Ricardo Guelbenzu Morte
23 y 27 abril 2010
“Todo lo que es necesario para el triunfo del mal, es que los hombres de bien no hagan nada”
Edmund Burke
En Europa tenemos muchos problemas, no sólo económicos, sino también otros muchos: estratégicos, diplomáticos y demográficos. Todos ellos agravados por el problema moral e intelectual, que es el más importante y el que hay que afrontar para solucionar bien el resto.
Ciertos progresistas, llevan mucho tiempo intentando que los demás repudiemos los mismos valores que ellos repudian. Desde aquel movimiento de mayo del 68, que socaba nuestra autoestima atacando una y otra vez todo lo bueno y positivo que representan nuestros valores occidentales. Éstos les incomodan profundamente y no quieren que nos sintamos orgullosos de: la ayuda de los estados y de la sociedad civil a países en desarrollo, de nuestra aportación al desarrollo de la ciencia, de la técnica y de las artes; del respeto a los derechos humanos, del principio de la separación de poderes, y por supuesto del cristianismo, que es su principal obstáculo ideológico.
El relativismo que propugnan, cada vez se muestra más fuerte, cada vez son más los europeos que piensan que nada es verdadero. Reducen su discurso político y moral a meros sentimientos, emociones o figuras poéticas, así que para estos relativistas, la verdad ha pasado a ser algo meramente subjetivo. Valorar la moral y la política o el concepto del bien, depende también de cada cual. En nombre de la tolerancia y del respeto no se hace sino alimentar un discurso lleno de nihilismo cultural, así para ser tolerante no hay que pensar ni creer en la verdad, sino pensar y creer en `mi´ verdad.
Esta forma de pensar es contraria al verdadero espíritu europeo, ya que llevado a un extremo niega el pluralismo político. El pluralismo necesita de conciencias libres, con principios y valores normales, que se pongan en discusión en la vida pública. No es cierto que cada cual deba dejar sus principios morales en casa, ni que estos sean exclusivamente del ámbito privado, como una y otra vez nos dicen; precisamente debemos comunicarlos a los demás con libertad y respeto. Esta combinación de respeto a la verdad y de libertad para buscarla es el fundamento último de la cultura y la democracia europeas.
Por el contrario este relativismo lo estamos padeciendo ya: puesto que muchos europeos no creen que nuestra cultura merezca ser defendida. Tienden a ceder ante cualquier postura extremista con fuerza suficiente, propugnan un pacifismo bobalicón, parecen ser eternos adolescentes que mantienen una dependencia contradictoria -de amor y odio- con los Estados Unidos. Mientras el parlamentarismo, el pluralismo político y la propia democracia presentan síntomas de debilidad –falta de liderazgo, corrupción, clientelismo, no defensa de valores- el islamismo tiene cada vez más fuerza ideológica en Europa. Este choque entre una creencia sólida por un lado y una falta de creencias por el otro, sólo puede tener un resultado negativo. Sin tomarse en serio el futuro de sus hijos, muchos europeos están dejando el continente ante un futuro incierto.
Si la verdad y el bien, se limitan a lo que cada uno de nosotros pensemos de ellos, entonces la razón política y el discurso intelectual acabarán por reducirse a una mera razón instrumental. Servirán para alcanzar o mantener cuotas de poder político, siempre cortoplacistas, aumentaran las tendencias manipuladoras y siempre propagandísticas. Hoy el deterioro de la calidad democrática en Europa es ya un hecho derivado en parte de este relativismo y no es casual el aumento de la corrupción. En nombre de la tolerancia, la democracia y la paz, este relativismo intenta sofocar toda disidencia moral o política en la conciencia humana. El embrión lo vemos ya: en la España actual, cualquiera que tenga opiniones distintas a la de la mayoría social o parlamentaria, es acusado a la mínima de intolerante, de fascista o de reaccionario, aunque las opiniones sean escrupulosamente respetuosas con la mejor tradición parlamentaria y democrática europea.
El discurso dominante nos muestra cómo España se sitúa en la vanguardia de este relativismo intelectual y moral. Llevan muchos años alimentando en todos nosotros un fuerte `complejo de culpa´, remarcando que todos nuestros valores están `contaminados´ por haber sido utilizados en ocasiones para dominar y explotar a los `débiles´. No comprenden nada de la raíz del mal, ni de la concepción del bien. Todo lo relativizan, pues para ellos aparentemente, no hay nada por lo que merece la pena esforzarse, ni luchar.
