El sexo de los ángeles

 

Jerónimo Erro 10 enero 2017

El poético cartel de Chrysallis EH

Dicen que sobre eso tan importante estaban discutiendo los bizantinos de Constantinopla, allá por el siglo XV, cuando tenían a los Otomanos a las puertas, preparados para entrar a saco y convertirlos en habitantes de Estambul. Qué estúpidos eran… ¿verdad?

Nuestra última discusión bizantina viene azuzada por un colectivo que ha pagado -no sabemos con qué subvención- unos anuncios en las marquesinas de Pamplona con el poético lema de: “Hay niñas con pene y niños con vulva. Así de sencillo”.
Firma la campaña “Chrysallis Euskal Herria”.

Otra vez “Euskal Herria”. Otra vez utilizando al pobre pueblo vasco como escudo cultural. Para que cuando alguien normal diga: “¡Qué burrada!”, “¡Menuda locura!” o “¡Panda de degenerados!” se le pueda parar los pies con el rollo étnico diciéndole: “Oiga, tenga un respeto a los vascos”. Y a las vascas. Y a les vasques, claro.

Pero se trata de una campaña perfectamente legal, que cuenta con todas las bendiciones de los gobernantes que libremente nos hemos dado en el ejercicio de nuestra soberanía popular. Nada que ver por tanto con otras formas culturales salvajes y proscritas que propugnan, al igual que nuestros partidarios de las operaciones de cambio de sexo, la manipulación quirúrgica de los órganos genitales infantiles. Y sin embargo, cualquiera que investigue un poco la realidad, sabrá que la carnicería (con perdón de los carniceros) y/o la bomba hormonal que se ejecuta en estas latitudes sobre las víctimas de la ideología de género es mucho más terrible que el cortecito -atroz- que aplican a las víctimas de la mutilación genital femenina en algunas culturas africanas.  Porque el problema, amigos de Chrysallis, no es que haya niñas con pene. Es que se lo queréis cortar. O sea, mutilación genital de la buena.

