El legado de Menéndez Pelayo
Sin cimientos, cualquier edificio se cae. Es preciso recordar la importancia que tiene la memoria para la identidad de un pueblo. Quién no es capaz de evocar su pasado, pierde su identidad en el presente y se ve imposibilitado para construir su futuro. Al igual que una persona con alzheimer, es incapaz de reencontrarse y continuar construyendo su historia, una nación que olvida quién es y de dónde viene, es incapaz de trazarse un camino para el porvenir. Cuando el pueblo tras un triunfo futbolístico grita: “Yo soy español”, ¿qué está reclamando exactamente? ¿Qué es ser español? Fue Marcelino Menéndez Pelayo uno los primeros eruditos modernos que hizo un fecundo esfuerzo en
Recuperar el enorme legado hispano a la historia universal.
Que Europa y los propios españoles carguen contra su nación todo tipo de críticas no es nuevo. Ya en el siglo XIX, época en la que vivió don Marcelino, muchos intelectuales contemporáneos acusaban a España de no haber aportado nada a la ciencia. Sin embargo, aquellos individuos ya encontrarían la férrea oposición de Menéndez Pelayo, quién rescató toda la bibliografía de autores hispanos y la puso en conocimiento a todo el público para callar las voces de aquellos que constantemente se empeñaban en manchar el nombre de un país y de una tradición con el objetivo de defender los intereses de la suya propia.
No fue René Descartes el primer pensador en formular el famoso dogma racionalista “cogito ergo sum” (Pienso luego existo), sino el español Gómez de Pereira. Tampoco fue Galileo Galilei el que demostró la existencia del movimiento uniformemente acelerado, sino que le precedió el escolástico hispano Domingo de Soto. El nombre de Juan de Caramuel, importante matemático español de la época de Carlos II, tampoco se estudia, y ni siquiera se nombra a Antonio Nebrija, quien aportó al mundo la primera gramática viva de la historia, como no, en el idioma español.
Casi siempre han sido los intelectuales europeos los que han bebido de los saberes hallados por los españoles, escondiendo de forma poco honesta sus fuentes, por el hecho de no reconocer a España su grandeza. La leyenda negra no es nueva y fue Menéndez Pelayo quien, con gran esfuerzo y perspicacia, logró destaparla y desmentirla.
Libertad Municipal: Pasado y Presente
Los parlamentos no nacieron en Inglaterra, sino en España, en León, en el año 1188. Y el absolutismo monárquico proviene de Francia, mientras que la monarquía limitada pertenece al legado hispano.
Frente al centralismo e individualismo francés, existía el municipalismo y la comunidad española, la tradición de España, católica y romana, aporta una concepción política donde el poder se establece de abajo hacia arriba.
El Reino de los Reyes Católicos era un mosaico de municipios donde residían hombres libres que nombraban de manera directa a un vecino, al que le trasmitían unos deberes para defender en los concejos, y al que luego le pedían una rendición de cuentas en una relación política cercana y concreta puerta con puerta.
Frente a la profesionalización de lo político al estilo francés, existía la libertad municipal española. Mientras los Reyes hispanos poseían el poder Ejecutivo y era el hombre libre y responsable el encargado de discutir lo legislativo, siempre orientado por los principios católicos y la fe cristiana, los Reyes anglosajones absolutizaban el poder espiritual, y ello les daba acceso para hacer y deshacer el derecho a su capricho.
Los Reyes Católicos y la dinastía de los Austrias respetaron la separación entre la Iglesia y el Estado, mientras que la monarquía inglesa y los príncipes alemanes se arrogaron el poder espiritual del pueblo.
Religión y Política
España ha sido la nación que tradicionalmente ha respetado la libertad de culto, y no fueron cuestiones espirituales, sino sociales, las que llevaron a los Reyes a tomar medidas contra ciertas etnias.
De hecho, los Reyes hispanos, con el poder político, nunca fueron los que se atribuyeron la competencia, como en otras naciones europeas, del poder religioso, dictando lo que es bueno y lo que es malo.
Tradicionalmente España ha sido la nación europea que ha concedido a la Iglesia Católica, sede de expresión del Espíritu Santo, la cuestión de la Ley Natural. Por ello, aunque se proclame desde la propia Curia Romana la libertad religiosa, es decir, la libertad de cada individuo para encontrar la Verdad de Dios revelada en Cristo y abrazarla, sí se recomienda que los poderes políticos se inspiren en la tradición cristiana a la hora de legislar.
