Javier Gaicicena 26 noviembre 2016
Al hilo del divertido artículo de J. I. del Burgo, donde moteja de bandoleros a los aguerridos resistentes de Amaiur, me gustaría seguir por la loable senda de la desmitificación de nuestro pasado para traerlo a términos más realistas y, sobre todo, más humanos. Aporto, para ello, un documento de gran interés: el acta de rendición de la plaza de Fuenterrabía, donde se refugiaron, como se sabe, algunos agramonteses escapados de Maya, a ejercer de últimos de Filipinas, aunque con mejor final, como se verá. Entre ellos, dos hermanos de San Francisco Javier: Miguel de Jaso, que el texto llama “señor Chabierr” y Juan de Azpilcueta (hermano del primero, aunque usara otro apellido, cosa corriente en la época), así como su primo Valentín, que eran al parecer los cabecillas de la banda, pues firman la rendición.
Como el documento es breve, lo voy a reproducir entero. Por lo demás, no es ninguna novedad, sino que es bien conocido. Lo publicó en 1893 el padre Fita, notable historiador del s. XIX, en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tras encontrarlo en el Archivo del Duque de Granada de Ega, Navarra, leg. 60, A, 21:
Campo contra Fuenterrabía; viernes 19 Febrero, 1524. Asiento de capitulaciones de la plaza.
Lo que se assienta entre el condestable de Castilla capitán general de España en nonbre y por el poder que tiene de su magestad de la una parte, y de el capitán balentín de Jassu y bertol de Elbayo por virtud de una carta de crehencia de don Pedro de navarra que truxo para el dicho condestable; y en su nombre de la dicha es lo siguiente:
Que su magestad hace merced al señor chabierr de los quarteles y alcabalas de los lugares donde él tiene pecha y de las almadías que pasan por el río de chabierr como sus padres lo an tenido y llevado; y que se les vuelva la possesión del término de Mont Real como su padre la solía tener; y si alguno tiene drecho él que se lo pida por justicia; y ansimismo se le desenbaraça toda su hacienda.
Que su magestad hace merced al capitán balentin de Jassou y á Joán de azpilcueta de sendos officios de finanças ó de contos, los primeros que vacaren; y entretanto su magestad les dará cada cien ducados en cada año; y que el condestable trabajará que se les dé cada cinquenta ducados toda su vida sobre las tablas de el Reyno de navarra.
Que su magestad mandará dar asiento al Señor de Chabierr, y á su hermano Joán de azpilcueta y al capitán valentín, y á vitores de mauleón, y al capitán petro sanz, conforme á cada uno según la calidad de sus personas.
Todo lo susodicho se a de cumplir cumpliendo don pedro de Navarra lo que de juso será contenido, que es lo siguiente: Que el dicho don pedro dé horden para que la villa de fuentarrabía con el bastimento y artillería y munición, que está dentro de ella, se entregue al dicho condestable en nombre de su magestad dentro de ocho días primeros siguientes, con las condiciones que el dicho condestable quisiere. Entiéndase que en este dicho tiempo el condestable no sea obligado de dexar de probar toda la fuerça ó manera que pudiere para cobrar la dicha villa de fuentarrabia.
Fue fecho este assiento en el campo de fuentarrabía, viernes en la noche, á dez y nuebe días de el mes de hebrero de mil quinientos é beynte y quatro años.
En resumen, para rendirse, los rebeldes piden: que les devuelvan sus bienes; que les concedan diversas prebendas tributarias (“quarteles, alcabalas”); que se les den cargos “de contos” en la nueva administración; que, hasta que haya una vacante en esos cargos, se les mande el sueldo a casa (entretanto su majestad les dará cada cien ducados en cada año); si puede ser, que se les ponga además un sueldo vitalicio de las arcas reales (se les dé cada cinquenta ducados toda su vida); y que se revoque una sentencia judicial muy anterior a la conquista, que había perjudicado a los Jaso quitándoles el señorío de Monreal. Una vez concedido todo ello sin ninguna resistencia por parte del emperador (sin duda contento de librarse de aquel incordio), se firma la cosa y pelillos a la mar.
¿Qué decir? Humano, demasiado humano… pero, por otra parte, tampoco nada de extrañar. Todo el mundo sabe, si está medianamente informado, que una facción nobiliaria del s. XVI luchaba principalmente por los dos grandes motores de la acción humana en todo tiempo y lugar: el poder y el dinero. Que el amor a su rey “natural”, como dicen, no pesaba demasiado en sus motivaciones resulta evidente cuando se sabe que la misma facción (los agramonteses), pocos años antes se había batido el cobre defendiendo al rey “extranjero” (Juan II de Aragón, padre del Católico) contra el heredero legítimo Carlos de Viana, sencillamente porque, entonces, le parecía que eso convenía a sus intereses. Y ahora, le parecía lo contrario. Poder y dinero; además de esto, en el siglo XVI, solo la religión, quizás, podía representar un motor desinteresado. Pensar que en aquello había amor a Navarra, a Euskal herria, a los Fueros o a lo que sea, es simplemente ridículo. Y cuando uno ve, además, que a los defensores de estas ñoñerías no se les quita de la boca cierta verborrea marxista (más ritual que otra cosa, bien es cierto), el asombro crece más todavía. Que baje Dios y les dé una mano de materialismo histórico, que buena falta les hace.
La pregunta es: ¿cómo se conjuga todo esto –sabido por todo el mundo – con la imagen glamourizada y holiwoodizada (Fort Alamo), que nos presentan de este episodio en, por ejemplo, la exposición sobre Amayur en Condestable? Pues no se conjuga de ninguna manera. Pero da igual, a nadie le importa. El amor a la verdad brilla clamorosamente por su ausencia en el “debate” (por llamarlo de alguna manera) y a nadie le importa un bledo lo que pasó, sino solo el beneficio que, manipulando adecuadamente lo que pasó, pueda obtener para sus actuales, demasiado actuales objetivos. La gente no quiere saber, quiere -eso sí le gusta mucho-, cómics, y a poder ser, con guión de nuestro alcalde, ese que de aquellos nobles levantiscos y codiciosos intenta ahora hacer héroes protonacionalistas a base de mucha subvención y mucha pintura (mediocre, por cierto) y que, para colmo del ridículo, se hace sacar en el cuadro en figura de protogudari que da gloria verlo.
Hace unos años se denunció que, en un monumento encargado por el Ayuntamiento de Pamplona, uno de los personajes presentaba un extraño parecido con un concejal de UPN. Al inmortalizado edil y a su partido se les puso entonces, con cierta razón, de vuelta y media y finalmente se retiró su figura del monumento. ¿Y ahora? Pues ahora nada, ahora todo muy bien, porque, aunque el hecho pueda ser el mismo, el ardor patrio que anima a los autores de la fechoría (bueno, no exageremos: de la horterada) los deja limpios de todo pecado, como el agua del Jordán.