Quién es Aoun, el nuevo presidente libanés

Amin Elias, 7 marzo 2017

 

Si el general Michel Aoun ha llegado al palacio presidencial de Baabda, en Beirut, es porque ha conseguido convertirse en el punto de convergencia de una triple alianza (maronita-sunita-chiíta) entre tres rivales. Esta triple alianza, de momento, ha salvado el acuerdo de Taif –tratado inter-libanés firmado en 1989 que puso fin a la guerra civil libanesa– y le ha dado un nuevo significado. La gran pregunta que se plantea ahora es si este acuerdo puede representar una nueva posibilidad de encuentro islamo-cristiano en el Líbano. Hay que tener en cuenta que, en una región donde los cristianos son perseguidos en Iraq y Siria por grupos extremistas islámicos sunitas y chiítas, en Líbano un partido religioso chiíta, Hezbolá, y una corriente de mayoría sunita llamada Futuro (Al-Mustaqbal), de Saad Hariri, han decidido apoyar la candidatura del general Aoun como gesto de reconocimiento de la importancia que tiene el papel de los cristianos en el Líbano y en toda la región.

Desde el punto de vista de la geopolítica regional, la llegada del general Aoun a la presidencia tiene diversos significados. En primer lugar, hay una clara voluntad internacional real de estabilizar política y económicamente el Líbano, considerado un enclave indispensable en medio del caos de Oriente Medio para gestionar la crisis medioriental y la cuestión de los refugiados sirios. En segundo lugar, la llegada de Aoun refleja el equilibrio actual en el Líbano entre las fuerzas del eje Arabia Saudí-Qatar, apoyado por Estados Unidos, y el eje Siria-Iraq-Irán, apoyado por Rusia. Respecto a las alianzas internas, la elección de Aoun ha conseguido restablecer relaciones equilibradas entre Siria, Irán y Rusia por un lado, y Estados Unidos, Francia y Qatar por otro. Sobre este punto, conviene recordar que los responsables franceses han tenido un papel discreto pero muy importante para convencer a Arabia Saudí de que retirara su veto contra el general, lo que permitió a Saad Hariri apoyar a Aoun.

Quién es el exgeneral

Hijo de una familia modesta de Hārit Hrayk, barrio de la periferia sur de Beirut, y formado en la escuela militar, Michel Naïm Aoun llegó a ser comandante en jefe del ejército en 1984 después de una brillante carrera militar coronada por una serie de victorias contra las milicias drusas del señor feudal Walid Jumblat, en su momento apoyado por tropas palestinas y sirias en el frente del Souq al-Gharb, al norte de Beirut. Durante su carrera, el general Aoun siempre se opuso al establishment político que, en su opinión, no había previsto la inminencia de la guerra civil en Líbano y no hizo nada por evitarla. Luego también se opuso al gobierno de las milicias que siguió al estallido de las guerras de 1975. Mientras tanto, la clase política libanesa no fue capaz de elegir a un nuevo presidente para la República, razón por la cual el general se sintió en el deber de generar las condiciones necesarias para las elecciones presidenciales en el plazo más breve posible. También se implicó en una doble lucha contra el ejército sirio que desplegado en aquel momento en el territorio libanés y en el que Aoun veía un ejército de ocupación.

Simultáneamente, el escenario internacional y regional se vio sacudido por una serie de cambios dramáticos de naturaleza militar, política y geoestratégica: la caída de la Unión Soviética y el ascenso de Estados Unidos como primera y única fuerza regional, la invasión de Kuwait por parte de las fuerzas iraquíes y la consiguiente creación de la coalición internacional liderada por EE.UU contra el Iraq de Saddam Hussein. En aquel momento, la comunidad internacional decidió poner fin a la crisis libanesa que se remontaba a 1975 y se llegó entonces a un compromiso internacional y regional donde los actores principales eran Estados Unidos, Siria y Arabia Saudí. El compromiso establecía un nuevo pacto para los libaneses, previa subordinación del Líbano a una tutela siro-saudí. En otros términos, el presidente Hafez al-Assad, que había apoyado y defendido la coalición internacional contra Iraq, se vio recompensado viendo cómo le ofrecían el Líbano en bandeja de plata. Para hacer efectivo el compromiso internacional y regional, solo faltaba la aprobación de los libaneses. Para ello, los diputados libaneses fueron convocados en Taif, Arabia Saudí, para firmar, bajo la forma de un acuerdo, el compromiso americano-siro-saudí aprobado por los países europeos y el Vaticano. El general Michel Aoun se opuso entonces al compromiso. El 13 de octubre de 1991, los cazas sirios atacaron el palacio presidencial anunciando la entrada en vigor de Taif. El general Aoun abandonó el palacio y el poder para refugiarse con su familia en la embajada de Francia antes de emprender camino al exilio.