Constitución histórica y las Cortes de Cádiz
Con la traición de la monarquía borbónica, que cayó en las redes del poder de Napoleón Bonaparte, el pueblo español se vio en la obligación de defender su nación. Y fue en esa protección donde nació la primera Constitución española, cuyo contenido mezcló elementos religiosos, como la fe católica, y elementos modernos, como el sufragio en tres partes, es decir, ascendiente en parroquia, partido judicial y provincia.
No obstante, Menéndez Pelayo, entre otros autores españoles, denunció la forma de proceder en la elaboración de esta carta magna, llegando a la conclusión de que lo que en realidad fue, es un texto constitucional hecho por una oligarquía que se puso la etiqueta de ser la representación de todo el pueblo.
Las Cortes de Cádiz trajeron conceptos políticos nuevos como el de la soberanía. Esto vino a cambiar la forma del poder, la palabra pasó de ser un adjetivo a un sustantivo.
Soberanía se formó como un atributo que podía poseer un individuo (monarquía) o un conjunto de ciudadanos (democracia) para poder hacer y deshacer a su antojo. Se modificó la Ley de Dios por la voluntad humana. Aquel liberalismo trajo el despotismo en la forma de una libertad absoluta de donde surgió el nacionalismo, es decir, la salvación del hombre en la nación y no en la Iglesia.
El poder dejó de ser una capacidad de la naturaleza del hombre que viene de Dios para retornar a él en un camino de Verdad, a ser una fuerza absoluta, es decir, absuelta de vínculo, que un individuo o un conjunto agregado de ellos posee para hacer y deshacer a su libre arbitrio. El concepto de Rey, Patria, Ley, Catolicismo y Cortes, tradicional de España, se modificó por el de Despotismo Ilustrado, Nacionalismo, Decreto, Racionalismo y Ministerios.
Economía, Impuestos y Propiedad
En la tradición hispana, eran los mismos súbditos del Rey los que aprobaban o denegaban en Cortes la modificación impositiva. Los tributos se llamaban “pechos” y no existía la imposición directa.
Dos eran los grandes “pechos” que había: El almojarifazgo, que era algo parecido a una aduana que gravaba la entrada y salida de mercaderías del Reino, y la alcabala, que era una especie de IVA, fijado en torno al 2% y al 5%, que se establecía entre los trueques y los cambios.
También había pequeñas tasas a nivel local que eran fijadas con objetivos concretos. Por ejemplo, el Fumazgo era una contribución de los vecinos para mantener sus fortalezas, y la Farda, se cobraba sólo en el Reino de Granada con la finalidad de proteger sus costas de los ataques moros.
La Iglesia tenía su recaudación especial de una sociedad donde la fe era un pilar fundamental. De esta manera, contribuían a su mantenimiento y expansión con el diezmo.
Los pensadores de la Escuela Hispana (Siglos XVI y XVII), también conocida como la Escuela de Salamanca, elaboraron cuatro principios tributarios para fijar los “pechos”. El primero, que el impuesto es, en palabras de Francisco Suárez, una “obligación de justicia, basada no en nueva y generosa donación sino en el derecho natural”, y que lo debía imponer una autoridad competente. El segundo, que debía ser establecido conforme al bien común, que no el interés general, y el tercero, que debía guardar una proporcionalidad, que no progresividad. También pensaban que los pobres, ciegos y ancianos, por su incapacidad, los nobles, por contribuir a la defensa del Reino, y el clero, por servir para a la salvación espiritual, debían estar exentos de los pechos.
Otros dos principios se añadían a los citados, de la mano del padre Juan de Mariana. Este jesuita español decía que los pechos debían ser también distributivos, que no redistributivos, y debían estar aprobados por la voluntad general del pueblo.
Respecto al comercio, el sistema económico tradicional español era de libre empresa con responsabilidad ilimitada, donde existían comerciantes y no compañías capitalistas. La ausencia de planificación era una realidad y la regulación se hacía a nivel local y no estatal. Los Reyes eran unos empresarios más que se ajustaban a las condiciones del mercado y no podían disponer de las leyes para favorecer sus proyectos.
A partir de las revoluciones liberales, el estatalismo desplazó a la Iglesia primero, y a la sociedad después, cambiando la providencia divina por la planificación. Ramiro de Maeztu en su obra “Defensa de la Hispanidad” denunció cómo los burgueses se sirvieron del poder para su negocio, fomentando la creación de grandes poderes anónimos con ausencia de responsabilidad, y la elaboración de ideologías que evadían al hombre de su realidad concreta y dividían al pueblo acaparando a los vecinos en partidos políticos.
Xavier Agenjo Bullón, director de Proyectos de la Fundación Ignacio Larramendi. Pablo Berenguer, Ramón Peralta, Armando Zerolo y José Antonio Pérez, Rubén Manso y Daniel Marín.
Conclusiones de un encuentro.