Daniel Celayeta
15 febrero 2016
Ya no disimulan, cada día son más descarados, piensan que un gobierno débil en Madrid les favorece. Ya no se molestan en ocultar su marcado independentismo vasco, ellos se empecinan en creerse el Eusko Matrix que venden a todo ingenuo que les quiera escuchar. No les importa estar todo el día cuestionando la navarridad de nuestra tierra. Están subidos, se vienen a Pamplona a celebrar su congreso y plantean su estrategia de una independencia a plazos, educada. Su congreso a la búlgara ha elegido por unanimidad a Ortuzar. Viven la sensación de que esta vez se reúnen en “casa” al contar con la Presidenta Barcos como anfitriona. La elección de Pamplona no es casual, siguen con su empanada mental persiguiendo su quimera. El PNV ha aprobado su hoja de ruta hasta 2020. Pretende dar un nuevo rumbo al autogobierno de Euskadi. Como elementos sustantivos pretenden el reconocimiento nacional de Euskadi, la consecución de una nueva bilateralidad en la relación de Euskadi con el Estado, el reconocimiento y aplicación del derecho a decidir.
Han dictaminado que el Estado español debe hacer frente a una nueva transición. Proponen dos vías para su encaje: o incorporar al texto constitucional el derecho de autodeterminación o llevar a cabo una profundización de los derechos históricos de la adicional primera. Reclaman, las condiciones políticas y sociales que les acerquen eficazmente a la institucionalización del derecho a decidir. Lógicamente con lo anterior el PNV ha decidido dar por agotado el actual Estatuto de Autonomía del País Vasco, de 1977. Se tragan todos los discursos para tontos que nos han vendido. El problema ya no estriba en si Euskadi debe tener más o menos competencias. Hoy enseñan una vez más la patita y dicen que el autogobierno ha entrado en crisis por la pérdida paulatina de valor del Estatuto, arguyendo el nuevo centralismo, la intervención del TC.
Quieren actualizar la relación de convivencia de Euskadi con el Estado español. Defiende que estamos en el tiempo de alcanzar un nuevo pacto, un nuevo estatus para Euskadi. A partir de este punto, el documento sienta las bases: nos encontramos en una nueva encrucijada, afirma el PNV dentro de su idea de segunda Transición. Citan el ejemplo del referéndum escocés, pero son dos referencias propias de las que se inspiran las reivindicaciones soberanistas: el estatuto aprobado por el Parlamento vasco en 2004, en medio del desafío del ilegal plan Ibarretxe, y los llamados acuerdos de Loyola de 2006, cuando Zapatero promovió contactos con ETA y su entorno en los que se implicó al PNV.
Quieren la Independencia a plazos, una independencia a cucharaditas para que los tontos de los españoles lo asimilemos más fácilmente. Ahora resulta que Euskadi ya no es una simple comunidad autónoma. Euskadi necesita un nuevo estatus en que el pueblo vasco sea reconocido como nación, es un claro el aviso que lanza el PNV a Pedro Sánchez. También advierten que la solución federal que proponen los socialistas no sirve, si los elementos federados son las comunidades autónomas hoy existentes. Euskadi afirman que no puede ser una comunidad autónoma más o un estado federado más en versión socialista.
El PNV quiere que el reconocimiento como nación, suponga una bilateralidad en la relación con el Estado. Propone crear, un órgano especial de arbitraje en el que sus miembros fueran designados a mitades por ambas partes. Y de allí emane una órgano que arregle los desacuerdos tratando de evitar al Tribunal Constitucional. Por eso las competencias exclusivas, serán genuinas y no podrán modificarse por decisiones externas. Eso sí hoy sólo se conformarían con una representación en la UNESCO o con selecciones nacionales vascas al usar del deporte como agente vertebrador de la identidad vasca. El PNV aspira a que este nuevo estatus tenga encaje en la Unión Europea, que debe ser la senda para el avance hacia nuestro mañana. Piensan así adoptar una nueva hoja de ruta que acoja su auténtica pluralidad nacional, más allá de los actuales miembros estado-nación, reconociendo también a los pueblos y naciones europeas que son realidades políticas y vivenciales anteriores a los propios Estados. También quieren vender a plazos su nación a Europa.
Para abrir boca, no dan puntada sin hilo y hoy solicitan Pensiones propias, puesto que saben que sin contar con el apoyo de los pensionistas nunca tendrían una mayoría política. Por ello propugnan un sistema propio de seguridad social y pensiones, tanto en el País Vasco como en Navarra. Y han desarrollado un plan de cómo hacerlo. La propuesta plantea articular un órgano gestor capacitado para la preparación del modelo de traspaso del régimen económico de la Seguridad Social en un primer momento, y capaz de la gestión completa de la Seguridad Social en su dimensión universal más tarde. Este sistema rompería con la caja única y que en Euskadi se complementaría con impuestos y con los planes privados.
También el PNV ha aprobado en Pamplona la despenalización de la eutanasia y el suicidio asistido médicamente, siempre que se cumplan una serie de condiciones. Quién les ha visto y quién les ve, los discípulos de Sabino Arana.
Aviso a navegantes, como son navarros, dicen que son vascos. Los peneuvistas ante el Monumento a los Fueros han aprovechado la ocasión y el lugar para lanzar un discurso en clave navarra, afirmando: «Somos navarros y por el hecho de serlo sentimos que formamos parte del pueblo vasco. Consideramos que Navarra constituye un sujeto político, y que como navarros tenemos el derecho a decidir libre y democráticamente nuestro futuro. Somos navarros, somos vascos, y por ello no queremos vivir de espaldas al resto de territorios de nuestro pueblo. Queremos tender puentes con nuestros hermanos de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y País Vasco francés. Ahora seguimos viviendo aquel dulce sueñoque algunos empezaron en Pamplona hace más de un siglo, han remachado.” Por si algún tonto lo tenía olvidado, ya no hablan del derecho de los navarros a decidir su futuro. Una vez más paso a paso continúan con su estrategia a largo plazo, pero la venden sin sobresaltos.