El relativismo

                

El relativismo, una plaga

Ricardo Guelbenzu Morte

12 octubre 2010

El problema moral es el más importante, de los muchos que tenemos y hay que afrontarlo para solucionar bien el resto. Por causa del relativismo un sector de la izquierda se auto engaña en sus juicios. Menosprecian nuestra autoestima europea, que se apoya en los valores occidentales: herederos de la filosofía griega, del derecho romano, junto a la moral judeocristiana. No valoran las ayudas a países en desarrollo; el desarrollo espectacular de la ciencia, de las técnicas y de las artes; el respeto a los derechos humanos, la separación de poderes, y por supuesto el cristianismo, que es su principal obstáculo ideológico.

Han conseguido que cada vez más europeos piensen que nada es verdadero. Su discurso político y moral lo reducen a meros sentimientos, u emociones. La verdad ha pasado a ser algo meramente subjetivo. En nombre de la tolerancia y del respeto no se hace sino alimentar un discurso lleno de nihilismo cultural, así para ser tolerante no hay que pensar ni creer en la verdad, sino pensar y creer en `mi´ verdad. El pluralismo necesita de conciencias libres, que se pongan en discusión en la vida pública. No es correcto que cada cual deba dejar sus principios morales en casa, ni que estos sean exclusivamente del ámbito privado, como una y otra vez nos dicen; precisamente debemos comunicarlos a los demás con libertad y respeto. Esta combinación de respeto a la verdad y de libertad para buscarla, es el fundamento último de la cultura y la democracia europeas.

Muchos europeos hoy no creen que nuestra cultura merezca ser defendida. Tienden a ceder ante cualquier postura extremista, con fuerza suficiente. Presentan síntomas de debilidad frente al islamismo que tiene cada vez más fuerza ideológica. Hoy el deterioro de la calidad democrática en Europa es ya un hecho derivado en parte de este relativismo. En nombre de la tolerancia, la democracia y la paz, este relativismo intenta sofocar toda disidencia moral o política en la conciencia humana. En España, cualquiera que tenga opiniones distintas a la de la mayoría social o parlamentaria, es acusado a la mínima de intolerante, o de fascista. Han montado un espectáculo en defensa de Garzón, con falsos argumentos guerra civilistas, sin ningún respeto por el estado de derecho, y encima presumen de demócratas ¡increíble!

Propician en los demás un `complejo de culpa´, diciendo que nuestros valores están `contaminados´ por haber sido utilizados en ocasiones para dominar y explotar a los más débiles. No comprenden la raíz del mal, ni la concepción del bien. Para ellos, parece que no hay nada por lo que merece la pena esforzarse, o luchar, “los delincuentes son unos enfermos sociales a los que casi hay que pedirles perdón”, “pagan rescates por pescadores y cooperantes, sin medir sus terribles consecuencias” etc. Lo paradójico es que han alcanzado un notable éxito, pues parte de la derecha acepta estas posiciones. Envuelven sus posiciones bajo un manto de `buenismo´ y exagerando los hechos, desfiguran la realidad. Al parecer por nuestras supuestas tropelías históricas, deberíamos pagar por nuestros `pecados´ subvencionando a tantas y confusas ONG, que administran ingentes cantidades de dinero, y así aumentan su control e influencia.

Seremos más fácilmente moldeables cuanto menos apreciemos nuestras señas de identidad. No exigiremos unas condiciones democráticas a países terceros, si no creemos en nuestros propios valores. Nos dicen que ¡no somos nadie, para dar lecciones! y por ello no exigen la democracia en Cuba. En cambio, ellos sí se consideran con una superioridad moral sobre los demás. No reparan en utilizar sus mensajes maliciosos: sobre el cambio climático, la extensión de derechos a minorías, un pacifismo sesgado, y un dialogo multicultural acomplejado. Es una ofensiva en toda regla, apoyada en un laicismo mal intencionado. Ellos han renunciado a cambiar el modo de producción capitalista, pero intentan ser hegemónicos en ideas y valores. Por otro lado, mucha derecha ciega, sorda y tonta, se centra solamente en ganar dinero, dejando la cultura en sus manos.

Estos apoyan todo tipo de hedonismo, debilitando así la dimensión espiritual del hombre. No dejan de ridiculizar todo lo que suene a antiguo, a católico, a valores morales, por apoyar a la familia heterosexual, o por no aceptar el aborto, como derecho. Desconocen que `tradición´ significa, transmisión del saber de una generación a otra.

Raramente lo que exigen que se aplique a los gobiernos de derecha, quieren que se les exija a los de izquierda, su relativismo es `escorado´. Cuando viajan por países islamismos o del tercer mundo ponen a parir a Occidente, para luego volver a sufrir `nuestra decadencia´. En fin ¡que plaga!
Plaza Nueva nº 891, 20 0ctubre 2010, Blog Institución Futuro 12 octubre 2010