¿Debemos empezar a alarmarnos por el enfriamiento global?

22 febrero 2013

La realidad no termina de casar con las previsiones que desde hace ya alguna década auguran más calor y más sequía año tras año. El tiempo (tanto en el sentido cronológico como en el climatológico) se empeña en no terminar de dar la razón a los “calentólogos”. Sigue habiendo lluvia. Sigue habiendo invierno. Sigue habiendo nieve en los Pirineos. Claro, hay años más cálidos. Y luego vienen años más fríos. Cuando el año es cálido creemos un poco más en el calentamiento global, pero cuando es frío creemos un poco menos. En realidad, la señal de alarma más importante de cara a un posible calentamiento se encuentra en el Polo Norte. El problema es que, puesto que el CO2 se reparte de manera uniforme por toda la atmósfera, en realidad no existe una razón clara para que el Polo Norte se recaliente particularmente por culpa de este gas. Para mayor perplejidad, el Polo Sur no sólo no se calienta al mismo tiempo sino que se enfría. Vivimos en un planeta que entra la duda de calentarse o enfriarse parece haberse vuelto “bipolar”. Sirva como ejemplo este gráfico de la evolución del hielo acumulado en la Antártida:
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El geógrafo Antón Uriarte nos aporta en su blog el dato de que el Polo Norte es un tanto travieso y que entre 1910 y 1945, cuando las emisiones de CO2 eran mucho menos significativas que ahora, de hecho ya sufrió una anomalía similar a la que puede estar atravesando ahora. La gráfica corresponde al citado período 1910-1945:

Lo que sí apreciamos en cambio es que en el hemisferio norte sigue nevando con ganas en los últimos años, tras una racha en que lo hizo menos intensamente. Lo normal, pero con una bola de nieve en la mano el calentamiento global como que agobia un poco menos. Sucede que es difícil tomarle las medidas al clima para hacerle un traje porque el planeta pasa de nosotros, es inconstante y no se está quieto mientras medimos.

Podría suceder por el contrario que este año, con los problemas para abrir el puerto de Belagua por la altura de la nieve acumulada, la colegiata de Roncesvalles medio sepultada o las calles de Burguete y Espinal impracticables, nos diera por alarmarnos ante un posible enfriamiento global y empezar a subvencionar el carbón y los automóviles, cosa que por otra parte ya hacemos puesto que tenemos cierta tendencia a arruinarnos subvencionándolo todo. Entretanto, mientras estamos distraídos mirando el termómetro nos cae encima un meteorito de 10.000 toneladas. Urge crear un nuevo impuesto para poder subvencionar un dispositivo antimeteoritos.