Franquismo

¿Tuvo legitimidad de origen el franquismo?

Pío Moa

La intención básica de la Ley de Memoria Histórica consiste en la deslegitimación del franquismo, en torno a la cual se ha forjado un extraño consenso.

Suele hablarse de legitimidad de origen y legitimidad de ejercicio. Atendiendo al origen, solo podría ilegitimarse al franquismo si se hubiera alzado contra un gobierno legal y de convivencia en libertad. Pero el Frente Popular fue lo opuesto, y las pretensiones en contra chocan con los hechos, la lógica y el sentido común. Franco no luchó contra una democracia, sino contra un violento y tiránico proceso revolucionario que había devastado la legalidad republicana.

Ello no tiene vuelta de hoja a tenor de los datos conocidos, por mucho que diversos ideólogos insistan con terquedad asombrosa en lo contrario. Rebelarse contra una amenaza radical como la que entonces pendía sobre la sociedad española, estaba justificado, como tantas rebeliones semejantes ocurridas en muchos países, y que a menudo son la base misma de su existencia.

Así pues, Franco no derrotó a un régimen de convivencia en libertad, sino a una revolución en marcha. Algo que ninguna fuerza de carácter liberal o demócrata estaba en condiciones de hacer. En esta difícil hazaña radica, precisamente la legitimidad de origen del franquismo. Recordemos las palabras del socialista Besteiro y del liberal Marañón justificando a los nacionales por haber salvado al país de un inmenso peligro.

Aducen muchos en contra que los nacionales recibieron apoyo de Mussolini y, sobre todo, de Hitler, un dictador totalitario; y sobre esa realidad han pretendido identificar a Franco con ellos. Claro que el Frente Popular gozó del respaldo de Stalin, y este doble hecho ya indica hasta qué punto estaba fuera de cuestión la democracia en aquella pugna. Ahora bien, hay diferencias fundamentales entre la acción soviética y la de los países fascistas en España. Así, Mussolini había sido muy poco sanguinario y Hitler no había cometido aún los crímenes de la Guerra Mundial, mientras que Stalin acumulaba ya una verdadera montaña de cadáveres. Esta es una diferencia moral decisiva.

Francisco Franco derrotó a una Revolución en marcha

Además, ni Hitler ni Mussolini redujeron la independencia política de Franco, que no vaciló en anunciar, en 1938, su decisión de permanecer neutral en caso de guerra entre los países fascistas y las democracias. El poder de Stalin sobre el Frente Popular fue incomparablemente superior, decisivo, por tres vías esenciales: las reservas financieras enviadas (fraudulentamente) a Moscú y que este pasó a controlar; el PCE, agente declarado (y orgulloso de serlo) de la Unión Soviética, que se convirtió en el partido más fuerte del Frente Popular, sobre todo en el ejército y la policía; y los asesores políticos y militares, cuya influencia superó de modo incomparable a la ejercida por alemanes e italianos en el bando nacional. Diferencia política indiscutiblemente crucial.

La diferencia resalta nuevamente en el empecinamiento del Frente Popular por alargar una guerra que tenía perdida desde octubre de 1937, con la esperanza de enlazarla con la guerra europea en ciernes. Como es sabido, Franco frustró este plan de sus adversarios, venciéndolos cinco meses antes del comienzo de la contienda en Europa. Y luego, si fuera cierta la identificación entre Franco y Hitler, el primero habría entrado sin duda en la guerra mundial al lado de Alemania e Italia. Pero no lo hizo. Por el contrario, mantuvo un equilibrio sumamente difícil entre ellas y los Aliados anglosajones. Ese equilibrio produjo inmensos beneficios para España, al librarla de una catástrofe mucho mayor que la guerra civil recién superada, y también proporcionó ventajas estratégicas de primer orden para los Aliados, cuya posición durante varios años habría estado muy comprometida si España se hubiera sumado a Alemania.

El socialista Besteiro justificó a los nacionales por haber salvado al país

Dado el inmenso valor de la neutralidad española, muchos comentaristas han negado el mérito de ella a Franco, hasta atribuírselo ¡al propio Hitler! Pero las cartas cruzadas entre ambos en 1941, que he reproducido en Años de hierro, demuestran una vez más y de modo concluyente, que fue Franco quien evitó a su país unos sacrificios arrasadores. Sobre esto no puede caber hoy la menor duda.

Tenemos, por tanto, tres evidencias en el origen del franquismo: venció un proceso revolucionario de orientación totalitaria; logró terminar la lucha antes de la II Guerra Mundial; y libró a España de esta, la más sangrienta de la historia. Esta triple hazaña proporciona al franquismo una evidentísima legitimidad de origen, quizá la mayor de cualquier régimen español en los últimos dos siglos.

Franquismo

Muchos probablemente no diferimos especialmente en cuanto a cuestiones como las libertades políticas o la limitación y separación de poderes, pero sí con respecto a los sucesos constitutivos de nuestra realidad actual (la guerra civil y el franquismo) y a ciertos enfoques sobre la historia.

Hoy muchos admiten que las izquierdas y los separatistas hicieron inevitable la guerra, pero enseguida condenan al franquismo por ser una dictadura o, en cualquier caso, por haberse mantenido demasiado tiempo. Para ser justos, los liberales, a principios de los años 30, apenas hicieron otra cosa que confundir la realidad y allanar el camino a los revolucionarios. Tanto Ortega, como Marañón, Pérez de Ayala y otros muchos, adscritos al liberalismo, pensaban en una república ideal. Los tres reconocerían y sentirían acerbamente su enorme error, lo que les honra.

