¿Pero estamos tan mal?
No vivimos como nuestros padres, ellos conocieron una sociedad menos desarrollada, cualquier pequeño avance era recibido con una fiesta. Pasaron de la fresquera al frigorífico, de la radio a la tele, del autobús de línea al utilitario, vivieron en estado de optimismo permanente, viendo que podían dar estudios a sus hijos. España se fue haciendo cada vez más rica, con más comodidades y lógicamente nos hicimos menos esforzados, pensamos que teníamos derecho a todo, y que nunca se podría rebajar el bienestar.
Después de años de borrachera crediticia, muchos pensaron que todos éramos ricos ¡llegó la crisis! al principio no lo creíamos ¡llevamos siete años! Muchos conocidos y amigos no son ponderados, cualquier pequeño contratiempo o modificación en la prestación, lo exageran como si nos hubiese pasado por encima un ciclón.
Es cierto que los parados, los desahuciados, etc., en la crisis lo están pasando muy mal, es verdad que hay sufrimiento, pero tampoco deberíamos olvidar que en su conjunto el Estado del Bienestar no ha desaparecido, a pesar que de forma cansina las izquierdas y los nacionalistas nos lo repiten todos los días un montón de veces, no salen de un permanente quejido, amplificado por los medios de comunicación.
Pero la pura verdad es que los elementos fundamentales en los que se apoya el Estado de Bienestar: la prestación legal del desempleo, las pensiones establecidas, la atención sanitaria y la educación se han conservado no han desaparecido, decir lo contrario es faltar a la verdad.