Ricardo Guelbenzu Morte, 20 mayo 2009
Vivimos en una sociedad desarrollada, donde la ciencia y la técnica han avanzado mucho, y la lucha contra las enfermedades, más. Pero existen intentos, de separar ese potencial científico, de los valores occidentales. Contra toda lógica, se ponen al servicio de los más fuertes, frente a los más débiles, ya que desde cierta izquierda se argumenta, que la humanidad, no es algo innato, natural, sino el resultado de una convención cultural, con consecuencias jurídicas. Si se reconociese la humanidad del embrión desde su concepción, no podrían plantearse su destrucción. Por ello han elegido un camino complicado, el de la mayoría política, para definir que es una persona humana, llegando a tomar posiciones contra la razón natural.
Existe un ámbito, de certezas empíricas, que no necesitan esperar a nuevos descubrimientos, para justificarse. De un embrión humano, nos consta que no puede salir nada distinto, que no sea un ser humano. El embrión, empujado por su voluntad de desarrollo, le lleva a completar en nueve meses, todo el proceso de la realidad humana. El aborto, trunca o interrumpe la vida de otro ser. Se empeñan en diferenciar a un ser humano dependiendo de su ubicación, si está dentro o fuera del útero materno: dentro, es un ser independiente, en maravilloso crecimiento, aunque no autónomo, y desde su nacimiento, aumenta su grado de autonomía, pero todavía requiere de cuidados y atenciones a lo largo de los primeros años.
El Gobierno planea modificar los referentes morales de la sociedad. La moral de la izquierda, por un lado, ofrece un respeto a los derechos humanos y civiles y, por otro, los violenta de manera brutal, en el aborto. Es verdad que a nadie le gusta el aborto, tiene mala prensa, y sus partidarios, no se presentan a las claras, quieren modificar las condiciones para que no “haya embarazos no deseados”, y como remedio, proponen ampliar los supuestos, liberalizando su práctica, extendiéndola incluso a las chicas de 16 años, sin permiso paterno. ¡Menuda solución!
Desde hace muchos años y desde muchos medios, se fomentan la relaciones sexuales a unas edades cada vez más tempranas, cada vez más desligadas del amor, y ante sus posibles consecuencias no deseadas, las solventan acudiendo al quirófano, si hace falta. Truncar la vida del ser que lleva dentro, va a ser más fácil, y todo a mayor gloria del sexo irresponsable. Sus tesis, las apoyan en los derechos de la mujer, exclusivamente en ellos. Silencian, la vida del no nacido, no les preocupa, ¡quién la debiera guardar! si para ellos no es persona. Hoy la ciencia, nos ha dado muchos datos sobre el ser humano pleno que una mujer lleva dentro. Califican de interrupción, lo que es una muerte violenta, queriéndonos vender un leguaje blandito. Pese a eso, no hay ninguna mujer en la cárcel por abortar, así que la excusa de que esta ley se hace para evitar la, no es creíble.
La ideología progresista, quiere alejarnos de las ataduras de la naturaleza, creen tener derecho a todo, desde cambiar de género, hasta cargarse una persona en gestación. Para el Ministerio de Igualdad, acabar con la maternidad obligatoria, es un avance en la lucha por la liberalización de la mujer. Quieren cambiar el actual aborto como excepción, por el aborto como derecho, lo plantean como un combate contra el pasado, la tradición y los valores occidentales. ¡Así la crisis entre lo moral y lo legal, la ahondan! No hay nada menos progresista que el aborto. Truncar la vida, aunque sea dentro de la ley, es un retroceso. Por eso quienes defendemos la vida estamos totalmente en contra de la pena de muerte, que es otra forma de matar dentro de la ley. El aborto es un drama, una violencia consentida, una derrota social sin precedentes.
En España el aborto sigue incrementándose, año tras año. Hasta ahora, todos hemos fallado, y ya no vale, que sigamos diciendo y haciendo lo mismo: limitándonos a una educación sexual y al fomento del uso de métodos anticonceptivos, que no han conseguido evitar el aumento de embarazos no deseados. Hace falta cambiar los comportamientos, copiar lo que hacen bien, en sociedades más avanzadas, que han reducido el número de abortos. La obligación tanto de las familias, como de las escuelas, de las teles, del estado, es poner las bases para evitar embarazos no deseados, y ello es contradictorio con la actual política gubernamental, que incita al sexo, al margen del amor y a edades muy tempranas.
Con tiempo suficiente para la reflexión y el apoyo de los seres queridos, debería implementarse más ayuda social y económica, a las mujeres con un embarazo no deseado. Buscar soluciones menos dramáticas, sin secuelas, más humanas, que incluso contemplen la adopción, que habría que facilitarla y apoyarla mucho más. No olvidemos que tenemos problemas por la falta de natalidad, ¡qué ironía!