Remontándose para atrás, cabe señalar que el principal problema del siglo XIX, causa de una lamentable decadencia, no fue, como suele afirmarse, la pugna entre carlistas y liberales, resuelta pronto a favor de los últimos, sino entre los liberales mismos, los exaltados y los moderados.

La historia de los liberales en España, en los últimos dos siglos, no es muy reconfortante, y se debe, creo, a una causa extensible a otras ideologías, como la marxista: sus ideólogos tomaron ideas del exterior, vulgarizándolas y sin ser capaces de adaptarlas a una realidad cultural e histórica que solían menospreciar con pretenciosidad ridícula.

La historia abocó a España, en los años 30, a una crisis revolucionaria mezclada con otra separatista, que empujó al país al borde del abismo. Y quienes lo sacaron de él no fueron los liberales, sino precisamente los seguidores de Franco, para quienes la democracia quedaba descartada o en segundo plano ante la urgencia de salvar la continuidad nacional y cristiana, frente al empuje marxista totalitario.

El socialista Besteiro, señalo que quienes salvaron a España de “la mayor aberración que han conocido los siglos” no fueron los liberales, sino “los nacionales”, sean cuales sean sus defectos, que se han batido en la gran cruzada anticomunista”. Algo parecido dijeron Marañón o Pérez de Ayala.

Solo por eso, tenemos mucho, muchísimo que agradecer a aquellos “nacionalistas”.

¿Fue el franquismo una dictadura? Lo fue, pero autoritaria, no totalitaria, libró a España de dictaduras muchos peores y de otros graves males. Dejó un país próspero y en lo esencial reconciliado, algo que ningún liberal o liberales estaban ni remotamente en condiciones de hacer. Las democracias no funcionan en países  muy pobres, o cargados de odios sociales, como ocurría en la España republicana.

¿Duró demasiado el franquismo? Franco dejó un país, con sólidas bases para una convivencia en libertad, porque contaba con una sólida clase media, y una prosperidad económica. Hoy, casi 40 años después de la muerte de Franco, constatamos una triple crisis de España, nacional, política y económica, causada por partidos y políticos, que se dicen democráticos y que evidentemente distan mucho de ser los. Una crisis que lleva el sello del antifranquismo en la corrupción, la complacencia con el terrorismo, la politización y descrédito de la justicia, y de las tensiones separatistas.

Después de la traumática experiencia republicana, liquidada por el Frente Popular, apenas quedaban demócratas en España y, como vemos, hoy sigue sin haber muchos. Se dijo que la República había fracasado por escasez de republicanos, y nuestra democracia, lo que queda de ella, podría hundirse por insuficiencia de demócratas.

Debemos evitar la frivolidad, de las condenas vacuas y a históricas. Entender el porqué de la sublevación y agradecer a los que nos libraron de la pesadilla, que hubiera supuesto el triunfo de los republicanos radicalizados y dirigidos por el PC; debemos hacer un gran esfuerzo por entender nuestro pasado y cultura, para no pasar de un extremo a otro, desde la revolucionario-separatista a convertirnos en un apéndice ridículo, en una parodia de los Aliados.

¿Por qué se luchó en la Guerra Civil?

En la Ley de Memoria Histórica se justifica a uno de los bandos, el del Frente Popular, que habría luchado por el “derecho, la justicia y la libertad” contra los designios criminales del contrario. Pero ¿cómo se llegó al choque armado? las izquierdas y separatistas asaltaron la República en octubre de 1934 y arrasaron su legalidad entre febrero y julio de 1936. Esto acabó con las posibilidades de una convivencia razonable. Una democracia no puede funcionar cuando uno o varios partidos poderosos están resueltos a anular a los contrarios. Por eso, la democracia dejó de tener un papel cuando hablaron las armas.

Obviamente, las izquierdas no asaltaron la República por “locura”, sino con objetivos bastante definidos: comunistas y socialistas pensaban en una revolución inspirada en la soviética, inmediata; los anarquistas querían otra revolución, anárquica y opuesta a la soviética; los republicanos de izquierda deseaban un régimen dominado por ellos mismos y apoyada en los revolucionarios, donde la derecha estuviera proscrita del poder; y los separatistas aspiraban a disgregar España en varios estados pequeños, balcanizando la península. Se observa fácilmente que los fines eran muy diversos y en parte contradictorios, lo cual explica los sabotajes y persecuciones entre unos y otros de esos partidos.

No obstante, sus acres divisiones, izquierdas y separatistas coincidían en dos fines: erradicar la cultura cristiana y destruir la nación española por una vía u otra. No fue casual que entre ellos proliferasen los vivas a Rusia, a la revolución, a la república, a Cataluña o Euskadi, mientras los “viva España” eran oídos con hostilidad. El propio Azaña confesaría: “Lo que me ha dado un hachazo terrible es haber descubierto la falta de solidaridad nacional. Ni aun el peligro de la guerra ha servido de soldador. Al contrario, se han aprovechado para que cada cual tire por su lado”. Pero quienes por oportunismo se mostraron más patriotas españoles fueron los comunistas. Estos descubrieron pronto la fuerza del patriotismo en la parte nacional y trataron de contrarrestarla.

