Diario Vasco
22 junio 2015
La reivindicación del derecho a decidir vivió ayer un nuevo capítulo con los actos organizados por la plataforma ciudadana Gure Esku Dago en los cinco territorios de Euskal Herria. Miles de personas acudieron a la Plaza de toros de Pamplona-Iruña, a los estadios de San Mamés, Baiona y Anoeta, así como a las calles de Vitoria-Gasteiz, en apoyo a lo que los organizadores denominaron el comienzo de “la etapa de la decisión”. La exigencia de que la ciudadanía pueda decidir libre y democráticamente su propio futuro y su organización sigue vigente. Y no sólo es absolutamente legítima, sino que está basada, precisamente, en la voluntad social. Desde la premisa de que el ejercicio del derecho resulta lo esencial, más allá de la posición partidaria sobre la autodeterminación de cada una de las sensibilidades políticas del país. Al margen de las consideraciones de fondo, la jornada de ayer fue multitudinaria, y por tanto un éxito, pese a que, en efecto, los estadios no se llenaron. Una constatación que no resta ni un ápice de fuste a la dinámica que, consciente de su capacidad de movilización, asumió el riesgo de dispersar los actos en las cinco capitales en lugar de promover un evento unitario, siempre de mayor impacto. Sin olvidar que la multiplicación de convocatorias de diversa índole en las que se insta a la ciudadanía a respaldar una reivindicación como el derecho a decidir sin que se atisbe un horizonte de materialización a corto plazo puede generar una cierta frustración, precisamente la que tratan por todos los medios de estimular quienes desde el poder se resisten a cualquier consulta. Justamente para alentar la esperanza de poder decidir más pronto que tarde, la fase de decisión que se anuncia debe abordarse con la inteligencia imprescindible al objeto de preservar la energía social aprendiendo de los errores de otros. En ese sentido, la situación real del proceso soberanista en Catalunya es el elemento clave a tener en cuenta, desde la certeza de que la consulta alternativa la anuló después el Tribunal Constitucional y a la espera del resultado de las elecciones plebiscitarias de otoño y sus consecuencias políticas. El derecho a decidir exige un referéndum que se acometa de forma legal, acordada y libre. No caben atajos ni tampoco vetos para satisfacer una obvia demanda social de manera impecablemente democrática.
JOSEBA ARREGI
El exconsejero del Gobierno vasco, recoge en un libro su visión acerca de la historia del terrorismo de ETA
ELISA LÓPEZ
«Dentro de un par de años aquí nadie se acordará de que ETA ha existido. Y si no nos acordamos de los verdugos, ¿cómo vamos a recordar a las víctimas?». Joseba Arregi (Andoain, 1946) acaba de publicar ‘El terror de ETA. La narrativa de las víctimas’, un libro con el que el exportavoz del Gobierno vasco y colaborador de este periódico trata de saldar una deuda con las víctimas de la violencia. Y teme que ahora que ETA no mata y la sociedad respira más aliviada, «en poco tiempo nos olvidemos de nuestra historia de terror».
-¿Qué pretende con este libro?
– Básicamente saldar una deuda conmigo mismo y con las víctimas del terrorismo de ETA. Estaba obligado a decirme a mí mismo: ¡cómo puedo explicar lo que ha sucedido en el seno de la sociedad vasca! Y necesitaba saldar esa deuda como persona, como vasco, como contemporáneo de toda esta historia con tantos desconocidos anónimos y conocidos y amigos que han sido asesinados por ETA.
– A principios de mes, Urkullu pidió perdón a las víctimas en un encuentro en San Sebastián. ¿Era una asignatura pendiente?
– Creo que desde este Gobierno vasco ha habido un déficit de relación con las víctimas y había una obligación de acercarse a ellas. Y de hacerlo como lo han exigido las propias víctimas; es decir, no para una foto de propaganda, sino para discutir y abordar realmente el tema. Sin embargo, lo del perdón es algo que me plantea serios problemas porque es una cosa muy personal, algo que está en la moral de cada uno.
-¿Y en el ámbito de las víctimas?
– En el ámbito de las víctimas del terrorismo ese perdón tiene una dimensión pública que no debe ser esquivada por las relaciones personales. Y la realidad es que una organización terrorista llamada ETA ha asesinado para la materialización de un proyecto político determinado. Esto es lo que hay que condenar y rechazar. Pero no se hace con una petición de perdón.
«Una foto, un encuentro… Eso no sirve»
-¿Se abre una nueva etapa, tal y como anunció el lehendakari?
– No quiero ser crítico. Pero una nueva etapa se abriría si objetivamente se trabajara por establecer una narrativa de la historia de terror de ETA desde la perspectiva de sus víctimas. Y no lo que hasta ahora ha venido haciendo la Secretaría de la Paz y Convivencia. Ahí es donde hay que buscar y no tanto en las relaciones personales… que si una foto, que si un encuentro. Eso no sirve
– En su libro afirma que la sociedad vasca ha apostado por la desmemoria. ¿Qué quiere decir?
– No hace mucho que ETA todavía mataba y parece que ha pasado tanto tiempo… Creo que la sociedad vasca ha respirado: ETA ya ha dejado de matar y, ahora, a vivir que son dos días, y nos olvidamos de todo. Es una desmemoria que va acompañada por algo que a mí me produce muchísimo escozor, la frivolización. Es decir, se reúne a las víctimas, se piden perdón unas a otras, se dan unos abrazos y ya está… Pero no es así, lo que ha pasado en este país es muy grave y no se arregla con dos abrazos, ni cuatro peticiones de perdón, ni tres memoriales. A toda la historia del terror de ETA se le debe una reflexión mucho más seria.
