no es nada más que un error histórico.

El Gobierno sueco puede ser el anfitrión de la ceremonia de los Premios Nobel, pero no hay nada noble en su cínica campaña de apaciguamiento de los árabes a fin de obtener una banca en el Consejo de Seguridad. Los países presentes en el Consejo de Seguridad deben tener sentido y sensibilidad. Pues bien, el Gobierno sueco no ha mostrado ningún sentido y ninguna sensibilidad. Sólo ha cometido un despropósito.

Israel aprendió de la manera más amarga que hacer caso a la comunidad internacional puede tener consecuencias devastadoras. En el año 2005 desmantelamos todo asentamiento y evacuamos a todo ciudadano israelí de la Franja de Gaza. ¿Nos acercó más a la paz? En absoluto. Allanó el camino para que Irán enviase a sus representantes terorristas a establecer un bastión terrorista en nuestras fronteras.

Puedo asegurarles que no cometeremos el mismo error nuevamente. En lo que hace a nuestra seguridad, no podemos y no vamos depender de otros. Israel debe ser capaz de defenderse a sí misma y por sí misma.

Sr. Presidente,

El Estado de Israel es la tierra de nuestros ancestros, Abraham, Isaac y Iacob. Es la tierra a la que Moisés llevó al pueblo judío, donde David levantó su palacio, donde Salomon erigió el Templo y donde Isaías tuvo una visión de paz eterna.

Durante miles de años los judíos han vivido continuamente en la tierra de Israel. Hemos resistido al asecenso y caída de los imperios asirio, babilonio, griego y romano. A miles de años de persecución, expulsiones y cruzadas. El vínculo entre el pueblo judío y la tierra judía es inquebrantable.

Nada puede cambiar una simple verdad: Israel es nuestro hogar y Jerusalén es nuestra capital eterna.

Al mismo tiempo, reconocemos que Jerusalén tiene un significado especial para otros credos.Bajo la soberanía israelí, todas las personas –y repetiré esto: todas las personas–, sin importar su religión y nacionalidad, pueden visitar los lugares santos de la ciudad. Tenemos la intención de que así siga siendo. Los únicos que están tratando de alterar el statu quo en el Monte del Templo son los líderes palestinos.

El presidente Abás anda diciendo a su pueblo que los judíos están contaminando el Monte del Templo. Ha llamado a la celebración de días de la ira e instado a los palestinos a impedir que los judíos visiten el Monte del Templo por –cito– «todos los medios» necesarios. Estas palabras son tan irresponsables como inaceptables.

Ustedes no tienen que ser católicos para visitar el Vaticano, como no tienen que ser judíos para visitar el Muro Occidental; pero algunos palestinos quisieran ver el día en que sólo los musulmanes puedan visitar el Monte del Templo.

Ustedes, la comunidad internacional, están alentado a los extremistas y a los fanáticos. Ustedes, que predican la tolerancia y la libertad religiosa, deberían estar avergonzados.

Israel nunca permitirá que eso suceda. Nos aseguraremos de que los lugares santos permanezcan abiertos para todas las personas, de todos los credos, para todos los tiempos.

Sr. Presidente,

Nadie quiere la paz más que Israel. Nadie tiene que explicar la importancia de la paz para los padres que han enviado a su hijo a defender su patria.

Nadie conoce los riesgos del éxito o el fracaso mejor que nosotros, los israelíes. El pueblo de Israel ha vertido demasiadas lágrimas y enterrado a demasiados hijos e hijas.

Estamos preparados para la paz, pero no somos ingenuos. La seguridad de Israel es un bien superior. Sólo un Israel fuerte y seguro puede lograr una paz genuina.

El mes pasado debió dejar en claro para cualquiera que Israel tiene necesidades de seguridad inmediatas y urgentes. En las últimas semanas, terroristas palestinos han disparado y apuñalado a nuestros ciudadanos, y –en dos ocasiones– lanzado sus coches hacia grupos de viandantes.

Apenas algunos días atrás, terroristas armados con hachas y una pistola atacaron salvajemente a fieles judíos durante sus rezos matutinos. Hemos llegado a un punto en que los israelíes ni siquiera pueden encontrar refugio contra el terrorismo en el santuario de una sinagoga.

Estos ataques no surgieron de la nada. Son resultado de años de adoctrinamiento e incitación. Como dice el proverbio judío, «los instrumentos tanto de la muerte como de la vida están en el poder de la lengua».

Como judío y como israelí, sé con absoluta certeza que cuando nuestros enemigos dicen que quieren atacarnos, lo dicen en serio.