En cuanto a la cultura católica, su aniquilamiento se intentó llevar a cabo de forma sistemática durante la misma guerra. Fueron asesinados, a menudo con crueldad extrema, unos 7.000 clérigos y miles de personas más por sus creencias religiosas; miles de templos y capillas, bibliotecas y obras de arte fueron pasto de las llamas, destrozados o saqueados. Se trató de una de las mayores persecuciones que haya sufrido la Iglesia en su historia, y un genocidio técnicamente. El odio a la Iglesia había sido cultivado con gran intensidad por todas las izquierdas, por considerar la religión en general o la cristiana en particular, como causa de los mayores males sociales. Una excepción peculiar fue el Partido Nacionalista Vasco, que mantuvo la religión en Vizcaya.

El bando nacional también constaba de corrientes diversas y a veces mal avenidas, desde la Falange, hasta monárquicos alfonsinos y carlistas. Pero les unió precisamente lo que el Frente Popular atacaba: la defensa de la nación española y de su tradición y cultura religiosas. Sobre esa base fue posible una unidad mucho mayor, sin llegar nunca a la persecución interna que caracterizó a sus adversarios.

Lo que estuvo en juego durante la guerra fue, para unos, la conservación de España y de la religión, y para otros diversas concepciones revolucionarias o disgregadoras. Si esto se olvida, como hace la LMH, jamás se entenderá el fondo y carácter de la guerra.

¿Franco asesino?

Los enormes tesoros expoliados por los dirigentes del Frente Popular al patrimonio artístico e histórico español, a los particulares y hasta a los montes de piedad. Con esos tesoros huyeron al exilio dejando en la estacada, sin ninguna previsión de huida, a muchos miles de sus sicarios, asesinos y torturadores de las chekas.

A quienes intentan pasar ustedes por “víctimas de los crímenes franquistas”. Que con sus sórdidas peleas en el exilio por los bienes robados. Besteiro se refería al oro mandado a Moscú por el Frente Popular, y que había redundado en tantas muertes y exiliados. De Besteiro son otras frases como estas: Estamos derrotados por nuestras propias culpas (…) por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos (…) La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique, la representan genuinamente, sea los que quieran sus defectos, los nacionalistas que se han batido en la gran cruzada antikomintern».

Besteiro acertaba: los nacionales, con Franco a la cabeza, se habían levantado no contra un régimen legítimo y democrático como usted pretende, sino contra un Frente Popular salido de unas elecciones evidentemente fraudulentas, que destruyó la legalidad republicana y emprendió de inmediato un proceso revolucionario de gran violencia. Si usted llama democrático a aquel régimen, formado por stalinistas, marxistas revolucionarios, anarquistas, golpistas como Azaña o Companys y racistas extremos como el PNV, es porque, evidentemente, usted no es un demócrata. Me asombra, además, esa pretensión de legitimidad en su boca, cuando su partido, el PNV, traicionó al Frente Popular vendiéndose a los fascistas italianos, después de colaborar con él y con sus incontables crímenes, incluido el genocidio religioso. Porque lo único bueno que hizo el PNV durante la guerra fueron dos cosas: entregar a Franco las industrias pesadas y de armamentos de Bilbao, y traicionar al Frente Popular en Santoña. Luego, en el exilio, su partido se dedicó a espiar para el FBI a sus incautos “compañeros de armas”. Es que al PNV hay que echarle de comer aparte. Ningún partido del resto de España le ha superado en hipocresía y carácter traicionero, y ya es difícil, porque la competencia es fuerte.

Me asombra, además, que usted trate de asesino a Franco y hable de sus víctimas. Su “legítimo” Frente Popular empezó los asesinatos y el terrorismo en plena paz, y durante la guerra los llevó al máximo. Y no solo contra la derecha, sino entre las propias izquierdas, tal era su afición. Cuando los asesinos de izquierda, abandonados por sus jefes, fueron capturados por lo nacionales, sufrieron el castigo entonces legal. Cierto que, dadas las circunstancias emocionales de la época, cayeron también algunos inocentes. Inocentes a los que ustedes insultan equiparándolos a los criminales, violadores y torturadores: todos “víctimas”. Ahí se retratan ustedes. Y llama asesino a Franco usted, que representa al PNV, cuya colaboración con la ETA, rentabilizando sus asesinatos (las “nueces” de Arzallus) es bien notorio. Decía Marx que había alguien más despreciable que el verdugo: su ayudante. Ustedes son los ayudantes de los pistoleros. Próximamente saldrá mi libro sobre los separatismos vasco y catalán en la guerra, el franquismo y la democracia. Espero que le resulte de utilidad.

No menos me asombra su desenvoltura para hablar en nombre de la democracia, como si esta la hubieran traído ustedes o les debiera algo a ustedes. Voy a informarle de algunos hechos elementales, implícitos en las frases de Besteiro: el franquismo fue una solución excepcional a una crisis histórica excepcional, en la que estaban en peligro extremo la continuidad de la nación española, de la cultura cristiana y de otras muchas cosas, como la propiedad privada, etc. El régimen salido de la guerra cumplió brillantemente su papel, dejando un país próspero y reconciliado, superando la miseria, el hambre y los odios que destrozaron la república. Dejando un país apto para una democracia estable y no convulsa como la republicana. Y fue la clase política franquista la que, con mejor o peor acierto, dio paso a la democracia.