Quince años después, el 14 de febrero de 2005, el primer ministro saudí-libanés Rafiq al-Hariri fue asesinado en el centro de Beirut. La muerte de este político, que marcó con su dinamismo el periodo comprendido entre 1992 y 2005 y que representó el peso de Arabia Saudí en la escena libanesa, árabe y mundial, marcó el fin del entendimiento entre Estados Unidos, Siria y Arabia Saudí sobre la política en Oriente Medio en general, y en Líbano en particular. En otros términos, el asesinato de Rafiq al-Hariri coincidió con el fin del compromiso de Taif. En consecuencia, Siria se vio obligada a retirar sus tropas militares del Líbano en abril de 2005. Por primera vez desde 1976, no había ningún ejército de ocupación extranjera en el país, que durante largo tiempo se había visto lacerado por los ejércitos sirio, israelí, organizaciones militares palestinas y milicias libanesas.

Un mes después de la retirada de tropas sirias, el 7 de mayo de 2005, el general Aoun decidió volver al Líbano. Recibido por decenas de miles de libaneses en la plaza de los Mártires, en Beirut, anunció el victorioso final de la lucha contra la ocupación extranjera.

Al frente de un gran bloque parlamentario, el general Aoun enseguida se impuso como actor principal en la escena política libanesa, mientras muchos creían que el fenómeno aounista había terminado el 13 de octubre de 1990. Aoun estrechó nuevas relaciones con varios bandos internos y externos con el fin de reforzar su posición. El primer paso importante en esta dirección fue el entendimiento con la Hezbolá chiíta. Mientras que durante años había atacado a Hezbolá, definiéndola como una milicia confesional al frente de Irán, el general Aoun cambió su postura ante este partido y reconoció en Hezbolá un movimiento de resistencia contra el enemigo común de Israel, y un representante de una amplia porción de la población libanesa: los chiítas. Este entendimiento se vio reforzado unos meses después, durante la guerra de julio de 2006 llevada a cabo por Israel para destruir Hezbolá. Durante esta guerra, Michel Aoun declaró su apoyo indefectible a Hezbollá, formando una línea de defensa interna al “partido de Dios”. Tras salir “victoriosa” de la batalla, Hezbolá nunca olvidó la postura de Aoun. Hassan Nasrallah, líder de la organización, no dudó en afirmar en uno de sus discursos que Hezbolá tiene una deuda con Aoun hasta el final de sus días. Reforzada su posición interna con esta alianza “existencial” y sólida con Hezbolá, Michel Aoun se dirigió en 2009 hacia Irán, una fuerza regional en ascenso en Oriente Medio, y hacia Siria, su antigua enemiga. Convencido de que los libaneses, y en particular los cristianos, debían reforzar su presencia y su papel en Oriente manteniendo sus relaciones políticas, sociales y culturales con Occidente, Michel Aoun lideró una campaña donde se presentaba como líder de los cristianos orientales y se dedicó a convencer a los cristianos libaneses para que se implicaran con más ímpetu en las causas regionales.