El estatuto genocida de Hamás pide la destrucción de Israel y el asesinato de los judíos. Durante años, Hamás y otros grupos terroristas han enviado atacantes suicidas a nuestras ciudades, lanzado cohetes contra nuestras ciudades, y mandado terroristas a secuestrar y asesinar a nuestros ciudadanos.

¿Y qué hay de la Autoridad Palestina? Está liderando una campaña sistemática de incitación. En las escuelas, a los niños se les está enseñando que «Palestina» se extenderá desde el río Jordán al mar Mediterráneo. En las mezquitas, los líderes religiosos están propalando libelos terribles al acusar a los judíos de destruir lugares santos musulmanes. En los diarios, las caricaturas instan a los palestinos a cometer ataques terroristas contra los israelíes.

En la mayor parte del mundo los niños crecen viendo a Mickey Mouse cantando y bailando. Los niños palestinos también crecen viendo a Mickey Mouse, pero en la televisión nacional palestina aparece con un cinturón explosivo y cantando «¡Muerte a América y a los judíos!».

Desde aquí les insto a hacer algo constructivo para el cambio. Denuncien públicamente la violencia, denuncien la incitación, denuncien la cultura del odio.

La mayoría de la gente cree que, en su núcleo, el conflicto es una batalla entre judíos y árabes o entre israelíes y palestinos. Están equivocados. La batalla es entre los que santifican la vida y los que celebran la muerte.

Luego del ataque salvaje a la sinagoga de Jerusalén hubo celebraciones en ciudades y pueblos palestinos. La gente bailaba en la calle y regalaba o recibía caramelos. Los jóvenes posaban con sus hachas, los altoparlantes de las mezquitas lanzaban mensajes de felicitación y los terroristas fueron saludados como «mártires» y “héroes”.

No fue la primera vez que vimos a los palestinos celebrar el asesinato de civiles inocentes. Les hemos visto hacerlo luego de cada ataque terrorista contra civiles israelíes y el 11-S, cuando el ataque al World Trade Center, justo aquí, en la ciudad de Nueva York.

Imaginen qué clase de Estado produciría esa sociedad. ¿Realmente necesita el Medio Oriente otra terroristocracia? Algunos miembros de la comunidad internacional están contribuyendo a su creación.

Sr. Presidente,

Al acceder al recinto de Naciones Unidas pasamos por delante de las banderas de los 193 Estados miembros. Si usted se toma el tiempo de contarlas, descubrirá que hay 15 banderas con una luna creciente y 25 con una cruz. Y luego hay una bandera con una estrella de David, judía. Entre todas las naciones del mundo, apenas hay una pequeña nación-Estado para el pueblo judío. Para algunas personas, eso es demasiado.

Estando aquí, ante ustedes, me acuerdo de todos los años en que el pueblo judío pagó con sangre por la ignorancia y la indiferencia del mundo.

Esos días ya no volverán. Nunca nos disculparemos por ser un pueblo libre e independiente en nuestro Estado soberano. Y nunca nos disculparemos por defendernos.

A los países que continúan permitiendo que el prejuicio prevalezca sobre la verdad les digo:»J’accuse». Los acuso de hipocresía. Los acuso de duplicidad. Los acuso de dar legitimidad a los que buscan destruir nuestro Estado. Los acuso de hablar sobre el derecho a la legítima defensa de Israel pero de negarlo en la práctica. Y los acuso de exigir concesiones de Israel pero no pedir nada a los palestinos.

Frente a estas ofensas, el veredicto es claro. Ustedes no están a favor de la paz y no están a favor del pueblo palestino. Están simplemente contra Israel.

Miembros de la comunidad internacional: tienen una elección que hacer. Pueden reconocer a Israel como la nación-Estado del pueblo judío o permitir que el liderazgo palestino niegue nuestra historia sin mayores consecuencias. Pueden proclamar públicamente que el llamado «derecho de retorno» es un imposible o pueden permitir que este reclamo siga siendo el principal obstáculo para cualquier acuerdo de paz.

Pueden trabajar para terminar con la incitación palestina o echarse a un lado mientras el odio y el extremismo echan raíces por generaciones.

Pueden reconocer en forma prematura un Estado palestino o pueden alentar a la Autoridad Palestina a romper su pacto con Hamás y regresar a las negociaciones directas.

La decisión es suya. Pueden seguir desencaminando a los palestinos o allanar el camino para una paz auténtica y duradera.

Gracias, Sr. Presidente.