El mal negocio del euskera

6 noviembre 2013

Si la base del nacionalismo es el vascuence, pero sólo lo conoce la mitad de la población y sólo lo usa el 13%, evidentemente el nacionalismo tiene un problema.

Pero el problema no lo tiene el euskera, sino el nacionalismo.

Porque fuera del ámbito nacionalista no hay un número correcto de personas que tengan que hablar euskera.

Si uno no quiere crear una sociedad vascoparlante para crear un estado cuyo idioma y elemento unificador sea el vascuence, no importa cuántas personas hablen vascuence.

Que hable euskera el que quiera. La libertad, además, es gratis. Y la libertad no genera rechazo, lo que sería bueno para el euskera.

Lo que sucede es que resulta difícil que el 100% de la población quisiera voluntariamente aprender euskera, por lo que la libertad es un problema para el nacionalismo.

La vía para imponer el vascuence es la idea de que todos somos vascos, que el vascuence es la lengua propia de los vascos (aunque no la hable ni la mitad, no digamos en Navarra) y que si somos vascos y es nuestra lengua debemos conocerla.

Naturalmente esta idea ignora deliberadamente el hecho de que eso de ser vasco es algo discutido y discutible, salvo en el sentido de ser vecino de la CAV, que en Navarra hace siglos y siglos (desde mucho antes de 1512) que sólo una parte de la población habla vascuence (los Fueros estaban redactados en romance), que para la mayor parte el español es la lengua propia o tan propia como el vascuence y que, desde tiempos inmemoriales, lo vasco es una parte pero ni de lejos el todo de lo que es Navarra o el País Vasco. Más allá de llamar vascos a los que viven en el País Vasco, cualquier otra definición de vasco dejaría fuera al 50% de los vascos o al 80% de los navarros, convertidos poco menos que en marcianos dentro de su propia tierra, que es plural y diversa. En realidad, si el 100% de la población es algo es castellanoparlante mientras que el euskera en Navarra es la tercera o cuarta lengua. De hecho, si de repente se nos olvidara a todos hablar en español, muchos más navarros intentarían comunicarse en inglés o en francés que en euskera.

El caso es que, según leemos en un interesante artículo de latribunadelpaisvasco.com, las administraciones de la CAV (sólo las de la CAV) se han gastado 2.500 millones de euros en los últimos trece años para implantar el euskera en la sociedad vasca

Desde el año 2000, con los 2.444 millones de euros destinados a potenciar el aprendizaje y la utilización del euskera entre una población que tiene mayoritariamente el español como su lengua materna, se hubieran podido crear 61.000 puestos de trabajo, 488.000 plazas de educación infantil ó 50 hospitales oncológicos.

Todo eso sólo ha servido para impulsar artificiosamente el aprendizaje y la expansión del euskera, un idioma que solamente es utilizado habitualmente por el 13% de la población vasca. Esta ingente cantidad de recursos públicos que año tras año ha salido, en su mayor parte, del presupuesto de euskera del Gobierno vasco (70%), de las inversiones realizadas por los municipios de más de 5.000 habitantes (20%) y de los presupuestos de las diputaciones forales (10,6%).

Los datos de esta inversión descomunal destinada a financiar y poner en marcha una inmersión lingüística gigantesca están extraídos del informe “Indicadores de situación y evolución del euskera” elaborado por el Departamento de Cultura del Gobierno vasco y revelan también que el uso del euskera varía notablemente de un territorio a otro. El porcentaje de personas que se expresan en euskera tanto o más que en castellano es del 3,3 % en Álava, del 12,5 % en Vizcaya y del 35,6 % en Guipúzcoa. Otro estudio, en esta ocasión realizado por el Cluster de Sociolingüística de Euskadi, titulado “Medición del uso de las lenguas en la calle”, pone el acento en lo llamativo que resulta que a pesar de la enorme inversión de dinero público realizada, el empleo del vascuence en las calles de la región apenas haya variado en las últimas décadas. De hecho, en veintidós años, prácticamente desde que comenzara a realizarse esta medición, el uso del vascuence ha aumentado 2,5 pírricos puntos.

Aunque el nacionalismo apela con frecuencia a las instituciones europeas para justificar sus políticas de inmersión, en este caso La Tribuna del País Vasco recuerda que el Parlamento Europeo ha sido muy explícito y ha señalado recientemente que “es esencial salvaguardar la posibilidad de que los padres y responsables de la educación elijan la lengua oficial en que han de educarse sus hijos en los países en que coexistan una o más lenguas oficiales”, añadiendo que “ningún escolar (de la Unión Europea) podrá ser privado de la enseñanza en la lengua oficial del Estado.”

Así pues, el conocimiento del idioma y su uso en el conjunto de la población revelan que el vascuence es un idioma artificialmente promovido sobre tres efectivas (y carísimas) estrategias impositivas implantadas durante más de treinta años de control casi exclusivamente nacionalista de las instituciones: la obligatoriedad, en la mayor parte de los casos sin alternativa, de que los niños vascos desarrollen sus estudios íntegramente en euskera; la exigencia del conocimiento del vascuence para optar a cualquier puesto público de trabajo, y la conversión de este idioma en el gran filtro que da acceso a los principales ámbitos de poder de la comunidad autónoma. Más que un problema de libertad para hablar euskera, lo que existe es un problema de falta de libertad para no hablarlo.

No tiene sentido minusvalorar la importancia del vascuence pero tampoco tiene sentido mitificarla. Alguien dijo que idioma es a cultura simplemente lo que hormigonera a arquitectura.

Hay que pensar además que toda discriminación positiva implica necesariamente una discriminación negativa. Discriminar positivamente a los que hablan euskera implica discriminar negativamente a los que no lo hablan.

Por último, 2.500 millones es una barbaridad de dinero. Son 2/3 del presupuesto anual de Navarra. Es el coste de toda la Sanidad pública navarra durante 3 años. El coste de la UPNA durante 33 años. ¿Merece la pena gastar tanto dinero para convertir artificialmente en bilingüe a una población que no lo es? Es más: ¿merece la pena gastar tanto para encima no conseguirlo?