Dije en el debate que en tiempos de Franco pocos luchamos contra él, y quienes lo hicimos no teníamos nada de demócratas. No hubo oposición democrática a Franco. No hubo demócratas en las cárceles de Franco, sino comunistas y terroristas, y no muchos porque, como dije, éramos pocos y la gente, en general no nos hacía caso. Pues bien, ustedes,  antifranquistas a destiempo, ahora que ya no existe Franco ni su régimen, tampoco son demócratas.  Ustedes son simplemente beneficiarios de la democracia. Y más que beneficiarios, parásitos. Pues observe las amenazas que han distorsionado y degenerado al régimen actual: a) el terrorismo y la colaboración con él por parte de todos los antifranquistas a destiempo. b) La corrupción masiva emprendida por aquellos de los “cien años de honradez” y que plaga al país entero, izquierdas y derechas. c) Los separatismos antiespañoles, que tanto han explotado el terrorismo y atacan las libertades en sus regiones. d) El ataque a Montesquieu, es decir, la politización de la justicia y la eliminación de una elemental separación de poderes. Estas cuatro plagas y otras por el estilo vienen de la izquierda y los separatistas, casi siempre juntos. Y todas tienen el sello antifranquista.  Se ha creado la absurda idea de que antifranquismo era democracia: es justamente lo contrario.

Ustedes han ido ya muy lejos, no cesan de fomentar los odios como hicieron en la república, y están creando una grave crisis política y nacional, además de económica. Su industria es la mentira sistemática, no han aprendido nada de la historia. Espero y deseo que no nos lleven a una nueva catástrofe, de cuya responsabilidad nadie podría eximirles.

“Las nuevas generaciones sólo conocen la versión de izquierdas de la Guerra Civil”

Un personaje magnífico, pero que cometió enormes errores fue Indalecio Prieto. Fue un líder socialista magnífico, no era revolucionario. Metió la pata al principio de la guerra y en el momento del Frente Popular porque cedió a esa presión revolucionaria. Pero en realidad él era un socialista democrático que pudo solucionar muchas cosas y no fue así. Ese personaje con otra actuación más firme antes de la guerra habría solucionado muchas cosas.

«El otro bando reconoció sus errores, pero la izquierda nunca lo ha hecho»

-¿Está España preparada para hablar de la Guerra Civil sin polarizarse? Depende de qué generaciones. La mía ha visto dos versiones. Identificamos las dos y somos capaces de sacar conclusiones. Sin embargo, la generación de mis hijos tiene una sola versión, le falta información y formación sobre lo que ocurrió, objetivamente hablando. Hay que reconocer errores y eso no se ha hecho en un bando. Se ha hecho en el otro pero en el de la izquierda no se han reconocido los errores. No sólo nos falta voluntad de entendimiento, lo que falta es conocimiento real.

-¿Qué le parece el proceso de memoria histórica que pusieron en marcha los socialistas?
-Se desaprovechó, porque sólo hubo memoria histórica para los de un lado.

-¿Y no fue igual durante los 40 años de franquismo? En nuestro bachillerato la historia de España acababa en 1931. A partir de ahí saltábamos al presente y por supuesto, la información que llegaba era del bando nacional. Pero de ahí se pasó a exactamente lo contrario. Las nuevas generaciones han escuchado justamente lo contrario de lo que yo oía de pequeña. Nadie es capaz de hablar ahora con objetividad.
-Mucha gente insiste en que el modelo de la transición está agotado. ¿Usted qué piensa?Yo creo que el resultado ha sido magnífico. La transición la viví. Creo que se hizo con mucha transigencia y voluntad de entendimiento. Y lo que ahora falta es eso. Se trata de entenderse, así sea para modificar algo. La monarquía parlamentaria ha dado un resultado magnífico. España ha crecido. Es un país democrático como cualquier monarquía parlamentaria europea, que son las mejores, de lejos. ¿Qué hay que modificar cosas? Pues que se pongan de acuerdo.