Reflexiones varias sobre las niñas con pene y los niños con vulva

Redacción 11 enero 2017

En las últimas horas ha causado cierta sensación en Navarra la existencia de una campaña publicitaria, visible por ejemplo en las marquesinas de los autobuses, mediante la que la asociación Chrysallis pretende abrir un debate sobre la transexualidad y los niños que no sienten como propio su sexo biológico. La campaña ha provocado un comprensible revuelo, incluso al margen del propio tema objeto de debate, porque a menudo se encuentra en marquesinas donde los niños se suben o se bajan del autobús cuando van al colegio.
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La campaña, evidentemente, aborda la sexualidad desde el punto de vista de la ideología de género. No obstante señala un problema real en virtud del cual hay niños (se habla de 1 entre 10.000) en los que existe una falta de correspondencia entre el sexo biológico y el sexo “sentido” que se considera como propio, lo que les aboca a la desubicación y al sufrimiento. Las soluciones que propone la ideología de género son discutibles, pero que hay niños que tienen ese problema, que sufren, y que merecen respeto es un hecho. En esto al menos seguramente estamos todos de acuerdo. En todo lo demás, sin embargo, resulta difícil asumir de raíz ninguno de los planteamientos de la ideología de género.
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El sexo está en el cerebro, se nos dice. ¿Lo está realmente? ¿Lo está en el sentido en que están en el cerebro los árboles que vemos en la ventana cuando los percibimos? ¿Está entonces la raza también en el cerebro? ¿Y la estatura? Nuestras percepciones están en el cerebro, ¿pero lo está también la realidad material percibida? Lo único que seguro que está en el cerebro es la ideología de género, o los problemas psicológicos.
Decir que no hay correspondencia entre el sexo biológico y el sexo real, ¿no es como decir que no hay correspondencia entre la raza biológica y la raza real? Si un negro dice que es blanco (véase el vídeo), ¿le decimos la verdad o tenemos que obligar a todo el planeta a seguirle la corriente? Y si hay muchos más negros que quieren operarse para ser blancos que blancos que quieren operarse para ser negros, ¿cómo llamamos a eso? ¿Casualidad? ¿Racismo?
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Vestimos a de niña a una niña con pene. Le llamamos María José en vez de José María. ¿Problema resuelto?
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Y si el niño al que le hemos amputado el pene, puesto pechos, vestido de mujer y cambiado el nombre sigue sin sentirse completamente mujer, porque objetivamente de hecho no lo es y nunca lo será, ¿qué hacemos? ¿Le prohibimos expresar dudas?¿Le multamos por cuestionar la ideología de género?
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Hemos encontrado en Google que existen casos de personas que se cambiaron de sexo y ahora se arrepienten. ¿Qué hacemos con ellas? También pueden encontrarse múltiples referencias a suicidios de transexuales y su elevada incidencia respecto al resto de la población. Una mera operación o un cambio de nombre no parece que arregló mágicamente el problema.
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Si no tiene por qué haber una relación entre el sexo sentido y el sexo biológico, ¿por qué hay que adoptar por otro lado todas las medidas necesaria para que el sexo sentido por alguien coincida con su sexo biológico? ¿Y por qué esas medidas es políticamente correcto que vayan por la vertiente quirúrgica, aunque quirúrgicamente un hombre no se puede convertir totalmente en una mujer, y es políticamente incorrecto que vayan por la vertiente psicológica? Usted no tiene ningún problema ni ninguna enfermedad si su sexo biológico y su sexo sentido no coinciden, pero el sistema público de salud le paga la operación para resolver el problema que no tiene y no se reconoce como tal.
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Llevada la ideología de género a sus límites lógicos, si el género no tiene nada que ver con el pene o la vagina, ¿por qué ponemos nombre de niño a los que nacen con pene? ¿Debería dejarse en blanco la casilla del género en la partida de nacimiento hasta que el niñ@ decida? ¿Cómo debemos llamar al niñ@ hasta entonces? ¿Daniel los días pares y Daniela los impares? ¿Con esto resolvemos el problema de un 0,0001% o multiplicamos el problema, la confusión y el sufrimiento en el otro 99,9999%? Es más, ¿resolveríamos con eso siquiera el problema del 0,0001%? ¿No estamos anormalizando a 9.999 niños por asociar su género a su sexo en vez de normalizar a 1?
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Si Cristina y María son igual de niñas, ¿por qué Cristina tiene pene y María tiene la regla y se puede quedar embarazada?
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Si no distinguimos entre niños y niñas, tendremos que empezar a distinguir entre niñas con pene y niñas sin pene. Niñas que se pueden quedar embarazadas y niñas que pueden dejar a niñas embarazadas. Niñas que ni pueden quedarse embarazadas ni dejar a otras embarazadas. Como sigue habiendo una clasificación, de hecho una clasificación crecientemente compleja, seguirá habiendo personas que no encajen en la clasificación y muchas más posibilidades para confundir y aturdir a los niños.
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Paradójicamente, la ideología de género lleva a cabo una especie de redescubrimiento radical del dualismo. La ideología de género es como una vuelta a la espiritualidad desde el materialismo ateo. Si físicamente alguien es una cosa y psicológicamente otra completamente distinta, ¿no es esto pretender la existencia de un “alma” la cual se distingue por completo del cuerpo? ¿No estábamos en que el alma era una especie de emanación de la biología? ¿Y qué sexo tienen los ángeles y las almas?
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¿Por qué no reconocer que existen problemas psicológicos y problemas sexuales? ¿Para evitar reconocer que existe una “normalidad”? ¿Negamos también que exista la hepatitis o la impotencia? ¿Se puede ayudar a resolver un problema cuando se niega su existencia? ¿De qué estamos hablando si no hubiera un problema? ¿Y si no se puede resolver el problema?
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Si a alguien le falta o un ojo, ¿eso es diversidad visual o que está tuerto? ¿Tenemos que arrancarnos todos un ojo para “normalizar” al tuerto? Si pensamos que alguien con un sólo ojo está tuerto y que tener un sólo ojo no es otra forma normal de tener la vista, ¿significa eso que necesariamente debemos reírnos de los tuertos y maltratarlos? Naturalmente al tuerto le podemos poner un ojo de cristal y puede que se sienta mejor, pero esto no tiene nada que ver con negar que le falte un ojo y que no exista una normalidad consistente en tener dos ojos.
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¿Por qué debemos asumir que existen problemas, conflictos, enfermedades y malformaciones en todo lo que tiene que ver con nuestro ser menos en la sexualidad, campo en el que mágicamente todo debe considerarse normal? ¿Acaso hay que negar que alguien tenga una malformación para respetarlo? ¿Y no tenemos todos algún tipo de malformación e imperfección?
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¿Y no podríamos avanzar en la dirección de respetar al que es “raro” en vez de pretender que todo es “normal”? ¿Intentar normalizarlo todo, no es en el fondo una forma retorcida de rechazar todo lo que no es normal?
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Si alguien antes era perseguido por ser homosexual y ahora es perseguido por no creer en la ideología de género, al grito de homófobo o transfóbico, ¿estamos creando una sociedad en la que hay más libertad y menos persecución o sólo una sociedad en la que las prohibiciones y los motivos de persecución simplemente van cambiando?
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Tal vez no avanzamos hacia una sociedad en la que no haya niños señalados, sino hacia una en la que los niños señalados son los que no creen en la ideología de género, los que rezan, los que hablan español.
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Y si un niño dice a sus papás que quiere tener una hermanita, ¿estaría mal intentar convencer a su hermano de que se opere? Se comenta que un niño ya ha hecho un planteamiento parecido tras ver los carteles de las marquesinas.
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Incluso asumiendo que mediante una operación, un cambio en un registro o cualquier otra medida paliativa alguien pudiera ver mejorada su vida, eso no significaría que el género sea un concepto meramente social, que estemos desconectados de nuestra biología, que la identidad sexual sea puro subjetivismo, ni en general que sea cierto ninguno de los planteamientos de la ideología de género.
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Como colofón a este escrito, respeto absoluto por el niño que tiene un problema. Ningún niño con problemas empeorará si de entrada iniciamos el tratamiento con respeto y amor. Pero cuestionamiento radical de que la ideología de género sea el camino para encontrar el diagnóstico y la solución o que todos debamos acatar indiscutiblemente sus planteamientos.