Escritos sobre educación

Ricardo Guelbenzu Morte

Recuperemos los valores

En tan sólo dos generaciones están cambiado los valores que parecía que estaban asumidos y que se vivían como positivos en las sociedades europeas. Hoy nuestro panorama social no es muy alentador.

Padecemos, una imparable violencia machista; los desencuentros entre padres e hijos y entre estos y sus profesores son importantes; desde ciertos sectores juveniles se rinde culto a la violencia; nos hemos acostumbrado a ver legiones de adolescentes descontrolados durante las noches en los fines de semana, muchos llenos de drogas y alcohol; el fracaso escolar va a más, y si se contabilizase con rigurosidad, se vería lo catastrófico que es.

Todo ello refleja una problemática, con variadas y complejas causas.

Una de ellas, sin duda, es el abandono progresivo de los valores morales universales, a veces despreciados, por su aroma a viejo, o por ser poco modernos. Desde el respeto a las personas mayores, pasando por el cuidado de las cosas que son de todos, hasta valorar la cultura del esfuerzo, como medio para el progreso material y personal.

Estos valores hay que reivindicarlos, sin importarnos que en algún sector tengan una imagen negativa. Estos valores están enfrentados al individualismo a ultranza, o a la satisfacción inmediata de cualquier deseo, o a la diversión por la diversión, a toda costa. Es hora que padres, maestros y medios de comunicación, rescatemos los valores de siempre, que facilitan la vida en sociedad, dando un sentido humano, cívico y solidario a nuestras vidas.

Los valores son los que determinan nuestra manera de pensar y nuestro comportamiento. La carencia de un sistema de valores definido y compartido por la mayoría de la población instala al sujeto, especialmente al menos maduro, en un vacío existencial que le deja dependiente de otros, y sometido a los criterios de la conducta más a la moda, que a veces son los más peregrinos.

Por el contrario, los valores asumidos como cultura, compartidos con los demás seres humanos que nos rodean, nos ayudan a saber quiénes somos, a dónde vamos, y qué queremos en la vida. Ellos nos guían para elegir correctamente, ante las alternativas que nos ofrece la vida. A los de mi generación, nuestros padres y maestros, nos enseñaron y transmitieron tres pilares que la mayoría no hemos olvidado: teníamos que ser trabajadores, teníamos que ser honrados y teníamos que ser buenos cristianos. En definitiva buena gente.

En verdad que la sociedad de nuestra niñez, no se parecía a la actual, pero estos valores no dependen ni de los tiempos, ni de las coyunturas, porque nada tienen que ver con el sistema económico o político vigente o pasado, ni con las circunstancias concretas o las modas del momento. Son valores intemporales, que están por encima de las circunstancias, que tienen una sólida vinculación con la dignidad humana. Promulgan el respeto a las opiniones de los demás. Son valores que entienden que todos somos seres humanos, con nuestra dignidad, nuestras necesidades, nuestros gustos y nuestra propia personalidad.

La propia Declaración Universal sobre Derechos Humanos de la ONU reconoce al hombre como portador de valores, que siempre han de ser respetados. Estos valores, reconocidos por todos, sientan las bases de un diálogo universal y pueden servirnos de guía: al individuo, para su autorrealización; y a la humanidad, para una convivencia en paz y armonía.

Plaza Nueva nº 791- 10 de diciembre 08 Tudela

Educar, con el ejemplo

Desde un seco y frío autoritarismo, poco proclive a dar explicaciones, hemos pasado a la excesiva permisividad, del todo vale. Lo hemos visto en las relaciones entre padres e hijos, y entre estos, con sus maestros. Son muchas las causas sociales, políticas e incluso económicas que explican esta evolución (desde la incorporación de la mujer al trabajo remunerado, hasta padres que apenas tienen tiempo para estar, y mucho menos para educar, a sus hijos). La evaluación actual de muchos padres y maestros, es que la experiencia aperturista, no ha sido positiva. A los adolescentes les cuesta mucho reconocer la autoridad moral de padres y maestros; los problemas de convivencia afloran en muchas familias; y son bastantes los jóvenes que se comportan ignorando los más elementales principios de solidaridad y de respeto a los demás.