Tesis sobre Franco

Nuestra democracia no madurará mientras no reconozca su origen real.
*A los 38 años de su muerte, Franco sigue muy presente: hay más antifranquistas que nunca. ¿Qué revela ello? Su importancia histórica.
*En vida de Franco, su oposición se componía de comunistas y/o terroristas. El actual antifranquismo representa el triunfo de la propaganda de comunistas y terroristas.
*Que la propaganda comunistoide y separatista haya adquirido influencia creciente hasta hoy, refleja una grave falla de esta democracia. Entre otras.
*Franco no tuvo oposición popular. Ya en los años 40 fracasó el maquis, ante todo porque el pueblo nunca lo secundó. Ni el PCE ni el terrorismo separatista lograron mucho apoyo.
*Dicen odiar a Franco porque no era demócrata. Pero él no tuvo oposición democrática. No hubo demócratas o liberales en la cárcel.
*No puede haber democracia sin demócratas. Los pocos que había, prosperaban sin problemas bajo Franco, quejas intranscendentes aparte. Ídem los socialistas.
*En la transición salieron los presos políticos: apenas 300 en una población de 36 millones.Todos presos totalitarios (comunistas y terroristas).
*De hecho, la democracia actual procede de Franco, de la sociedad próspera y reconciliada que la permitió. ¿Se le odia a pesar de eso? No: por eso.
*El franquismo permitió que la democracia llegase sin traumas, por desarrollo propio. No como en casi toda Europa occidental, donde llegó por la intervención militar de Usa.
*Aun hoy, el número de demócratas y liberales en España es escaso: solo hay que ver los graves problemas y crisis que sufre el régimen actual.
*Los peligros de la democracia (terrorismo, corrupción masiva, “muerte de Montesquieu”, separatismos…) tienen todos el sello antifranquista.
*No es cierto que Franco se rebelase contra una democracia. Esta fue destruida por el Frente Popular y sustituida por un proceso revolucionario. Contra él se rebeló Franco.
*Dicen odiar a Franco porque atacaba a los trabajadores. Estos prosperaron entonces más rápidamente y con mayores derechos que nunca antes o después.
*Dicen también que odian a Franco porque firmó muchas penas de muerte. Las firmaban los jueces, él firmaba las conmutaciones, aproximadamente la mitad de las condenas.
*Se pretende que el número de ejecutados de posguerra sobrepasó los 200.000, los 150.000, los 80.000… La cifra real está probablemente en unos 12.000
*La cifra de muertes en la represión franquista es seguramente mucho más baja que la de cualquier país europeo en guerra durante el siglo XX.
*Se pretende que se fusilaba a gente por el simple hecho de pertenecer a partidos “republicanos”. No eran republicanos, sino revolucionarios y en su mayoría criminales, torturadores, chekistas, etc.
*Por supuesto, en las circunstancias emocionales de la guerra, también cayeron inocentes. Pero es curioso que los antifranquistas los equiparen con los chekistas: todos “víctimas”.
*Se acusa a Franco de cruel. ¿En comparación con quiénes? Churchill y Roosevelt sí fueron crueles, por no hablar de Stalin o Hitler.
*Es sorprendente  y revelador cómo gran parte de la derecha repite simiescamente las invenciones subvencionadas por unas izquierdas que sí hicieron lo que achacan a Franco.
*La adhesión de la derecha a las falsedades de la izquierda sobre Franco demuestra una degeneración moral, intelectual y política muy alarmante.
*Evidencias: con Franco, el bienestar económico creció a mayor ritmo que nunca antes o después. ¿Se le odia a pesar de eso? No: por eso, precisamente.
*Evidencias: Franco derrotó a la revolución, al maquis y al injusto, por no decir delictivo, aislamiento internacional. ¿Se le odia a pesar de eso? No: por eso.
*Evidencias: Franco salvó la unidad nacional y la cultura cristiana, junto con lapropiedad privada, creó la Seguridad Social, etc. ¿Le odian a pesar de eso? No: por eso.
*Evidencias: Franco mantuvo a España al margen de la guerra mundial, en la que pretendía meterla la izquierda. ¿Se le odia a pesar de eso? No: por eso.
*Franco inauguró el período de paz más prolongado que haya vivido España en dos siglos, y que aún persiste. ¿Le odian a pesar de eso? No: por eso.
*Evidencias: el antifranquismo une en un haz a De Juana Chaos, Arzallus, Mas, Roldán, Pajín, Josu Ternera, Guerra, Zapatero, Aido, M.A.R. Junqueras… Distinguido club.
*Para el club de los antifranquistas, el embuste, la calumnia y la distorsión son las armas más apreciadas. Siento haberme quedado casi solo en su desenmascaramiento.
*Es significativo que el odio incondicional a Franco provenga de políticos terroristas o colaboradores del terrorismo, de corruptos, separatistas, etc.
*Una democracia que no reconozca su verdadero origen está condenada a corromperse y degenerar entre demagogias.

CÓMO FUE LA REPRESIÓN? la cadena perpetua no pasaba de 6 años

Hubo represión, pero muy exagerada por la historiografía de izquierda. No hubo 200.000 ejecutados, sino 50.000, y la mitad fueron conmutadas por cadena perpetua.

Dadas las evidencias, izquierdas y separatistas deben admitir que, por las extremas circunstancias de una guerra, el terror fue practicado en los dos bandos. Entonces cargan las tintas sobre la represión posterior: afirman que “no vino la paz, sino la victoria”, hablan de hasta más de 200.000 personas supuestamente fusiladas por el delito de ser, también supuestamente, republicanas, y muchas más sometidas a trabajos forzados en campos asimilables a los nazis (no al GULAG, por razones obvias).

En realidad, ya Ramón Salas Larrazábal redujo a la décima parte los supuestos 200.000 ejecutados. A partir de ciertos informes, Salas estimó en 50.000 las condenas a muerte, casi la mitad conmutadas por cadena perpetua.

Una “perpetua” que pocas veces pasó de los seis años, por indultos y redención de penas por el trabajo. Pero el archivo de las penas de muerte remitidas obligatoriamente al gobierno, y que ahora empieza a investigarse, da otras cifras: unas 22.000 condenas, casi la mitad conmutadas.

La desaforada exageración cuantitativa se extiende, de nuevo, al terreno cualitativo. Ante todo, la represión de posguerra fue judicial casi totalmente, a diferencia de la practicada en la posguerra de Francia, Italia, no digamos Alemania o países del este, donde se realizó por asesinato puro y simple.

La Ley de Memoria Histórica (LMH) declara nulos aquellos juicios, alegando falta de garantías. Pero siendo menos garantistas que los juicios actuales, lo son mucho más que los tribunales “populares” del bando rojo, de arbitrariedad máxima y con los que, sin decirlo, se identifican los autores de la LMH, según es fácil observar.

