Iñaki Iriarte López
Con motivo de los Sanfermines, Eusko Alkartasuna ha engalanado los balcones de su sede en la Plaza del Castillo con el lema: “Nafarrok: erabakitze eskubidea” (Los navarros: derecho a decidir). Dicho lema está en línea con el discurso empleado últimamente por EH-Bildu -coalición en la que está integrada EA, junto a Sortu, Aralar y Alternatiba-.
La idea de que los navarros tengan por sí solos el derecho a decidir y, muy particularmente, a decidir acerca de su inclusión en el País Vasco resulta totalmente ajena a la que ha sido tradicionalmente la doctrina oficial abertzale. Así, en abril 1979, HB declaraba en una nota publicada en EGIN: “no aceptaremos soluciones a medias que separen a Navarra del resto de Euskal Herria”. Por esos mismos años, el que con el tiempo sería presidente de la Federación de Ikastolas de Navarra, el ya fallecido Jesús Bueno Asín, afirmaba: “No se puede admitir un referéndum para decidir si Navarra es vasca o no. Porque esto es vejatorio para Navarra”.
Las citas podrían multiplicarse hasta el aburrimiento. Probablemente, el lugar en donde más clara quedó la opinión del MLNV acerca de la cuestión navarra fue en la famosa entrevista que Pedro J. hizo a la dirección de ETA en 1988: “El problema de Nafarroa”, señaló tajante ésta, “es un punto innegociable para nosotros. No vamos a renunciar en ningún momento a que Nafarroa quede comprendida en el futuro marco político-jurídico que reivindicamos”. El entrevistador aventuró cauteloso: “Supongo que contando con la opinión de los navarros…”. A lo que la dirección de ETA replicó inmediatamente: “Contando con la opinión del conjunto de los vascos de Euskadi Sur”. “¿Pero los navarros no tienen un derecho de autodeterminación, exclusivamente en tanto que navarros…?”, insistió Pedro J. La respuesta fue categórica: “Navarra es parte integrante de la nación vasca y junto con las demás provincias de Euskadi sur será llamada un día a ejercer su derecho de autodeterminación”.
Los movimientos ideológicos que comenzaron a darse en el mundo de ETA a finales de los noventa no alteraron en lo sustancial esta forma de ver las cosas. Simplemente, se optó por formularlas de una manera diferente: los ciudadanos vascos de todos los territorios tendrían la palabra… pero, por supuesto, la tendrían en conjunto, no cada territorio por separado. “El sujeto del derecho a la libre determinación es Euskal Herria”, afirmaba así Batasuna en 2002. La Propuesta de Anoeta de 2004, celebrada por muchos como una prueba de aperturismo en la izquierda abertzale, calcaba la misma idea: “Es el pueblo vasco, y sólo el pueblo vasco, quien debe determinar su presente y su futuro mediante la consulta directa a sus ciudadanos y ciudadanas”. Esta postura no era ni mucho menos exclusiva de ETA y Batasuna. Prueba de ello es que en el llamado Acuerdo Democrático de Base (2005), firmado, además de por Batasuna y Segi, por Aralar, EA, LAB y ELA, se repetía: “El Pueblo Vasco es un pueblo con identidad propia situado en los territorios de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa Garaia, Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa […] La decisión sobre el presente y el futuro del Pueblo Vasco corresponde a todas las personas que en él convivimos y trabajamos”.
¿Creen ahora EA y el resto de EH-Bildu que Navarra tiene un derecho a decidir propio? ¿Consideran, por ejemplo, legítima en este territorio la Constitución de 1978, donde fue ampliamente aprobada en referéndum? Desde 1977 hasta el presente todas y cada una de las elecciones generales, municipales, europeas y forales habidas en Navarra, han dado la mayoría a partidos que defienden su pertenencia a España. ¿Respetan en EA y en el resto de EH-Bildu esa decisión expresada de manera sostenida en el tiempo por la sociedad navarra y admiten que, en consecuencia, ésta no ha dejado de decidir que forma parte de España? Lo dudo. Pienso, más bien, que el nacionalismo reclama ahora el derecho a decidir de los navarros exclusivamente porque entrevé –seguramente con razón- una debacle en las urnas de aquellas fuerzas que más se le han opuesto y, a medio plazo, una mayoría abertzale o, por lo menos, proclive a una suave fagocitación de Navarra. Esta posibilidad puede parecer hoy muy lejana. Pero el caso de Álava nos muestra que puede ser mucho más rápida e irreversible de lo esperado.