Tardaremos quizás, toda una generación en recuperar una autoridad dialogante, una autoridad que fije y marque los límites necesarios para el aprendizaje de la libertad personal y de la convivencia social. Tanto padres como maestros, necesitamos ponernos las pilas, por que si era difícil educar en valores desde actitudes controladoras y represivas, no es más sencillo conseguirlo desde una tolerancia casi sin límites, que parece reinar hoy en muchos hogares. Hoy muchos padres y maestros, y adultos en general, temen corregir o contrariar a los jóvenes, aunque estos no tengan razón. No tratamos de buscar culpables, queremos cambiar este estado de cosas, y para ello estudiamos cómo poder avanzar en una educación en valores. Desde que el mundo es mundo, sólo en la medida en que vivamos los valores, los podremos trasmitir. Porque educar es, fundamentalmente, comunicar a través del ejemplo, trasmitiendo actitudes y comportamientos.

Hoy el no robarás, el no matarás, el no mentirás, en fin, los 10 mandamientos de la Biblia, que se resumen en dos: amar a Dios y al prójimo como a ti mismo, mantienen una vigencia innegable y siguen siendo para muchos una fuente de inspiración permanente. Hoy es bueno decir y mostrar con el ejemplo, de manera cercana y cariñosa, a nuestros hijos que:

1.- Hay que respetar a las personas mayores: nosotros lo vivimos como una imposición, «cuando seas padre, comerás huevos». El respeto lo debemos a los mayores que con una vida llena de esfuerzos, han trabajado duro para que los más jóvenes tengan una vida mejor. 2.- Hay que honrar a los maestros: si los padres no les respetan, lo hijos tampoco lo harán, y un maestro sin autoridad no puede educar. La autoridad se la debe ganar él, y le debe ayudar la familia y la sociedad, con el reconocimiento social y apoyo moral y material. 3..- Hay que potenciar el trabajo en equipo: con la practica de deportes colectivos y el montañismo, ambos fortalecen la voluntad y el espíritu colectivo y la solidaridad personal. 4.- Hay que respetar las cosas, educar en la máxima, lo de todos, lo debemos cuidar como propio. No cuidar las cosas, es no valorar el trabajo de los demás. 5.- Debemos ser consumidores responsables: nada tiene de malo el bienestar material, siendo consumidores conscientes e informados, evitaremos la ansiedad de comprar por comprar, que sólo produce frustración, y descontrola cualquier economía.
6.- Debemos aprender a escuchar de manera activa y con empatía: intentando ponernos en el lugar del otro, hoy sabemos que muchos problemas en la vida, provienen de la falta de comunicación emocional. 7.- Debemos respetar el turno: aprender a esperar, es una estupidez obsesionarnos con ser los primeros. 8.- Aprendamos a asumir el fracaso: es básico para todo aprendizaje de crecimiento personal. Un NO hay que saber asumirlo sin dramas, tendremos que oír muchos en nuestra vida. La vida es cara y cruz, y nos diferenciamos unos de otros, en cómo encajamos las cosas, pues todos tendremos de todo a lo largo de la vida. 9.- Desarrollemos la cultura del esfuerzo, del sentido de responsabilidad, de la organización, de la puntualidad, del empeño por hacer bien las cosas, seamos disciplinados, ya que todo ello es imprescindible, para conseguir cualquier meta que nos propongamos. 10.- Potenciemos la autoestima: como podemos preocuparnos por los demás si no nos cuidamos de nosotros mismos, aceptándonos, valorándonos y mimándonos.

Practicando estos puntos, conseguiremos, que seamos mejores personas, más felices y sociables.

Mas esfuerzo, más rigor educativo

Desde tiempos del Ministro Villar Palasí (1968-1973) entramos en un camino de constante deterioro de la enseñanza en España. De manera progresiva hemos llegado a la catástrofe actual. Se ha extendido la enseñanza a costa de bajar la exigencia. Según el estudio Pisa, nos situamos en los últimos lugares europeos. Tan sólo una pequeña parte del alumnado, un 20%, mantiene unos niveles aceptables, más por la valía del alumnado en cuestión y de su entorno familiar, que por las propias bondades del sistema.