Al anular –fraudulentamente– aquellos juicios, la LMH pretende ocultar que ellos afectaron ante todo a autores de asesinatos, violaciones, torturas y expolios. Y que si los nacionales capturaron a muchos miles de tales delincuentes se debió a que los jefes de estos los abandonaron sin previsión alguna: solo se ocuparon de huir con ingentes riquezas saqueadas al patrimonio histórico y artístico y a particulares, peleándose por ellas en el exilio, como ellos mismos explicaron y he recordado en Los mitos de la Guerra Civil. Presentar a los sicarios abandonados como honrados defensores de la democracia y la libertad vuelve a resaltar la monstruosidad moral de esa ley.

Os obvio, también, que dadas las pasiones de una guerra recién terminada, cayeran inocentes además de culpables. He expuesto los casos de Peiró y de García Atadell como ejemplos de uno y otro caso.

Pero la LMH lleva al extremo más grotesco su falsedad cuando equipara como “víctimas” a criminales e inocentes, rebajando a estos al nivel de aquellos y exaltando así a los primeros. Difícilmente podría haberse hecho una ley más descaradamente inmoral e injusta.

También se ha esgrimido mucho el argumento de las condenas por rebelión militar, cuando los rebeldes habían sido los nacionales. Cierto, pero no se habían rebelado contra un régimen legítimo, legal y democrático, sino contra quienes habían devastado la legalidad de la República, como ya quedó dicho.

La cuestión de los trabajos forzados queda bien reflejada en la masiva campaña mediática sobre el Valle de los Caídos, en la que colaboró la derecha. Según ella, el monumento lo habían construido 20.000 presos “republicanos” en condiciones de esclavitud y con innumerables muertos por enfermedad o accidente.

Una vez más chocamos con la técnica de la funesta campaña sobre la represión de Asturias en 1934, con el “Himalaya de falsedades”, o “esa constante mentira” que tanto irritaba a G. Marañón. Los hechos básicos, hoy bien documentados, son: A) Los obreros en el Valle nunca pasaron de 1.278 como máximo, en su gran mayoría libres. B) De ellos, los condenados por delitos en la guerra no pasaron de la décima parte. C) No trabajaron forzados, sino voluntarios, con salario y redención de penas por el trabajo (hasta cinco días de condena por cada uno trabajado) D) Ninguno trabajó allí más de cinco años. En 1950 no quedaba ningún preso, pero varios de ellos siguieron trabajando allí como libres. E) Los muertos en los quince años de obras fueron 14, número pequeño en una obra de esa magnitud.

Las represiones han sido habituales en todas las posguerras del siglo XX, , con especial saña las de la II Guerra Mundial. La que el bando rojo habría practicado de haber vencido, puede imaginarse fácilmente por lo que han hecho otros regímenes similares y por el terror entre sus mismos partidos durante la contienda.

Que, setenta años después, unos políticos y partidos se identifiquen con el Frente Popular y traten de imponer una ley basada en un cenagal de falsedades, revela cierta enfermedad moral que afecta a nuestra clase política. Y que importa superar, porque lo contamina todo.

La represión en el Frente Popular

Atrocidades se cometieron indistintamente en los dos bandos, pero la gran diferencia entre izquierda y derecha, es que la primera obedecía a una genocidio contra la cultura cristiana.

No menos que la represión de los nacionales ha sido distorsionada la del Frente Popular. Sus panegiristas la han atenuado o justificado: habría sido un terror de respuesta al de sus enemigos y tenido carácter popular y espontáneo, luego encauzado jurídicamente por las autoridades “democráticas”.

Y habría constituido una especie de justicia histórica, idea que empapa la Ley de Memoria Histórica (LMH9 en la línea expuesta por J. Villarroya y J. M. Solé: «La represión ejercida por jornaleros y campesinos, por trabajadores y obreros y también por la aplicación de la ley entonces vigente, era para defender los avances sociales y políticos de uno de los países con más injusticia social de Europa. Los muchos errores que indudablemente se cometían pretendían defender una nueva sociedad. Más libre y más justa. La represión de los sublevados y sus seguidores era para defender una sociedad de privilegios».  De ahí a gritar «¡Bien por el aniquilamiento de los opresores!» no media ni un paso, pues la conclusión viene implícita.

Pero los revolucionarios no defendían avances sociales y políticos, o una sociedad «más libre y más justa», como prueba una aplastante experiencia histórica. En los países donde triunfaron los correligionarios de las izquierdas españolas, la población perdió la libertad, sometida a una casta burocrática dueña de un Estado policial.

Es más que discutible que España fuera «uno de los países con más injusticia social de Europa», pero no hay duda de que el remedio propuesto por los revolucionarios empeoraba la enfermedad, si de libertad, justicia y riqueza hablamos.

Estos autores tienen derecho a preferir tales remedios, pero no a invocar en su beneficio la libertad y la justicia. Y aún menos a identificar al pueblo con la minoría de sádicos y ladrones que al hundirse la ley obró a su antojo. Además, la mitad al menos del pueblo estaba con el bando franquista.
Más ecuánime, Josep Pla dijo que si se parte un queso por la mitad no es probable que una parte salga camembert y la otra gruyère, indicando que la conducta de los dos bandos fue igual, al ser todos españoles. Sin embargo la frase, aunque ingeniosa, es falsa. Veamos algunas diferencias:

  • Primero, como ya indiqué y contra la pretensión citada, las izquierdas iniciaron los atentados, ya desde la “quema de conventos”, así como los asesinatos, 6 en las elecciones de 1933. El terror de respuesta fue el derechista, no el contrario. Es una diferencia moral importante.
    Segundo, el terror rojo no fue “popular y espontáneo”, como también se dice. Fue cultivado con una larga siembra de odio y practicado no por “el pueblo”, sino por miles de individuos fanatizados, organizados en partidos y sindicatos y en la policía.
    Tercero, así como la represión inicial de los nacionales en la guerra tenía como objetivo asegurar una retaguardia débil, la del Frente Popular perseguía una “limpia” definitiva aprovechando una victoria que daban por segura.
    Cuarto, en el bando nacional no se produjo un terror interno, mientras que en el bando contrario sí se dio entre las diversas facciones del Frente Popular, con torturas y crímenes, hasta ocasionar dos pequeñas guerras civiles entre las mismas izquierdas.
    Quinto, el sadismo empleado en la zona roja, hasta quemando vivas a familias con niños, crucificando o toreando a presos, etc. no se alcanzó en el bando nacional, sin que ello suponga que este se mostrase muy humanitario (hoy están definitivamente descartadas leyendas como la de la “matanza de la plaza de toros de Badajoz”).
    Sexto, el terror rojo tuvo carácter técnico de genocidio contra la cultura cristiana, con intento de exterminio del clero, de muchos católicos practicantes, devastación de templos, bibliotecas y hasta de las cruces de los cementerios. Los cargos de “genocidio” u “holocausto” esgrimidos contra el bando nacional no resisten el menor análisis.
    Séptimo, el mayor asesinato masivo de presos fue realizado por el Frente Popular en Paracuellos. Los intentos de buscar algún “paracuellos” cometido por los nacionales, como en el barranco de Órgiva, en Granada, han fracasado.
    Así pues, aunque hay equivalencia aproximada en el número de muertos por la represión en los dos bandos, las diferencias cualitativas son muy pronunciadas. Y no a favor de aquellos en cuyo honor se ha elaborado la LMH

Guernica, leyenda

Otra leyenda que las investigaciones han descartado es la del bombardeo “de exterminio” en Guernica, achacándole hasta 3.000 muertos. Murieron un máximo de 127, según ha demostrado Jesús Salas Larrazábal en un minucioso estudio. Por otra parte, Franco prohibió los bombardeos sobre la población civil, mientras que el bando contrario se jactaba en sus partes de los que realizaba en Oviedo, Huesca y otros puntos.

Franco, desde el liberalismo

No fueron los liberales quienes salvaron a España, su cultura y la propiedad privada en 1936-39, sino el franquismo. Se lo deben todo a aquellos que osaron rebelarse entonces. Pero algunos liberales se ponen estupendos y condenan a aquel régimen

Dado que un rasgo de la inanidad o páramo intelectual en que vive España es la ausencia de debate a pesar de los gravísimos problemas a que nos enfrentamos, siempre es bienvenida la argumentación discrepante y razonada. Así, mi amigo José Carlos Rodríguez contradice mi tesis de que el franquismo puede defenderse desde la democracia liberal.

Un problema típico en las discusiones reside en el intento de argumentar con un principio abstracto sin tener en cuenta su interrelación con otros principios concurrentes ni las circunstancias reales, históricas. Así, enarbolando el principio de la democracia –y sin explicar bien qué entendemos por ella– muchos condenan bobamente todos los regímenes europeos habidos en la historia antes del siglo XX (quizá con la excepción del suizo). Esto es típico de cierto pensamiento o antipensamiento muy difundido en España, y me temo que José Carlos Rodríguez cae un poco en esa tendencia.

Partamos de los hechos básicos, tan a menudo pasados por alto o tergiversados: nuestra democracia procede de la legitimidad franquista mediante una reforma de la ley a la ley. Y precisamente en contra de la opción rupturista, que pretendía legitimar a la república (al Frente Popular, más bien), opción que parecía a muchos más democrática. Pero el apoyo popular a la reforma franquista se apoyaba en una experiencia histórica que por entonces muy pocos discutíamos: la paz, prosperidad, reconciliación, independencia y unidad nacional alcanzadas en superación de una república que había echado abajo todos esos valores. Estos son hechos indiscutibles. Y aquí vienen otros hechos: los antifranquistas, que invocan tanto la república sin tener en cuenta sus efectos históricos, siguen socavando hoy la convivencia democrática: terrorismo o colaboración con él, separatismos, ataques a Montesquieu, niveles de corrupción muy superiores a los del franquismo, corrosión de la soberanía y la unidad nacional…

Todo esto no ha ocurrido por casualidad, y frente a ello tienen un peso menor –aunque sean interesantes– cuestiones sobre si el Frente Popular pudo haberse moderado (en mi opinión, no, en absoluto, y lo que ya había hecho justificaba plenamente la rebelión). Rodríguez dice que no eran necesarias las 30.000 ejecuciones de posguerra o la violación de derechos individuales. En realidad, el asunto de las ejecuciones está aún por investigar seriamente, y a partir de ciertos indicios creo que las cifras son muy inferiores, aparte de que se trató de ejecuciones legales casi todas y a menudo por crímenes espeluznantes. Y en todas las posguerras los derechos individuales son masivamente violados, como pasó en Europa Occidental después de la guerra mundial. En países democratizados como Francia o Italia, por ejemplo, las represalias fueron terribles y, al revés que en España, sin trámite judicial. ¿Los invalida como países democráticos? No hablemos ya de los países del este… O, por poner otro caso, los masivamente criminales bombardeos sobre la población civil alemana, ¿invalidan la causa de los Aliados? Yo creo que no, pero no dejan de ser cuestiones interesantes.