«Si no entendemos que se ha asesinado por un proyecto político, no podremos construir un futuro en libertad»
-¿Cree que la sociedad vasca frivoliza realmente con el terrorismo?
– Igual estoy completamente equivocado, pero me da la impresión de que una parte de la sociedad vasca dice: ‘ya está, ya ha pasado. Borrón y cuenta nueva’. Y esto es inmoral y muy peligroso. Vuelvo a insistir, parece que ahora lo correcto es juntar a las víctimas de un lado y de otro, que se abracen y que se miren a la cara. Pero esto no es así. En absoluto. Aquí ha habido un proyecto político que ha exigido matar y hay que plantarle cara. Ha habido un intento de eliminar a los que no piensan de la misma forma, a los que no sienten el País Vasco o la nación vasca de la manera de la que debe ser, según algunos, obligatoria. Por eso se ha matado. Y hay que mirar de frente a esta verdad.
– ¿Cómo habría que elaborar el relato o los relatos de la memoria de la historia del terror?
– El lehendakari Urkullu ha comentado últimamente que desde las víctimas se le han brindado planteamientos plurales. Y eso de la pluralidad me hace gracia. Se utiliza mucho para referirse al mundo de las víctimas: que si piden cosas distintas, que si no todas piensan lo mismo… Es normal que las asociaciones de víctimas exijan cosas diferentes y es normal que cada grupo tenga su propia forma de hacer. Pero hay una sola historia. Y claro que en Euskadi hay memorias distintas: ahí están el GAL, el Batallón Vasco Español, las torturas policiales… Pero no olvidemos que el eje fundamental que constituye la historia del País Vasco de los últimos 55 años es la historia del terror de ETA. Como tampoco hay muchas historias del Holocausto. Solo hay una. Y también una dictadura de Franco. Pero solo existe una verdad objetiva. Si no entendemos que se ha asesinado por un proyecto político, no podremos construir un futuro en libertad.
Un proyecto totalitario
-¿Las iniciativas de arropar a las víctimas adolecen de un déficit de deslegitimación del terrorismo como un proyecto totalitario?
– Claro. Así es. Ha habido una organización terrorista que ha utilizado el terror no solo para matar, sino que ha entendido que ese terror era parte estructural de su proyecto político. Porque ese proyecto exigía la eliminación de los elementos diferentes a lo que se entendía por la nación vasca. Y si se trata de reconocer que en nombre de ese proyecto se ha matado y que eso es lo que hay que deslegitimar, entonces, a partir de ahí el arrope puede tener todo su sentido.
– En un reciente encuentro de víctimas, cuando el exalcalde de San Sebastián Odón Elorza pidió la deslegitimación del terrorismo, un expreso le replicó que ese era un discurso «político viejo». ¿Qué opina?
– Que sea viejo o nuevo es lo mismo. Me da exactamente igual. Por muy viejo que sea, sigue siendo verdad. ¿A qué estamos jugando? Decir que César invadió las Galias es muy viejo, ¿no?, pero es verdad. La verdad es o no es.
«ETA no habría sobrevivido tanto sin el apoyo de una parte de la sociedad»
-¿Cómo está siendo la actitud de la sociedad vasca en todo este proceso?
– Me preocupa hacer reflexiones duras. Pero tengo que decir que ETA y su terror no hubieran podido sobrevivir tanto tiempo si no hubiera habido un acogimiento por una parte de la sociedad vasca. Siempre se ha dicho, y desde muchos ámbitos, que lo diferencial del terrorismo en el País Vasco es que tiene un sustento social que no tienen otros terrorismos en Europa. Ha habido comprensión por una buena parte de la sociedad, otra ha mirado para otro lado y queda otra parte, muy pequeña, que ha resistido con todas sus fuerzas contra ese terror. ¿Y ahora qué está pasando? Pues que vamos a funcionar como si ETA no hubiese existido. Lo dijo Ibarretxe. Es decir, que la sociedad quiere seguir viviendo como si el terror no hubiese existido.
-¿Cree de verdad que la sociedad quiere seguir viviendo como si ETA no hubiese existido?
– Parte de la sociedad sí. Y eso supone un peligro brutal para la propia ciudadanía. En el momento en que ETA ha sido derrotada en el plano policial, parece que ese proyecto que ha defendido la banda terrorista tiene más posibilidades de tener un éxito político que nunca. Y eso es gravísimo. Aquí, dentro de un par de años nadie se va acordar de que ha existido ETA y si no nos acordamos de los verdugos, ¿cómo nos vamos a acordar de las víctimas? La memoria de las víctimas exige la memoria de los verdugos, a los que ya ni siquiera les llamamos así, sino, simplemente, victimarios, que suena mejor.
-¿Y por qué cree que los vascos han asumido esa historia de violencia y de terror?
– Me asusta que gran parte de esa sociedad vasca haya asimilado y asumido la violencia y el terror tan fácilmente. ¿Y por qué? Pues porque existe el mito de que el pueblo vasco es tradicionalmente la víctima perfecta de una España enemiga que la ha subyugado y la ha sometido a esa victimización permanente. Políticamente, y de cara al futuro, sería muy importante analizar y reflexionar sobre el peligro de este tipo de mitificaciones que pueden ayudar a asumir tan fácilmente, insisto, algo tan grave como la historia de terror de ETA. Y en este sentido, el nacionalismo tiene una gran responsabilidad para proceder a la desmitificación necesaria para que esas cosas no vuelvan a suceder.