No es el modelo

Web Ciudadanos 5 mayo 2010

 

Vivimos tiempos convulsos, llenos de zozobra, entre el agravamiento de la crisis, la corrupción, las movidas pro Garzón, la pretendida revisión de la Transición y de la ley de Amnistía, y el cuestionamiento de los Altos Tribunales. Quieren movilizar a la izquierda y no se paran ante nada. Cunde el pesimismo y es difícil no dejarse llevar por el clima guerra civilista que tanto nuevo antifascista pretende imponer ¡A muchos en los tiempos duros, no se les vio!. No todo es así, leer y escuchar a socialistas como Joaquín Leguina y Jordi Sevilla gratifica, defienden sus posiciones educadamente y además no caen en la zafiedad sectaria de otros correligionarios. A muchos socialistas no les gusta esta deriva, aunque no lo digan en público.

Otros muchos culpabilizan de esta mala situación a la equivocación que supuso el adoptar el actual modelo autonómico y añoran un modelo de estado centralista. Deberíamos retomar el debate en un plano más académico, más racional y distanciarnos del día a día. El Antiguo Régimen era descentralizado, a partir de la Revolución Francesa, es cuando el peso de París sobre el hexágono francés aumentó. En España fueron los Borbones los que nos impusieron un modelo centralizado, frente al modelo descentralizado de los Austrias. En Europa todos los movimientos populares en defensa de la tradición y en contra de la revolución se opusieron al `liberalismo centralista´, tanto en la rebelión de la Vendeé en Francia, como los Carlistas en España, reivindicaron un modelo descentralizado. La izquierda por el contrario, siempre defendió como mejor el modelo centralizado, en la mejor tradición jacobina, lo heredo de la Revolución Francesa y lo aplicó en la Revolución de Octubre.

Alexis de Tocqueville, nos enseñó que en el modelo norteamericano prima lo cercano sobre lo lejano, fomentando la descentralización consigue una mayor responsabilidad en la ciudadanía, con el resultado de una sociedad civil vigorosa. Un funcionario lejano fomenta la pasividad. Al margen de la apuesta por un modelo u otro, es más determinante el desarrollo histórico del Estado, que cada vez más se inmiscuye en más aspectos de nuestra vida. El gigantismo de la Administración es el gran problema de las sociedades desarrolladas.

Teóricamente cada modelo puede funcionar correctamente, pero el buen funcionamiento del modelo descentralizado, requiere -como en los casos de Alemania o de Estados Unidos- que la inmensa mayoría de la población esté unida por unos vínculos fuertes, por un sustrato nacional que cimente bien el modelo. Aquí lo tuvimos en la Transición y hoy está más deteriorado, debido a la desafección de la izquierda y a la pusilanimidad de la derecha. En España aunque llevamos más de 30 años de democracia, el modelo de estado sigue sin cerrarse, el estado de las autonomías está permanente abierto por la necesidad de que al formar mayorías parlamentarias se necesite el apoyo de las minorías nacionalistas. Los dos grandes partidos nacionales no han querido fijar en común unas líneas rojas, y han ido entregando una tras otra competencias claves como la educación.  Los nacionalistas se han aprovechado al máximo sin ninguna lealtad constitucional. Ante cada nueva negociación parten de lo ya conseguido. No olvidemos que en este escenario sigue el terrorismo de ETA, que también ha aprovechado todos los resquicios legales, que le proporcionó nuestro estado buenista.

La percepción de la ciudadanía en estos treinta años, es que ha vivido en una España con un gran desarrollo económico, con unos partidos políticos nacionales en los que ha confiado y no han percibido ningún peligro en el camino emprendido por nuestra democracia. Hasta tiempos recientes en la era zapatero, no han sido conscientes del proceso centrífugo, acelerado a raíz del Estatuto Catalán. Ahora muchos empiezan a caerse del guindo, al ver que esta `enfermedad´ ha contagiado a toda la clase política. Una fuerte ola de ruralismo ha invadido España, con la exageración de las peculiaridades locales, a las que se han adaptado los grandes partidos nacionales. Los innumerables rasgos comunes continúan en la memoria colectiva del pueblo español, por lo que todavía a pesar del daño causado por la educación en manos de los nacionalistas, no han conseguido arruinar de momento la idea de España en amplias capas de la población.

