Ciudadano o consumidor

Ricardo Guelbenzu Morte, Julio 2006

Estamos en la era del consumo, parece que lo que tenemos que hacer, lo que se nos pide es que produzcamos y consumamos. En general tanto la autoestima como la estima ajena consiste en poseer productos costosos, así el auto respeto y la estima social están ligadas al nivel de consumo…
La sociedad consumista es Global, las nuevas tecnologías han hecho al mundo pequeño y la información e intercambio de mercancías marchan a unas velocidades nunca conocidas hasta ahora, hoy los centros comerciales de nuestras ciudades se han convertido para muchas gentes en las nuevas catedrales, se han inventado los días del padre, día de ….que son las nuevas fiestas del consumo.

Hoy hablamos de que el consumidor es el rey, en la vertiente más neoliberal se habla de soberanía del consumidor y así, se intenta poner las bases para evitar oligopolios, proteccionismos o privilegios. Si miramos de cerca las aptitudes de consumo, podemos asegurar que tenemos la suficiente cuota de libertad para ser responsables de nuestro estilo de consumo, al menos en el primer mundo -no debemos olvidar que una parte significativa de la humanidad no puede consumir lo necesario para sobrevivir, al estar excluido de momento del sistema-;  otras muchas veces nos falta conocimiento de las consecuencias de dichos consumos sobre el medio ambiente o para el resto de las personas.

Conviene ser conscientes que no tomamos nuestras decisiones como consumidores de manera aislada, sino que siempre el consumo es comparativo, ¿cuántos consumos se deben a la necesidad de pertenecer a un grupo, o de ser acogidos por él?. También el consumo nos da seguridad, no produce señas de identidad.

Consumir es necesario y bueno, lo que estamos reflexionando es el exceso, la angustia de no tener, la frustración por que nos excluyen de determinados círculos ya que como consumidores estamos muy condicionados, por los estímulos de tener éxito que se hacen patentes mostrando bienes de consumo costosos, muchas veces la estima propia y ajena acaba dependiendo de los bienes de consumo. Se pone excesivo afán en conseguirlos y excesivo desaliento, considerándonos marginados o excluidos en el caso de no conseguirlos.

Para tener capacidad de enfrentarnos a ésta situación de locura consumista, han sido importantes las enseñanzas y lo que hemos visto y vivido en la propia familia de cada uno, en el colegio o escuela, ya que con una cabeza bien amueblada, sabemos que el éxito en la vida está más ligado a las relaciones de afecto, de amistad, al desarrollo de una profesión de modo gratificante, a la capacidad de llevar a cabo actividades que cómo decía Aristóteles, tienen el fin en sí mismas y no se hacen por otra cosa.

Esta locura por consumir no se da sólo a nivel individual, sino también a nivel colectivo de tal manera que se clasifican a los distintos pueblos por su nivel de consumo, los países en vías de desarrollo conocen el grado de consumo de los países más adelantados,  lo conocen por las televisiones y por las películas, les hacen conocer esos mundos maravillosos, y son los primeros que “en vez de ahorrar, se gastan muchas veces el poco dinero en lo superfluo”, para que a pesar de ser pobres no se sientan muchas veces más fracasados.

Todo se acaba midiendo por el número de automóviles, ordenadores y electrodomésticos, y los últimos del escalafón son los nuevos leprosos del sistema actual.

Sabemos que la libertad humana está siempre condicionada, ya que nadie es absolutamente libre, pero raras veces nos vemos privados de la capacidad de hacer nuestras propias opciones, y así como consumidores tenemos un gran poder, capacidad de elegir nuestro propio estilo de vida, nuestras propias formas de consumo, ya que no estamos determinados fatalmente a un estilo de vida-consumo.

Y aquí entran nuestras propias motivaciones, nuestras creencias profundas para elegir, de los hábitos desde donde nos posicionamos. El consumo, como casi todas las cosas de la vida, debe partir desde una identidad moral bien fundada, desde una jerarquía de valores. Séneca decía que el hombre debe ser artífice de su propia vida, y es la persona la que debe de aprovechar la mercancías a fin de utilizarlas con el fin de reforzar su capacidad para llevar el tipo de vida en el que cifre su felicidad, las personas debemos de llevar las riendas del consumo, y ya sabemos que el aumento del nivel de consumo no tiene porque coincidir con el aumento del nivel de felicidad.

El Capitalismo necesita más y más de nuevos consumidores, estamos cada vez más en todos los sectores en la era de la abundancia, somos capaces de producir muchas más cosas de las que podemos consumir, el mercado regulariza que se acepta y en muchos casos que se rechaza, pero con la tecnología actual, el problema no es en general producir, sino el problema se centra en nuestra limitada capacidad de consumir.

Para dar salida a ello -sin entrar a valorar si se tenga mejor o peor corazón-  se tiende a ensanchar el número de nuevos consumidores, en plena época de Globalización se ha producido el gran desarrollo de las fuerzas de producción capitalistas, que son las que están sacando a millones de chinos e indios de niveles de pobreza lacerantes, y las que siempre empujaran por buscar mano de obra barata, que a su vez terminan dinamizando a sociedades atrasadas y les ayudan a colocarlas en las nuevas vías de desarrollo.

Hoy en nuestro entorno, la lectura, la practica de algún deporte, o la actividad de pasear por el monte, o con amigos, el compartir una comida agradable son actividades que ayudan a llevar una buena vida en sentido pleno. Hoy vivimos en plena locura por los viajes, el viajar es una cosa excelente para ampliar nuestros conocimientos, distanciarnos de nuestro entorno, pero no hay que exagerar ya que  nuestros antepasados viajaban muy poco, y conocían muchas cosas por las lecturas de los libros de viajes, y no por ello dejaron de llevar una vida plena.

Hay que optar por la calidad de vida, frente a la cantidad de productos que nos ofrece sin parar esta sociedad, apostemos por una Cultura de relaciones humanas, que es la que tenemos acorde con nuestra trayectoria vital, con nuestra propia historia personal.

La mayoría de la cosas importantes de la vida, no tienen nada que ver con el dinero, ni con el consumo, gracias a Dios, puesto que sino este mundo sería monstruoso. La amistad, el amor, la sexualidad, el trabajo bien hecho, depende de cada uno de nosotros, y nos dan plena satisfacción.