El CONFIDENCIAL.Com
La izquierda parásita. Cultura y poder
Esteban Hernández
16 de abril de 2008
En este mundo lleno de progres que se niegan a poner en práctica aquello que predican, lo más fácil es repetir unos cuantos mantras proporcionados por los medios de izquierda para poder vivir (y muy bien) de la subvención pública. O, al menos, eso es lo que afirma el periodista Pablo Molina en Cómo convertirse en un icono progre (ed. Libroslibres), un libro que subraya cómo “la progresía reina. El medio ambiente cultural no sólo en España, sino en los países occidentales, es decir capitalistas, es claramente de izquierdas. Y buena culpa de ello la tiene la derecha política y su absurdo complejo de inferioridad”.
Por eso, no es extraño, según Molina, que haya acabado surgiendo esta izquierda de caviar, ideológicamente concienciada y económicamente potente, en tanto “resultado lógico de una ideología, la marxista, que se vio refutada por la realidad con la caída del Muro de Berlín, pero que ha encontrado otras maneras de seguir influyendo en la mentalidad de la gente. Cambiaron la utopía marxista por la paz perpetua, la fraternidad universal y el cambio climático, lo que, por otra parte, es mucho más rentable en términos económicos (sólo hay que ver su tren de vida). La cuestión es seguir expidiendo carnés de buen ciudadano”.
Claro que, afirma Molina, no es nuevo que los progres posean un alto nivel económico. “Jamás hubo una revolución de izquierdas que surgiera de la clase obrera. Siempre fueron intelectuales burgueses los promotores”. Con la paradoja añadida, en el caso de la España contemporánea, “de que la mayoría de referentes intelectuales del progresismo vienen del franquismo. Ministros, editores de periódicos, cantautores (como Víctor Manuel) que ganaban concursos de exaltación del generalísimo e incluso una actriz que se forró haciendo españoladas con Manolo Escobar y visitando anualmente El Pardo son los promotores del apoyo a Zapatero en las pasadas elecciones”. Por eso, que los artistas estuvieran en el estrado de Ferraz la noche en que el PSOE ganó las elecciones no es, para Molina, nada sorprendente. “Me pareció muy oportuno que acudieran a recordarle a ZP la deuda que tiene con ellos tras haberse significado de una forma tan clamorosa en su favor durante la campaña. Es sólo cuestión de negocios”.
Molina inicia su libro con una dedicatoria a la clase media, “de cuyo esfuerzo diario se aprovecha toda una legión de parásitos”, como si el común de los españoles estuviera manteniendo a aquellos que critican el sistema en el que viven. Aclara Molina que “el estado del bienestar nos ha corrompido, así que en cierta forma todos somos parásitos. Depredamos a los demás todo lo que podemos a través de las regulaciones y la intervención de los políticos, pensando como buenos ilusos que hay otros que se perjudican más que nosotros”. Pero hay diferencias: “El socialismo corrompe al ser humano pero hasta en la depravación hay niveles. Los millonarios que viven de la subvención pública (artistas, cineastas, SGAE, etc.) están muy por delante en esa lamentable clasificación del obrero que acude a Hacienda a trincar los cuatrocientos euros que le prometió Zapatero”.
Y, claro está, la lista de gorrones que viven del esfuerzo ajeno no acaba, para Molina, en los artistas. Así, la telebasura es uno de los fenómenos donde más cinismo muestran los progresistas. De una parte, porque se suman sin pudor alguno a los preceptos capitalistas, afirmando que emiten lo que quiere la audiencia y que los programas se hacen para ganar dinero. Pero, de otra parte, en esos espacios se ataca a la derecha, no porque económicamente se esté en su contra, sino porque no se está de acuerdo con la clase de moral que proclama. “Por eso Sardá adornaba sus espacios fecales con abundantes críticas a la derecha, el catolicismo, Israel, Bush, etc. Conscientes de la vileza catódica que producen, necesitan un salvoconducto para seguir instalados en un plano moral superior. Parece mentira que millones de personas no se den cuenta de la forma tan grosera en que le están tomando el pelo”.
La universidad, en manos de la izquierda
Al margen del entorno audiovisual, el ámbito en el que más progres hay por metro cuadrado es, según afirma Molina, la universidad. “Desde 1960 las instituciones académicas han estado en manos de la izquierda, que no sólo ha colocado a sus fieles sino que ha hecho que sus teorías sean las predominantes, especialmente en las ciencias sociales. Hoy en día para medrar en la universidad pública tienes que comulgar con ciertas premisas ideológicas. Sólo hay que darse una vuelta por los pasillos de cualquiera de nuestras universidades para comprobarlo. A veces parece que estás en un campamento de las FARC o del Sendero Luminoso”.
Cabría preguntarse, no obstante, si ambos contendientes no están utilizando las mismas armas, ya que el reproche público hacia quienes dicen una cosa y hacen lo contrario, que es la esencia del libro de Molina, ha sido también empleado con frecuencia por la izquierda. Por ejemplo, contra los religiosos llevaban una vida carnal diferente de lo que predicaban en público. Para Molina, estos reproches son válidos, vengan de un lado o de otro, porque “el cinismo es siempre criticable. Hay, no obstante, una diferencia. Mientras que el de derechas o el cura que contraviene sus principios en su vida privada es consciente de su vileza, el progre multimillonario no tiene el menor cargo de conciencia. Piense en Al Gore. Un tipo que se hace rico predicando el Apocalipsis climático, mientras posee minas contaminantes y consume con su jet privado más que cien mil familias normales. Pues encima le dan el Nobel. En cambio no sé de ningún cura pedófilo que haya recibido el Príncipe de Asturias por sus “méritos” pedagógicos”.
Sin embargo, hay una esperanza, para Molina, en la medida en que han surgido los últimos años muchos medios de comunicación, universidades e intelectuales de derechas. Algo de lo que habría que responsabilizar a Internet, “el medio que ha permitido este cambio cualitativo. Hoy en día los medios digitales más seguidos son de filosofía liberal-conservadora. El proceso es lento pero avanza imparable. Hace diez años no podíamos imaginar la situación que tenemos hoy, gracias a la cual las ideas de la derecha llegan a muchísimas más personas a las que lo hacía antes de la llegada de las nuevas tecnologías. ¡Por algo quiere Cebrián “regular” (o sea, censurar) la red!”