El Gobierno ZP con la “ampliación de derechos”, intenta ganar posiciones en el terreno social: moral y costumbres. En vez de partir de nuestras señas de identidad, las intentan sustituirlas por la Alianza de Civilizaciones, por el buenismo con los dictadores izquierdistas radicales, despreciando los valores occidentales que hemos contribuido a construir. Estos cambios debilitan la idea de España, atacan el sustrato de la más vieja nación europea, que de momento no han resquebrajado, ya que se apoya en una memoria ancestral: en la romanización, en el catolicismo, en la lucha contra el islam, en el descubrimiento de América, que marcan toda nuestra historia e impregnan el carácter de lo español abierto al mundo.

Es verdad que llevamos mal estas políticas del Gobierno, nuestra situación hoy es especialmente complicada, al juntarse a la crisis económica y las crisis, política y moral. El malestar social está muy influenciado por la crispación política, fomentada por los dos grandes partidos y a la que contribuyen en gran medida los medios de comunicación que actúan como voceros de parte. La división social se percibe en el ámbito de las relaciones personales, en las comunidades de vecinos, en los estadios de fútbol, y en los espacios familiares.

El descontento ha sido a lo largo de la historia una fuerza poderosa para el cambio político, y hoy aparentemente parece que ya no es así. Habrá que esperar acontecimientos, los ciudadanos esperan que los políticos les cuenten la verdad, les digan la gravedad de la situación y los planes para salir de ella. Los análisis demasiado pesimistas, olvidan que si no ha estallado la situación, a pesar de su gravedad, es porque todavía en nuestra gente hay muy buenos valores interiorizados, la familia mantiene una buena salud con sus fuertes vínculos asistenciales y también hay una gran cantidad de ciudadanos subsidiados por el Estado.

Hoy en España han arraigado las clases medias, que en otras épocas eran garantía de moderación. Hoy vemos que es en la clase media donde aparece una mayor indignación debido a su fuerte proletarización a causa de la crisis económica. Las grandes fortunas y los fuertes grupos económicos están bien amparados desde los círculos de poder socialistas.

La izquierda renunció hace tiempo a atacar el sistema capitalista, dejo en paz al dinero y se centró en abogar por sus ideas, intentando cambiar las costumbres. Los poderosos no han dejado de respaldar estas nuevas tendencias, les encanta pasar por progresistas, y tener el poder político a su favor -hoy el 39% del PIB lo controlan los políticos debido al gigantismo de la administración- y ¡todos quieren parte de ese pastel! cuando la derecha vuelva a mandar se adaptarán a la nueva situación.

En la base de la pirámide social, en los actuales estados del bienestar, la ciudadanía aspira a ser subsidiada de por vida. Los estados extensos con sus muchas prestaciones sociales se encuentran en graves dificultades, debido al alargamiento de la esperanza de vida y a la baja natalidad. Nos encontramos hoy ante un resultado no esperado: sólo la mitad de la sociedad trabaja para sostener a la otra mitad, y así es muy difícil que cuadren las cuentas públicas, y más en la actual situación de crisis económica.

El cansancio de los ciudadanos con la vida política actual, es generalizado. Soportamos mal a tantos políticos cabreados, que utilizan un continuo tono de confrontación y que no contribuyen a solucionar los problemas. Han convertido la política en una cuestión de mediocres, donde se pierde la objetividad y la capacidad de evaluar las cosas más evidentes. Mientras la clase política siga en su burbuja, ajena a la tensión de la ciudadanía, no hay solución. Lo malo es que el tiempo corre, y ya no tenemos tiempo. Hay que tomar medidas urgentes, la situación es muy grave, hay que reducir el gasto público en todos los niveles de la administración, los políticos dando ejemplo en primer lugar, hay que acometer la reforma laboral sin contar con estos sindicatos, y reestructurar el sector financiero, cuya situación es mucho más delicada de lo que nos cuentan. Tenemos que tomar medidas ya, antes del mes de julio. Sino llevamos el camino para que suba la refinanciación de la deuda, o peor, y nos convirtamos en Grecia.

La salida sensata pasa por restablecer los consensos básicos, que cimienten la presencia de España como nación en el mundo. Hay que volver al dominio de la razón y de la cordialidad en el espacio público. Necesitamos que se reanuden los grandes consensos entre socialistas y populares, en la defensa del diálogo y del respeto al oponente ¡Muchos estamos hartos de ser gobernados por personas simplemente incompetentes! Pero podemos concluir que no es el modelo el que falla, sino que es la política la que no está a la altura de lo que necesitamos la ciudadanía.