Presentación Valores

En tan sólo dos generaciones están cambiado los valores que parecía que estaban asumidos y que se vivían como positivos en las sociedades europeas. Padecemos, una imparable violencia machista; los desencuentros entre padres e hijos y entre estos y sus profesores son importantes; desde ciertos sectores juveniles se rinde culto a la violencia; nos hemos acostumbrado a ver legiones de adolescentes descontrolados durante las noches en los fines de semana, muchos llenos de drogas y alcohol; el fracaso escolar va a más, y si se contabilizase con rigurosidad, se vería lo catastrófico que es. Todo ello refleja una problemática, con variadas y complejas causas.

Una de ellas, sin duda, es el abandono progresivo de los valores morales universales, a veces despreciados, por su aroma a viejo, o por ser poco modernos. Desde el respeto a las personas mayores, pasando por el cuidado de las cosas que son de todos, hasta valorar la cultura del esfuerzo, como medio para el progreso material y personal. Estos valores hay que reivindicarlos, sin importarnos que en algún sector tengan una imagen negativa. Estos valores están enfrentados al individualismo a ultranza, o a la satisfacción inmediata de cualquier deseo, o a la diversión por la diversión, a toda costa. Es hora que padres, maestros y medios de comunicación, rescatemos los valores de siempre, que facilitan la vida en sociedad, dando un sentido humano, cívico y solidario a nuestras vidas.

Los valores son los que determinan nuestra manera de pensar y nuestro comportamiento. La carencia de un sistema de valores definido y compartido por la mayoría de la población instala al sujeto, especialmente al menos maduro, en un vacío existencial que le deja dependiente de otros, y sometido a los criterios de la conducta más a la moda, que a veces son los más peregrinos. Por el contrario, los valores asumidos como cultura, compartidos con los demás seres humanos que nos rodean, nos ayudan a saber quiénes somos, a dónde vamos, y qué queremos en la vida. Ellos nos guían para elegir correctamente, ante las alternativas que nos ofrece la vida. A la generación de padres y abuelos, nos enseñaron y transmitieron tres pilares que la mayoría no hemos olvidado: teníamos que ser trabajadores, teníamos que ser honrados y teníamos que ser buenos cristianos. En definitiva buena gente.

En verdad que la sociedad de nuestra niñez, no se parecía a la actual, pero estos valores no dependen ni de los tiempos, ni de las coyunturas, porque nada tienen que ver con el sistema económico o político vigente o pasado, ni con las circunstancias concretas o las modas del momento. Son valores intemporales, que están por encima de las circunstancias, que tienen una sólida vinculación con la dignidad humana. Promulgan el respeto a las opiniones de los demás. Son valores que entienden que todos somos seres humanos, con nuestra dignidad, nuestras necesidades, nuestros gustos y nuestra propia personalidad. La propia Declaración Universal sobre Derechos Humanos de la ONU reconoce al hombre como portador de valores, que siempre han de ser respetados. Estos valores, reconocidos por todos, sientan las bases de un diálogo universal y pueden servirnos de guía: al individuo, para su autorrealización; y a la humanidad, para una convivencia en paz y armonía.