Que los ricos se separen de los pobres

La autodeterminación consiste en que los ricos se independicen de los pobres y otros argumentos nacionalistas

12 septiembre 2013

La ONU no reconoce el derecho de autodeterminación de Cataluña, ni del País Vasco, ni de la calle Iturrama, ni de ninguna otra parte de España porque no son colonias, no han existido como estados independientes antes de formar parte de España, no están separadas geográficamente de España y tampoco están excluidas de la elección del gobierno de España. Para aclararlo de una vez por todas, conviene citar lo que realmente dice la ONU sobre el derecho de autodeterminación en la famosa resolución 2625 de 1975, aunque sólo sea para fijar los límites de ese derecho, el cual –como verán a continuación- sólo resulta aplicable a las colonias:

“El territorio de una colonia u otro territorio no autónomo tiene, en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, una condición jurídica distinta  y separada de la del territorio del Estado que lo administra, y esa condición jurídica distinta y separada conforme a la Carta existirá hasta que el pueblo de la colonia o territorio no autónomo haya ejercido su derecho de libre determinación de conformidad con la Carta y, en particular, con sus propósitos y principios”.

“Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos antes descritos y estén, por tanto dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o color”.

La ONU no reconoce por consiguiente el derecho de autoderminación a Cataluña, ni a la CAV, ni a Echarri-Aranaz, en el sentido en que se lo podía reconocer al Congo o a La India.

No es que se esté reprimiendo el derecho a la secesión de ningún independentista sino que en el ordenamiento jurídico internacional no existe tal derecho de secesión. Así quedó determinado también en Quebec por el Tribunal Constitucional de Canadá. El derecho de autodeterminación se limita a las colonias y los procesos de descolonización. Se puede discutir la celebración de un referendum secesionista en Quebec o en Iturrama, pero no como un derecho de Quebec o de Iturrama sino como una decisión graciosa (en sentido estricto) entre Canadá y Quebec o entre Pamplona e Iturrama. El derecho internacional no prohíbe la locura, pero tampoco la ampara.

Alguien podría alegar que Cataluña o la CAV son colonias de España aunque tal afirmación no resistiría el más mínimo análisis histórico. De todos modos, más allá del aspecto histórico ni Cataluña ni la CAV tienen “una condición jurídica distinta  y separada de la del territorio del Estado que lo administra”, mucho menos que sea discriminatoria para ellos, y en España tampoco hay un gobierno que, como pasaba con La India respecto a Gran Bretaña, no “represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o color”.  Es decir, que no hay colonias españolas dentro de España, lo cual sería una afirmación un tanto llamativa desde un punto de vista lógico, amén de incompatible con el derecho de autodeterminación tal y como lo define la ONU.

No existe el derecho a privar a alguien de su nacionalidad, ergo tampoco un derecho de secesión

Según la Constitución, “ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad”. ¿Qué tiene que ver esto con la autodeterminación, o más bien con un hipotético derecho a la secesión? Pues más de lo que parece, porque defender que una parte de un país puede decidir separarse de la otra si quiere y aunque la otra no quiera, también significa que un territorio de un país podría ser expulsado de ese país aunque no quisiera. Si se acepta que Cataluña puede separarse del resto de España aunque el resto de España no quiera la separación, también se acepta que el resto de España pudiera separarse de Cataluña aunque Cataluña no quisiera. Abrir la puerta a este planteamiento es reconocer a las regiones más ricas, ciudades, o hasta barrios, siguiendo la misma lógica, el derecho a separarse de las más pobres, autodeterminarse y autogestionarse como en la película Elysium, sólo que sin moverse de casa. A fin de cuentas, ¿no funciona el secesionismo de las regiones ricas como una suerte de evasión fiscal en grupo? Naturalmente cabe preguntarse si esto es una utopía o es casualidad que las comunidades más independentistas suelan ser las más ricas. En todo caso habría que ver de qué modo es posible que alguien pudiera defender la secesión de los ricos considerándose a sí mismo como una persona progresista o de izquierdas. Y sí, Cataluña es una región muy rica aunque la administración catalana esté en quiebra.

Los que hablan una lengua tienen que tener un estado

Al margen del argumento económico, resulta llamativa la endeblez de la mayoría del resto de los argumentos independentistas. Aunque haya una lengua común, hay pocos estados en los que sólo se hable una lengua. Y desde luego tampoco todas las personas que hablan la misma lengua tienen que pertenecer a un solo estado. Entonces todos los que hablan inglés o español tendrían que pertenecer a un solo estado y, si todos los españoles aprendieran catalán, los nacionalistas catalanes tendrían que convertirse en los mayores defensores de la unidad de España. Según la misma lógica todos los españoles tendrían que cantar flamenco o todos los vascos tocar el chistu.