Muchos opinan que los delincuentes son unos enfermos sociales a los que casi hay que pedirles perdón. Pagan rescates por pescadores y cooperantes, sin medir sus terribles consecuencias. Exageran los hechos, desfiguran la realidad, y nos manipulan al envolver sus posiciones bajo un `buenismo´ con el objetivo de sacar ingentes cantidades del dinero de los presupuestos, de los acomplejados europeos. Según su parecer por nuestras supuestas tropelías históricas, deberíamos compensar les económicamente, para pagar así por nuestros `pecados´. Instrumentalizando a muchas y confusas ONG, y demás organismos internacionales creados ad hoc, estos progresistas administran ingentes cantidades de dinero, v.gr. España en Haití, como si no tuviésemos crisis, aumentando así su influencia ¡negocio redondo! Increíblemente han alcanzado un notable éxito, pues una parte importante de la derecha acepta estas posiciones, bien por cobardía, bien por indigencia ideológica, o por incapacidad de contraponer una oposición razonada.
Saben que cuanto menos apreciemos nuestras señas de identidad, más fácilmente seremos moldeables. Difícilmente exigiremos unas condiciones democráticas a países terceros, si no creemos en nuestros propios valores de civilización. Conceptúan como relativo a todo aquello que les interesa, y así consiguen debilitar a sus adversarios, aumentando su influencia. Dicen que los occidentales ¡no somos quienes para dar lecciones a nadie! Porqué si `consentimos´ que en el islam, v. gr., haya regímenes distintos a los nuestros, que hacen con los derechos humanos lo que les viene en gana, cómo vamos a actuar de manera diferente con Cuba. Así consiguen el apoyo al actual statu quo de la dictadura castrista, amiga.
Sin justificación alguna, ciertos progresistas se consideran imbuidos de una superioridad moral sobre los demás. No reparan en utilizar sus mensajes maliciosos: sobre el cambio climático, la extensión de derechos a minorías, un pacifismo sesgado, y un dialogo multicultural acomplejado. Es una ofensiva en toda regla, apoyada en un laicismo mal intencionado. Ellos renunciaron a cambiar el modo de producción capitalista, al no tener una alternativa real, para centrarse en intentar ser hegemónicos en ideas y valores, mientras que mucha derecha ciega y sorda, se centra solamente en ganar dinero, no confrontando ni ideas ni cultura con la izquierda.
Ésta propone un modelo social, apoyado en el hedonismo, que debilita la dimensión espiritual del hombre. La crisis económica les dificulta la siembra de sus mensajes. Pero ellos no cejan en ridiculizar todo lo que suene a antiguo, a católico, a valores morales. Desconocen que `traditio´ significa, transmisión del saber de una generación a otra. Desde su nueva ortodoxia, demonizan a todos sus adversarios, anatematizándolos de: neo conservadores, tradicionales y ultra católicos, por apoyar a la familia heterosexual, o por no aceptar el aborto, como derecho.
Raramente lo que exigen que se aplique a los gobiernos de derecha, quieren que se les exija a los de izquierda, su relativismo es `escorado´, nos recuerda demasiado a aquellos años donde todo lo que hacia la URSS era santo y bueno y todo lo que hacían los USA, era imperialista y reaccionario. En el caso Sudáfrica, Occidente le declaró justamente el boicot económico y político, hasta que se logró doblegar al odioso régimen de apartheid, ok. El relativismo nos llevo a un injusto tratamiento del caso Honduras, apoyando la estrategia de Chávez, menos mal que fue el pueblo hondureño el que abortó este intento. Coinciden con el islamismo en que casi todo lo occidental les resulta abominable, mientras disfrutan placenteramente de sus conquistas y bienestar. Cuando viajan por países islamismos y del tercer mundo ponen a parir a Occidente, para luego volver a disfrutar `nuestra decadencia´.
Algunos europeos piensan que sus hijos estarán a salvo, sino les transmiten creencias fuertes, y así los harán más libres o más felices. Están profundamente errados pues estarán facilitando que cualquiera de estas dos ideologías, la estatal-totalitaria de cierta izquierda o la islámico-totalitaria, ocupen ese vacío. La solución a los problemas europeos pasa por volver a defender sin complejos, tanto la herencia de la filosofía griega, como el basamento jurídico romano, junto con la moral judeocristiana. Porque lo que está en juego es la alternativa entre la libertad o la servidumbre, en cualquiera de sus dos modalidades.