La ignorancia y mala preparación del alumnado español es generaliza, esto no sólo tiene consecuencias académicas, sino que también es muy difícil que con ciudadanos poco formados se pueda construir una democracia sólida y avanzada. Responsables del desaguisado somos todos, desde los partidos políticos, a las familias que cambiaron de roles y de valores, y por supuesto la casta docente, que han defendido sus propios intereses de carácter funcionarial. Ahora están por la jornada continuada, muchos no tienen ganado ningún respeto, y no son modelos a imitar, como siempre fueron los buenos maestros.

El derecho a recibir educación, lo convertimos en obligatorio. Después de cuarenta años, vemos que ha sido peor el remedio, que la enfermedad, pues se ha forzado que a los que no quieren aprender o no pueden hacerlo, a acudir a los centros, a hacer bulto y a estorbar, en perjuicio de los demás. Antes estudiaban los que tenían medios para ello, o con becas, los más listos sin recursos. Era una educación elitista y selectiva, donde se clasificaba del mejor al peor, era una carrera de obstáculos, que estaba socialmente aceptada. Fijémonos la diferencia de horarios y esfuerzos, para unos chavales de quince años, de un alumno de Jesuitas de Tudela de 1967, y el de un chaval actual de un centro concertado.

Horario de Jesuitas de Tudela 1967
7,40 Levantarse                                     15,30 CLASE
8,05 Misa                                                16,15 Recreo
8,45 CLASE                                            16,30 Estudio
9,45 Desayuno Recreo                         17,15 CLASE
10,15 CLASE                                          18,00 Merienda- Recreo
11,15 Recreo                                           18,45 Rosario – Lectura
11,30 Estudio                                         19,15 Estudio – Salida de Externos
12,15 CLASE                                          20,00 Recreo
13,00 Recreo – Gimnasia                   20,15 Estudio
13,30 Comida                                        21,00 Cena- Recreo
14,45 Estudio                                        21,50 Descanso

Horario de Centro Concertado de 2008
8,00 CLASE
8,55 CLASE
9,50 Recreo
10,10 CLASE
11,05 CLASE
12,00 Recreo
12,20 CLASE
13,15 CLASE

Para empezar se trabajaba los sábados, como un día normal, la mañana y la tarde, se libraba los jueves por la tarde. Un día normal tenía 5 clases, cinco estudios vigilados, y además formación física y religiosa. Después de cada clase, había recreo, no había clases seguidas. Se evaluaba con rigor, quincenalmente, no sólo los conocimientos, sino también los comportamientos, en Deberes Religiosos, Conducta general, Aplicación, y Urbanidad.

Actualmente sólo son cinco días, no hay estudios en el centro. Se partía de la concepción de que la “letra con la sangre entra”, no se iba al colegio a pasarlo bien, se hacia constantemente cosas que no te apetecían, te acostumbrabas a la disciplina o salías del sistema. No partían de la concepción proudoniana de la bondad natural, sino que te controlaban y te exigían.

España destaca por tener más universitarios que nadie, pero no tenemos colocada ninguna Universidad entre las cien mejores del mundo. ¡Que contraste con otros muchos campos, donde los españoles, si que sobresalen, y están entre los mejores! La formación profesional, se la desprestigio, y ahora parece que está remontando, pero todavía le queda mucho por mejorar. Quienes a edades tempranas (12 a 16 años) no tienen exigencia, ni dedicación, ni disciplina, terminan por ser unos holgazanes. Que difícil será que cuando lleguen a edades maduras, sean personas esforzadas, con buenos rendimientos en el mundo laboral, ¡ahí también está la clave! de nuestra baja productividad laboral, la mas baja de Europa.

Hay que desandar el camino, hay que volver a ponderar la disciplina, la exigencia y la excelencia. Con ello no se perjudica a la juventud sino que se le ayuda con una mejor preparación para la vida, para estar compitiendo en un mundo abierto, donde a nivel europeo, ya no hay barreras.
Plaza Nueva