No tiene sentido comparar la actitud de Franco con la de Jefferson (más bien con la de Pilsudki, por ejemplo). Franco quería al principio una democratización en orden, pero la experiencia de la república le hizo creer que era imposible (e históricamente lo fue). Ni es cierto que nuestra historia sea la de las oportunidades perdidas. Al terminar la guerra mundial, Franco no tenía por qué «reengancharse» con los Aliados, que no paraban de chantajearle e intimidarle, pese a deberle tanto. La salida presuntamente democrática de Don Juan o el maquis habría significado con toda seguridad la vuelta a la guerra civil (lo explico en Años de hierro), porque otro rasgo del franquismo es que jamás tuvo oposición democrática real. Su oposición, incluso 36 años después, pretendía volver a las andadas, y lo está haciendo ahora mismo. Y si la sociedad española estaba preparada para la democracia al final del régimen, fue justamente por la obra de la dictadura autoritaria, de ningún modo por la de cualquier oposición.

Franco, en suma, libró a España de una revolución y no tuvo en su mano restaurar la democracia. Primero, porque no creía en ella tras la experiencia republicana; segundo, porque la mayoría de la población pensaba lo mismo, pues guardaba aún viva memoria de aquella república que quieren presentarnos ahora como modélica; y tercero porque la oposición era de tendencia totalitaria y terrorista o pro terrorista… por cierto que muy apoyada por las democracia europeas (y por gran parte de la Iglesia), algo a tener muy en cuenta, como recuerdo en La Transición de cristal.
La democracia llegó cuando pudo, se la debemos a la obra del franquismo y está muy amenazada precisamente por los antifranquistas. Así creo que fue y es, atendiendo a los hechos y no a buenos deseos algo etéreos.

El antifranquismo actual

El antifranquismo actual pretende una condena moral imposible. Es él mismo una enfermedad moral, causa risa que la oposición a Franco no ha cesado de crecer en los últimos quince años. Lo cual prueba tanto la farsa en que se ha convertido la política en España, como la plena actualidad de un personaje y un régimen fenecidos  hace 38 y 35 años respectivamente.

Franco y el Franquismo son actuales porque no han sido asimilados racionalmente, entre tantos necios que se creen demócratas por declararse antifranquistas. El antifranquismo ha creado una serie de mitos realmente estúpidos, por gratuitos e innecesarios, sobre la guerra civil y la era de Franco:

  • Franco “exterminó” a sus enemigos porque “no pensaban como él”. O  fusiló a decenas o cientos de miles de personas honradas por el solo delito de ser “republicanas”, y  las cunetas están llenas de restos de  asesinados.
  • Las checas y el genocidio religioso no existieron o estuvieron justificados, o más vale no hablar de ellos; mientras que los fusilados por el franquismo eran inocentes y no, en su mayoría, culpables de crímenes a menudo espantosos.
  • El Frente Popular había salido de unas elecciones democráticas y se componía de intachables demócratas y servidores del “pueblo”, contra unos  franquistas empeñados en perpetuar el oscurantismo y los “privilegios” de los capitalistas, curas y militares.
    El régimen de Franco es semejante al nazi y  debía encarcelarse a quienes sostengan otra cosa.
    El franquismo tuvo mucha oposición,  esta fue democrática y se metía en la cárcel al primero que discrepara del régimen;  la mujer estaba terriblemente discriminada y el vasco, el catalán y el gallego prohibidos, incluso bajo pena de muerte; y no había vida intelectual o cultural porque el régimen la asfixiaba…

Los antifranquistas creen que su ignorancia, sustituida por mitos de tres al cuarto, les otorga una aureola moral y democrática.

  • Creen que haber librado a España de una revolución totalitaria no tiene ningún mérito.
    Que haber evitado a España la II Guerra Mundial carece de importancia o incluso ocurrió a pesar de Franco.
    Que haber derrotado al maquis comunista es un crimen.
    Que haber asegurado la paz más larga en dos siglos, persistente aún, es una fruslería.
    Que haber traído la época de mayor prosperidad y desarrollo económico vivido por el país en dos siglos, carece de excesivo interés o sucedió a pesar del franquismo, que carece de valor haber disuelto (salvo en minorías irreconciliables) los odios que destrozaron a la república…
    En suma, creen que reconocer los enormes logros de aquel régimen es una actitud “fascista”, la cual debiera ser penada con cárcel o al menos rechazada de cualquier medio de comunicación y condenada a muerte civil.

Hay tres tipos de antifranquistas: los cínicos, los ingenuos y los del PP. Los primeros, son los golfos subvencionados de la memoria histórica, determinados historiadores y periodistas, son conscientes de sus embustes; pero también saben que el embuste se ha convertido en un negocio, muy productivo para muchos de ellos. Los ingenuos, la gran mayoría, si algo revelan es el éxito de la falsificación histórica y política entre un público de muy escaso sentido crítico y conocimiento del pasado, infantilizado a conciencia por la demagogia y la televisión basura. Ah, tenemos un tercer tipo: el de aquellos líderes del PP que escupen sobre la tumba de sus padres.

No es casual que el antifranquismo venga condensado en una ley totalitaria como la de la memoria histórica (LMH). Clave de una involución antidemocrática de la que casi todos los políticos se hacen los desentendidos