Es que no me siento español

Elegir entre ser vasco o español, o español  y catalán, es un falso dilema. Si hay muchísimos vascos y catalanes que además se pueden sentir españoles, entonces pensar lo contrario es totalmente subjetivo. Es un problema artificial. Si hay un discurso que te obliga a renunciar a una parte de lo que eres y otro que no, el discurso que más te aporta es el que te permite sumar y no el que te obliga a restar.

La estatalización de los sentimientos

Otro aspecto llamativo del independentismo es la asociación del sentimiento nacional al hecho de que otro político más empiece a pasearse con una escolta motorizada. Como si lo que uno es o lo que uno siente básicamente dependiera de la organización de una burocracia administrativa enfrentada a otras burocracias administrativas. Como si uno dejara se ser lo que es durante unas horas si un apagón de Iberdrola dejara mañana sin luz al gobierno.  A lo mejor resulta que se trata de todo lo contrario y que lo que uno es precisamente es eso que queda cuando se apaga el gobierno. Seguramente no se puede ir tan lejos y algún grado de organización administrativa es reflejo inevitable de lo que un grupo es. Salvo que a veces da la impresión de que se invierte totalmente el proceso.

¿Ha fracasado el modelo administrativo español?

En relación con lo anterior, el hecho es que tenemos el estado más grande, complejo, voraz y desde luego más caro de nuestra historia. Nunca el estado español tuvo tantas personas empleadas. Nunca dictó tantas leyes. Nunca manejó más dinero. Nunca la ciudadanía dependió más de él. Y sin embargo, lejos de ser el más fuerte, tenemos el estado más débil desde hace siglos. Económicamente quebrado. Políticamente en riesgo de disolución. ¿Podemos decir que el modelo administrativo de la Constitución del 78 ha resuelto con éxito los problemas que pretendía? ¿O por el contrario ha fracasado con estrépito? ¿Qué cosas hay que cambiar si es el caso? A lo mejor hay que ponerse a pensarlo aunque sólo sea para llegar a la conclusión de que estamos satisfechos y que ninguno de los problemas actuales realmente tiene relación con el modelo.

España nos roba

Este es un argumento típicamente utilizado en Cataluña para generar odio mutuo. Por un lado a unos se les dice que les están robando; por el otro, al resto se les llama ladrones. Resulta difícil por tanto no realizar este planteamiento sin buscar directamente el enfrentamiento. Por lo demás, son las personas y no los territorios las que pagan impuestos. Si todos entendemos que los ricos tienen que pagar más impuestos que los pobres, es absurdo que los nacionalistas catalanes se quejen de que haya más catalanes ricos que extremeños ricos. Incluso en una Cataluña independiente la provincia de Barcelona pagaría más impuestos que Lérida. ¿Pediría entonces Barcelona la independencia? ¿Diría que Lérida les roba o les odia? No obstante, en este caso lo más llamativo es que en la Transición los políticos nacionalistas catalanes rechazaron un sistema de autogestión como el navarro o el vasco. Es más, lo rechazaron porque les parecía impopular ser ellos mismos los que recaudaran los impuestos. Cualquiera puede confirmar el dato en Google o en la hemeroteca de Navarra Confidencial porque lo han contado políticos del PNV como Xabier Arzallus o Patxi Unzueta. ¿A qué se debe esta pérdida de memoria de los políticos nacionalistas catalanes si el modelo del que se quejan es el que ellos eligieron rechazando otros como el vasco o el navarro? A lo mejor los catalanes hubieran sido más felices con un modelo similar, pero entonces será culpa de los políticos nacionalistas catalanes haber elegido mal. Esto nos lleva al siguiente punto.

Enemigo exterior, podredumbre interior

Un último elemento de este análisis se refiere a la reiterada experiencia en virtud de la cual cuando se busca un enemigo exterior a menudo se trata de tapar una mala gestión o una desafección por un gobierno interior. El enemigo exterior sirve para que la población se una en torno al gobierno y deje de preocuparse de otros asuntos internos para concentrarse básicamente en la amenaza exterior. Cualquiera puede pensar que la crisis con Gibraltar salta oportunamente, o al menos se aprovecha, para desviar la atención del caso Bárcenas. ¿En qué momento decidió atacar Argentina las Malvinas? Da igual que haya un punto de razón en la desviación. De hecho así funciona mucho mejor. En Navarra, todos sabemos que realmente vienen los vascos, cosa que oportunamente se dedican a recordarnos con ikurriñas gigantes incluso en Sanfermines, ¿pero cuántas torpezas no ha tapado el fácil recurso al que vienen los vascos? Por su parte, da la impresión de que el nacionalismo catalán ha evitado ser juzgado por su propia torpeza, su mala gestión o incluso su corrupción gracias al mantenimiento de un continuo enfrentamiento con el resto de los españoles. Dado el actual nivel de enfrentamiento con el resto de España, puede imaginarse el grado de torpeza, mala gestión y corrupción que se trata de tapar. Aunque, por ser también autocríticos, qué pena que tantos de nuestros políticos en toda España no hayan decidido que apostar por la excelencia moral es también una forma de defender la unidad y la cohesión de la nación.