Relatos pendientes de publicar de GM
La ganadora de las elecciones, la CEDA no pudo formar gobierno, por las amenazas de la izquierda. La CEDA acepto inicialmente semejante dislate, pero termino por retirar el apoyo parlamentario al gobierno Samper y exigió la entrada en el mismo. Se llegó a la formula de un Gobierno presidido por Alejandro Lerroux que incluyó a tres ministros de la CEDA. Los socialistas cumplieron su amenaza de que desencadenarían la “revolución social” si la CEDA accedía al gobierno y convocaron la “huelga general revolucionaria” el 5 de octubre. Nada sería igual después desde octubre de 1934 pues se rompieron las reglas del juego democrático.
La radicalización de los socialistas se debió a que desde su “expulsión” del gobierno en septiembre de 1933 y especialmente tras la derrota en las elecciones de noviembre de 1933. Abandonaron la “vía parlamentaria” para alcanzar el socialismo y optaron por la vía insurreccional para la toma del poder.. El sector socialista que decidió el cambio de estrategia fue el encabezado por Largo Caballero, que desde enero de 1934 acumulaba los cargos de presidente del PSOE con el de secretario general de la UGT.
La anunciada “huelga general revolucionaria” fue seguida prácticamente en casi todas las ciudades, pero la insurrección armada quedó reducida, salvo en Asturias, a algunos tiroteos y ninguna población importante quedó en poder de los revolucionarlos. En el País Vasco, donde los nacionalistas no secundaron el alzamiento, la huelga se mantuvo en algunos puntos hasta el 12 octubre y en la zona minera de Vizcaya. Murieron al menos 40 personas, en su mayoría huelguistas abatidos por los guardias. En Eibar y Mondragón las acciones violentas de los insurrectos causaron varias víctimas, entre ellas un destacado dirigente tradicionalista y diputado Marcelino Oreja.
Aprovechando el momento Companys Presidente de la Generalidad, proclamó «el Estado Catalán dentro de la República Federal Española» el sábado 6 de octubre, como una medida contra “las fuerzas monárquicas y fascistas… que habían asaltado el poder”. La rebelión catalana, falta de planificación y de apoyo de la principal fuerza obrera CNT, fue rápidamente dominada el día 7 de octubre por la intervención del Ejército (murieron ocho soldados y treinta y ocho civiles). El Presidente y los Consejeros de la Generalidad fueron encarcelados y el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932 fue suspendido.
En Asturias, a diferencia del resto de España, sí se produjo un auténtico conato de revolución social. Las razones de la “diferencia asturiana” hay que buscarlas en que allí la CNT sí se sumó a la Alianza Obrera propuesta por PSOE-UGT, hegemónica en Asturias, y en que la insurrección fue preparada minuciosamente, con convocatorias de huelgas generales previas, y el aprovisionamiento de armas y de dinamita obtenidas mediante pequeños robos en las fábricas y en las minas, además del adiestramiento de grupos de milicias. Durante cerca de dos semanas las milicias obreras integradas por unos 20.000 insurrectos, en su mayoría mineros, se hicieron con el control de las cuencas del Nalón y del Caudal y a continuación se apoderaron de Gijón y de Avilés y entraron en la capital Oviedo, aunque no pudieron ocuparla completamente (en el centro de la ciudad se produjeron violentos combates entre las fuerzas del orden y los revolucionarios).
Un “comité revolucionario”, dirigido por el diputado socialista González Peña, coordinó los comités locales que surgieron en todos los pueblos y trató de mantener el “orden revolucionario”, la ola de violencia se desató contra propietarios, personas de derechas y religiosos. De estos últimos fueron asesinados 34, además de ser incendiadas 58 iglesias y conventos, el palacio episcopal, el Seminario y la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, que fue dinamitada.
Para dominar la «Comuna Asturiana» el gobierno tuvo que recurrir a las tropas coloniales (legionarios y regulares al mando del coronel Yagüe), mientras que desde Galicia alcanzaba Oviedo, una columna. Toda la operación estaba siendo dirigida desde Madrid por el general Franco, por encargo expreso del ministro de la guerra. El día 18 de octubre los insurrectos se rendían.El balance de víctimas fue de unos 1.100 muertos y 2.000 heridos entre los
insurrectos, y unos 300 muertos entre las fuerzas de seguridad y el ejército. Además la Revolución de Octubre reafirmó en la derecha, y especialmente en los monárquicos, la convicción de que si el Estado había reaccionado esta vez a tiempo, no había sido por la eficacia de las instituciones políticas sino por la determinación de las Fuerzas Armadas. La represión gubernamental de la «Revolución de Octubre» fue la aplicación de la ley, que siempre es dura. Se hicieron unos treinta mil prisioneros en toda España y, especialmente en las cuencas mineras asturianas. Asimismo fueron detenidos numerosos dirigentes de izquierdas, entre ellos el comité revolucionario socialista encabezado por Largo Caballero, y los tribunales militares dictaron veinte penas de muerte aunque sólo se ejecutaron dos.
Salvador de Madariaga & Revolución 1934
El Frente Popular fue la resurrección de la Conjunción republicana-socialista de 1931, para hacer frente a la situación que se produjo después de la Revolución de Octubre del 34, fracasada por la actitud enérgica del Gobierno de centro-derecha de Alejandro Lerroux.
Para Salvador de Madariaga en 1962, dictaminó sobre el carácter de los sucesos de Octubre. «El alzamiento de 1934 fue imperdonable. La decisión presidencial de llamar al poder a la CEDA era inatacable, inevitable y hasta debida desde hacía ya tiempo. El argumento de que el señor Gil Robles intentaba destruir la Constitución para instaurar el fascismo era a la vez hipócrita y falso. Hipócrita por que todo el mundo sabía que los socialistas del señor Largo Caballero estaban arrastrando a los demás a una rebelión contra la Constitución de 1931, sin consideración alguna para lo que se proponía o no el señor Gil Robles; y por otra, a la vista de que el señor Companys y la Generalidad entera violaron también la Constitución.
En cuanto a los mineros asturianos, su actitud se debió por entero a consideraciones teóricas y doctrinales que tanto se preocupaban de la constitución como de las coplas de Calainos.
Por otra parte, como los hechos iban a demostrar, la CEDA, no tenía intención alguna contra el Estatuto catalán. El incidente viene, pues, a confirmar lo que en estas páginas se viene sosteniendo: que los catalanes son típicamente españoles y presentan en forma no menos acusada que los demás españoles los defectos que nos afligen como entes políticos. Así, por ejemplo, la derecha catalana, émula como todos los partidos españoles del conde don Julián, se apresuró a buscar apoyo fuera de Cataluña para vencer a la izquierda catalana. Y la izquierda catalana, al ver que el sistema funcionaba contra ella, rompió el sistema, Ambos rasgos caracterizan toda la vida española.
Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936»
Pág. 362. España. Madrid.
Espasa Calpe, 1978
Reproducido en “Media Nación no se resigna a morir” Ricardo de la Cierva