El derecho a decidir
La tontería del “derecho a decidir” es una estrategia cobarde y tramposa. Es un descansillo mentiroso en la argumentación de las intenciones morales o políticas. Cuando uno sabe bien qué es lo que quiere y por qué lo quiere lo más noble sería decirlo, o pedirlo… o incluso robarlo. Pero está visto que la vía directa no sirve a los intereses de los caprichosos, ni de los divorcistas, ni de los abortistas, ni de los suicidas, ni de los separatistas…
La gente sensata nunca vería con buenos ojos -si pudiera verlas en toda su crudeza- cosas terribles como la ejecución de un inocente, la ruptura de un juramento, un suicidio o la separación de un territorio hermano. Por eso los sectarios de todo pelaje se han sacado de la manga este argumento talismán: “el derecho a decidir”, que lo mismo vale para un roto que para un descosido.
“Derecho a decidir” suena a liberalismo consecuente y por eso no encuentra quien lo contradiga desde el ámbito de lo políticamente correcto. El “derecho a decidir” se nos ofrece como un derecho humano “inalienable” pero no es más que la antesala de la imposición. El auténtico derecho a decidir, el que no necesita proclamaciones solemnes de ninguna clase, no se lo discute nadie señores nazis. ¿Acaso no tienen Vds. bien decidido ya su proyecto? Pues adelante con él. Sean valientes y muéstrenlo a la vista de todos. No mareen la perdiz. No nos hagan perder el tiempo. No nos engañen.
Jerónimo Erro