Pero la situación interna libanesa no dejó de deteriorarse. Tras la salida de escena de su custodio sirio, los libaneses se encontraron con muchas dificultades para gestionar sus asuntos cotidianos y sobre todo sus conflictos. Después de una serie de conflictos políticos (asesinato de Hariri en 2005, guerra de 2006, tribunal internacional en 2009) y militares (entre la corriente del Futur-Hariri-Joumblat por una parte y Hezbollah-Amal por otra en mayo de 2008), los libaneses no consiguieron elegir un nuevo presidente de la República en 2014, año en que acababa el mandato de Michel Sleiman. Esta profunda crisis de vacío presidencial empezó un año antes con la prórroga inconstitucional del mandato del parlamento libanés. El acuerdo de Taif, considerado un pacto superado, se puso entonces radicalmente en cuestión. En 2010, el patriarca maronita Bechara al-Raïha invitó en uno de sus sermones a renovar el pacto nacional libanés. Esta declaración estuvo precedida por un llamamiento lanzado por el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, a los diversos partidos políticos para instaurar una asamblea constituyente, encargada de elaborar un nuevo pacto nacional que repartiera el poder entre los libaneses según las nuevas coordenadas.

El general Aoun, que se presentaba como líder de los cristianos libaneses y orientales, no estaba demasiado lejos de este movimiento que ponía en discusión los acuerdos de Taif. Al principio del verano de 2015, en una entrevista en el periódico Al-Joumhūriyya anunció que los cristianos libaneses ya no aceptarían someterse políticamente a las fuerzas políticas islámicas (sunitas, chiítas o drusas). Añadía además que los cristianos son iguales que los musulmanes y tienen derecho a mejorar su representatividad en el parlamento, el gobierno y la presidencia. Si el acuerdo de Taif garantizaba a los cristianos la mitad de los escaños en el parlamento y en el gobierno, los líderes musulmanes tenían que aceptar compartir el poder con los representantes cristianos. En caso contrario, los cristianos estarían obligados a volver a poner en cuestión el pacto. En este contexto, el general Aoun propuso la “federación” como solución alternativa a la crisis de relaciones internas entre cristianos y musulmanes. En el mismo periodo, el Movimiento Patriótico Libre, presidido por el general Aoun, y las Fuerzas Libanesas, segunda fuerza cristiana guiada por Samir Geagea, firmaron un acuerdo donde los dos partidos cristianos reivindicaban la “descentralización administrativa y financiera”. Dos meses después, el nuevo líder del partido Kataeb, tercera fuerza política cristiana, declaró que el poder central había fracasado en Líbano y había que pensar una solución alternativa: la federación. De pronto, nos encontramos ante un paso cristiano que se dirigía gradualmente hacia la opción de la federación como reacción a la contraparte musulmana, que desde 1990 dominaba la escena política libanesa, y como expresión de angustia respecto a los cambios políticos regionales acompañados por una progresiva desaparición de los cristianos de Iraq, Siria, Palestina y Egipto.

La contestación al acuerdo de Taif

En el verano de 2015, el acuerdo de Taif tenía que enfrentarse a una coyuntura regional crítica. Grandes países como Iraq, Siria y Libia se hacían pedazos. Una fuerza militar y política considerable como Hezbolá se mostraba favorable a una asamblea constituyente para redibujar el panorama político libanés. El mundo cristiano protagonizaba una revuelta comenzada en 1992 por el refuerzo de las fuerzas políticas musulmanas a costa de las cristianas. El vacío presidencial y la ampliación por dos veces del mandato del parlamento encarnaba una parálisis política, constitucional y económica. Por su parte, el general Aoun, apoyado por la alianza con la Hezbolá chiíta por un lado, y un importante bloque parlamentario y un entendimiento con su exadversario político cristiano por otro, consiguió imponer la siguiente ecuación: si la representatividad de los cristianos en el sistema político libanés no es respetada por su contraparte musulmana, los cristianos estarán obligados a rechazar el acuerdo de Taif. En otras palabras, el acuerdo de Taif solo puede culminar entre los libaneses mediante la elección presidencial del verdadero representante de la mayoría cristiana, el general Aoun, y la elaboración de una nueva ley electoral que establezca la paridad entre cristianos y musulmanes.

El pasado 19 de noviembre, el líder de la mayoría sunita, Saad Hariri, declaró su apoyo a la candidatura del general Aoun a la presidencia, poniendo fin a diez años de rivalidad política entre ambos líderes y sus respectivos movimientos. Diez años después de su alianza con el partido chiíta Hezbolá y un año después de la alianza con el partido cristiano de las Fuerzas Libanesas, el general Aoun conseguía alcanzar en noviembre de 2016 un acuerdo con el partido que representa a la mayoría sunita, despejando el camino hacia el Palacio de Baabda.


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